Estamos ya en la recta final de nuestras emblemáticas fiestas patronales dedicadas a la Virgen del Buensuceso, pero ya nada es lo que era. Ni en lo eclesiástico ni en lo terrenal. Algunas personas tienen la costumbre de poner y de quitar y, por consiguiente, de crear y de hundir. Lo siento pero a un servidor le gusta la estabilidad en todos sus órdenes.
Yo admiro a esas pandillas de "jóvenes" que incluso sobrepasando los 80 años siguen viviendo la fiesta como si el tiempo no pasara y con esa actitud espectacular siguen montando su "carafal", siguen acudiendo a cocinar su paella con los compañeros de toda su vida y, en el Bar Tony o en cualquier otro, festejando con una buena merienda la fiesta y la tertulia con sus compañeros de siempre.
Sin embargo, repito, todo en este momento de la vida y el mundo está cambiando con rapidez y no siempre para bien...
Las personas, afortunadamente no todas, han perdido la fe y la paciencia y no permiten que nadie las contradiga. Olvidan que aquellos tiempos "del mando y ordeno" han pasado a la historia y que cada cual tiene una opinión de las cosas y todas (o ninguna) son relevantes.
Con este criterio ya no puede crearse, sino destrozarse...
No hace tanto la gente quedaba con sus compañeros para todos y cada uno de los actos que dan esplendor a la Fiesta... Para bajar a la ermita a subir a la Virgen.
Para almorzar en la esplanada tras la misa correspondiente.
Para acudir a la antaño esplendorosa "Entrá de Maig".
Para, incluso, ir a cenar tras la misma...
Ya dentro de la semana de Fiestas, aquí siempre dominada por el tema taurino, se quedaba...
Para almorzar.
Para ir a los toros "per la vila o embolados".
Para montar el cadafal y almuerzo correspondiente.
Para acudir a bailes y festejos, con mesa para bebidas y canapés.
Para celebrar bailes de disfraces, día de las paellas o "de la xulla" y todo lo que se terciara.
Para, ya dentro de los días de toros de plaza, acudir a las meriendas con los amigos en los bares de la localidad y ya como fin de fiesta a los fuegos artificiales y retirada del cadafal.
Sin embargo, antes o después, todo se acaba... Unas veces de manera natural, porque los años pasan y la edad no perdona y otras porque algunas pandillas tienen veleta de campanario que apunta según el viento que haga en cada momento y por tanto tienen fecha de caducidad impuesta.
Las pandillas, aunque todas hayan tenido sus altibajos, la mayoría consiguen superarlo y seguir adelante. Sea como sea, más pronto o más tarde, el final llega inexorable.
Cuando uno llega a cierta edad ha visto ya demasiadas cosas. Cuando se trata de tiempos de fiesta en las pandillas existen altibajos creados por la edad y los diferentes personajes y criterios que nos mueven a unos y otros. En los negocios sucede lo mismo...
Los que ya peinamos canas, hemos visto el "nacimiento" del Bar Toni y, siendo un orgullo para Cabanes, los vecinos no querríamos ver su declinar.
Lo de verlo "nacer" viene al caso de que, aunque ya muchos años atrás la madre y hermana de Antonio Salvador (padre) llevaron adelante ese bar con buen criterio, fue Antonio (Toni) quien lo puso a niveles de ser el mejor o uno de los mejores de la provincia. Toni (padre) se empeñó en ser dueño del mejor bar de tapas de toda la comarca y lo consiguió a base, incluso, de perder algunas veces dinero.
Se vendiera o no, en su cocina y por lo tanto en su barra estaba todo lo mejor que encontraba en el mercado de abastos. La fama es difícil de conseguir y, aprovechando la coyuntura, los lunes una serie de personajes, entonces llamados "gosos de poble", acudían al Bar Toni a almorzar excelentes mariscos y otras exquisiteces a precios de sardinas en escabeche. No contento con eso, Toni (padre) acudía a todos los bares de la localidad con una cierta frecuencia y en aquellos tiempos, en los que era bastante usual la tertulia de barra, invitaba a todos cuantos en ella se encontraban. Pocos son los que saben que antes de cosechar hay que sembrar.
Con tan buena cocina y esas costumbres tan contrarias a su economía personal, consiguió Toni la fama que le situó en el número uno, local y provincial, de los bares de tapas en un tiempo en el que había tanta hambre como ganas de comer. En esas fechas llegaron a España los primeros turistas extranjeros y, a los que recalaron por las playas próximas, "alguien" se encargó de decirles que en el pequeño pueblo de Cabanes había un bar donde se cocinaban los mejores manjares a precios más que razonables. Sería verdad puesto que aquellos extranjeros, principalmente alemanes, visitaron el Toni y volvieron otros muchos años creando incluso amistad con el dueño.
Los tiempos han cambiado y ya nada es como antes. El Bar Toni está donde estaba y sigue habiendo aquel surtido descomunal de tapas de todas clases pero, ya nada es novedad pues la gente ya no hacemos caso de nada. Ya nadie busca aquella tapa especial y se va más por inercia que por otra cosa. Una verdadera lástima...
RAFAEL FABREGAT
NOTA.- Entrada dedicada a Artemio Siurana.