29 de agosto de 2012

0778- EL CONFLICTO DE ASIA MENOR.

La I Guerra Mundial trajo importantes cambios, no todos para bien. 
Uno de los peores fue el empleo de armas químicas y la muerte de miles de combatientes que sirvieron de conejillos de indias para la prueba de sus efectos sobre el campo de batalla. 
El objetivo principal era acabar con el Imperio Otomano que, tras la contienda, quedó reducido a la ciudad de Estambul y un pequeño territorio de Asia Menor. 
Derrotados los turcos y acabada la guerra faltaba fijar las condiciones de paz, en las que poco tenía que decir el perdedor. 
Según lo convenido en la Conferencia de París de 1.919 y posterior Tratado de Sevres de 1.920, un acuerdo de paz entre el derrotado Imperio Otomano y los aliados repartía el territorio entre los vencedores. ¡Para eso son las guerras!.

De acuerdo con lo pactado, en la Anatolia Central se creó el estado de Kurdistán pasando algunos distritos a ampliar la República de Armenia que se había independizado de Rusia. El Reino de Grecia recibía la Tracia Oriental, Imbros, Ténedos y Esmirna; quedó fijada la total independencia de Egipto, Hedjaz y Yemen; Mosul, Palestina y Transjordania quedaron bajo administración británica; Siria, Líbano y Alejandreta bajo administración francesa, con algunas influencias adicionales en Cilicia; Chipre quedó para los británicos y Castellorizo para los italianos, con influencia adicional en la región de Antalya. Estados Unidos y Rusia quedaron fuera del tratado.

Dicho Tratado, aceptado por el sultán Mehmed VI como un mal menor, nunca fue ratificado por el grueso del Imperio Otomano. 
Los nacionalistas, al mando de Mustafá Kemal Atatürk, se levantaron en armas contra griegos y armenios logrando mantener en su poder Anatolia y Tracia Oriental, eliminando al mismo tiempo las influencias de Francia e Italia. 
Este movimiento nacional pactó relaciones internacionales con la Unión Soviética en 1.921 y posteriormente con Francia. 
Los acuerdos de Kümrü y Kars fijaron las fronteras orientales definitivas de Turquía. 
La fortaleza de sus ataques había dejado sin efecto el Tratado de Sevres y propició la firma de uno nuevo, el Tratado de Lausana de 1.923.  ¡En los despachos se ganan más guerras que en el frente...!

El Imperio Otomano había desaparecido de la faz de la tierra, pero Turquía se levantaba nuevamente ya no como un país derrotado, sino como una nueva República potente y estratégica. 
Encrucijada entre Europa y Asia, históricamente había tenido mucho que decir y seguiría teniéndolo. En esta nueva singladura sus gobiernos tuvieron clara la conveniencia de una excelente relación con los países occidentales y se afilió al Consejo de Europa y a la OTAN, así como a la OCDE, la OSCE y el G-20. Políticos y economistas de todo el mundo la clasifican como primera potencia regional. La derrota del Imperio quedaba olvidada. Con su valentía, Mustafá Kemal había transformado la derrota en el renacer de una nueva Republica que tenía mucho que ofrecer al mundo. De hecho, Turquía ya entró en la II Guerra Mundial de la mano de los Aliados, convirtiéndose en miembro de las Naciones Unidas.
El Conflicto de Asia Menor quedaba relegado a los anales de la Historia...

RAFAEL FABREGAT

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