Conquistados los últimos reductos cántabros y astures en el año 19 a.C. la totalidad de la Península Ibérica estaba dominada por Roma. No hay apenas noticias de que los romanos fueran más allá, pero un equipo de arqueólogos de la Universidad de la Laguna ha determinado que Roma llegó a las Islas Canarias. Tal afirmación está demostrada con el hallazgo de una cantidad ingente de moluscos (Stramonita haemastona) procesados para obtener el citado tinte púrpura. En el mismo lugar se han encontrado numerosos restos de cerámica de origen romano que no serían otra cosa que utensilios de la vida cotidiana de aquellos especialistas del tinte que pasaban largas temporadas en las islas en la preparación de este producto.
Todos los hallazgos obtenidos datan de entre el siglo I a.C. y el I d.C., época en la que los romanos desarrollaron este trabajo en las Islas Afortunadas. Nada más se sabe del periodo intermedio entre la decadencia romana y la llegada de los españoles, exceptuando algunas referencias árabes que hablan de unas "islas atlánticas" que bien pudieran ser las Canarias. Lo que sí está claro es que las islas ya estaban habitadas por los aborígenes, a quienes los bereberes llamaban "guanches", gentes que se presume llegaron del continente africano próximo entre el siglo X y el V a.C. Sin embargo no es hasta el siglo XIII cuando las visitas de europeos a las Islas Canarias se hacen frecuentes.
Hispanos, portugueses e italianos buscan rutas marítimas hacia oriente, en busca de la seda y las especias, cuando no los esclavos y el oro africano. En el siglo XIV las técnicas de navegación y la cartografía han adelantado sobremanera y las Islas Canarias ya aparecen en los mapas. Diferentes monarquías europeas están en expansión, en lucha contra anteriores conquistas árabes. La primera visita europea documentada a las Canarias fue la del genovés Lanzarotus Marocelus
que llegó a Lanzarote en 1312 y permaneció en la isla durante más de veinte años, motivo por el cual ésta lleva su nombre.
A partir de entonces la existencia de las Canarias es conocida en toda Europa. Génova y Portugal se interesan en su dominio, pero son los castellanos quienes las conquistan.
La resistencia de los aborígenes fue brutal pues muchos de ellos viven en cuevas inexpugnables de las montañas, mientras otras les sirven de graneros o de necrópolis. Prueba de ello son los casi cien años que costó su conquista definitiva. La primera llegada y explotación de los tintes canarios la hizo el normando Jean de Bethencourt en el año 1402 con el apoyo de Enrique III de Castilla aunque, tratándose de un interés particular, prontamente obligó a entregar sus recursos al rey de Castilla. La conquista de Lanzarote costó tres años, pero aquello era solo el comienzo.
Bethencourt permaneció en las Canarias hasta 1412 cuando vendió sus derechos al conde castellano Enrique de Guzmán a partir de cuyo momento las islas fueron sometidas a constantes permutas y divisiones. En 1478, tras el dominio de Lanzarote, Fuerteventura, el Hierro y la Gomera, los Reyes Católicos se plantean el dominio definitivo de las restantes islas, las más grandes y peligrosas y es entonces cuando comienza la etapa más épica y peligrosa. Tras varios intentos y otros tantos fracasos, el capitán aragonés Juan Tejón se dirige con 650 soldados castellanos a la conquista de Gran Canaria, poblada por 40.000 aborígenes. Apenas desembarcar 20.000 guerreros isleños caen sobre los hombres de Tejón, pero lo hacen en ataque frontal y solo armados de piedras y lanzas de madera, lo que permite a los castellanos matar a 300 isleños y repeler el ataque.
Los castellanos no salen ilesos y son muchos los españoles que quedaran sin dientes por las pedradas recibidas. Solo la muerte del líder Doramás permitió dominarles. El siguiente objetivo fue la Isla de La Palma. En principio presentaba poco obstáculos puesto que solo estaba habitada por 2.000 nativos, fragmentados en 12 reinos. Menos el de la Caldera de Taburiente, todos ellos fueron rápidamente conquistados en 1492. Solo el último rey se resistió con un centenar de hombres, amparados en lo escarpado del terreno. Finalmente el rey fue apresado y embarcado hacia Castilla, pero se declaró en huelga de hambre, muriendo de inanición antes de llegar a su destino.
Valle de Aguere, lugar de la última batalla. |
Estátua de Bencomo, en Candelaria. (Tenerife) |
RAFAEL FABREGAT
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