Dentro del militarismo celta los conflictos armados entre los reinos vecinos eran constantes, unas veces para defender derechos históricos y otras para ampliar territorios,
aprovechando coyunturas adversas de los demás.
Dependiendo de las circunstancias, las tribus celtas se aliaron en múltiples ocasiones con el propio diablo a fin de conseguir el objetivo de vengar una afrenta o derrotar a otras tribus celtas. En esta lucha contra el orgullo buscaron la colaboración de romanos, griegos y todo aquel que estuviera dispuesto a ayudarles puesto que la guerra tribal estuvo muy presente en las sociedades celtas.
Sin embargo esta prenda es muy poco frecuente, lo que demuestra que solo estaría al alcance de guerreros de alto rango. También son de esta época y más abundantes que la malla los cascos, aunque en general los combatientes celtas solían llevar escasa protección. Salvo en Irlanda y norte de Gran Bretaña, la conquista romana extinguió la independencia de los pueblos celtas por lo que tras esa época invasiva quedaba ya muy poco de aquellas luchas tribales anteriores y solo Irlanda siguió manteniendo parte de aquel estilo de luchas entre la élite regional, que se mantuvo viva hasta la llegada de los vikingos y las invasiones normandas.
La lucha a pie, sin armadura pero con cascos, luchando con espadas, lanzas, hachas y jabalinas y siempre protegidos con su escudo correspondiente. Las invasiones vikingas no solían ser muy numerosas y se limitaban a simples avanzadillas llegadas por mar. Sin embargo las invasiones normandas del siglo XII fueron muy distintas. La ineficacia de las tácticas de resistencia tradicional obligaron a los celtas irlandeses a evolucionar a estilos de guerra más propios de la época medieval, apoyados por mercenarios de élite. Estos mercenarios se denominaban Gallowglass y eran de origen escandinavo.
Los Gallowglass eran grupos de apenas un centenar de hombres especializados, de lucha feroz y frenética, profesionales de la guerra que vendían sus servicios militares a cambio de tierras y posición entre los nobles a quienes servían. En plena Edad Media habían alrededor de 60 clanes de este tipo bajo control de la nobleza irlandesa. Pero todo aquello pasó. Los valientes celtas y sus mercenarios marcharon como marcharemos todos y sus descendientes se entremezclaron unificando su cultura. Las guerras tribales habían dado paso a otra época muy distinta: el fortalecimiento de la nobleza, la unificación de territorios y el nacimiento de grandes naciones.
RAFAEL FABREGAT
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