Nada hacía presagiar tal destrucción. La explosión, de apenas 30 segundos, fue de tales dimensiones que la enorme montaña de 2.950 metros de altura, quedó reducida en unos instantes en tan solo 2.550 metros. Se calcula a la fuerza equivalentede una explosión nuclear de 400 megatones y percibida a cientos de kilómetros, como un terremoto de 5,1 grados en la escala Richter. La roca pulverizada y los diferentes materiales expulsados se calcula fueron escupidos a una velocidad superior a los 1.000 Km./hora.
Como la mayor parte de los volcanes de la zona, el monte Santa Elena está formado por diferentes capas de escombros volcánicos depositados a lo largo de miles de años: lava, cenizas volcánicas, piedra pómez y otros muchos materiales. En las últimas erupciones del siglo XIX se formó la cumbre que había antes de la gran erupción de 1980 y varias cúpulas de dacita por las que el volcán dejaba escapar sus gases. No es que el volcán Elena sea ninguna rareza en la región, sino todo lo contrario.
Más de 150 volcanes activos forman el llamado "Anillo de fuego del Pacífico" siendo el monte Hood el mayor de ellos con 3.426 metros. Sin embargo ninguno tan bello y simétrico como el Monte Santa Elena (primera foto) que recibió el nombre popular de "el Fujiyama de América". Con su extensa cubierta de nieve y hielo la montaña tenía ciertamente su atractivo, cosa que no ocurre en la actualidad por la pérdida de los mencionados 400 metros de altura y por el boquete irregular que produjo la erupción, semilateral. Este es el actual aspecto de la montana. Sobran las palabras...
RAFAEL FABREGAT