Ojalá me equivoque y no se cumplan nunca mis miedos pero el accidente de Japón, como el Chernóbil, no solo puede ocurrir en muchos otros puntos del planeta, si no que incluso podría ser de consecuencias más nefastas todavía.
Lógicamente a todos nos gusta que, cuando le damos al interruptor de la luz, la lámpara se encienda como si de un aparato mágico se tratara. Sin embargo todos sabemos que la cosa no es tan fácil ni tan ecológica. Detrás de esa bombilla que alumbra nuestras oscuridades, hay todo un mundo de contaminación y de peligros para el mundo que nos cobija. Es cierto que algunos de los sistemas de producción energética son prácticamente inocuos, pero son un porcentaje demasiado bajo. La energía hidráulica es seguramente la de mayor potencial, seguida de la eólica y la solar, pero con toda seguridad apenas cubren entre las tres un 40% de la demanda mundial de electricidad.
Las llamadas energías renovables no son, de momento, suficientes para cubrir nuestras necesidades, pero indudablemente deberíamos tener claro que todo cuanto se haga en favor de su expansión es de nuestro interés y merece el apoyo de nuestros gobernantes.Todos sabemos que los principales sistemas actuales de producción energética son la quema de elementos fósiles, extremadamente contaminantes como el petróleo o el carbón, de la misma forma que también sabemos que el sistema menos contaminante pero más peligroso es el nuclear. Indudablemente toca elegir, porque todos tenemos claro que sin electricidad no queremos vivir. La apuesta, de momento, pasa obligatoriamente por la energía nuclear.
Todos esperamos que nuestros científicos encuentren, en el más breve plazo posible, una alternativa pero, de momento...
Visto lo visto en el terremoto de Japón, ya con el precedente habido en la central nuclear de Chernóbil el 26 de Abril de 1.986, está claro que el tema de "las nucleares" no es para tomárselo a la ligera. O se hacen las cosas bien o cualquier día nos vamos todos por los aires. ¿Acaso hemos olvidado la fragilidad del lugar donde vivimos?. Pues bien, en mi modestia, me permito recordarles a esos sabios científicos que no deben realizarse instalaciones tan peligrosas sin la debida garantía. La vida de todo un planeta está en sus sabias manos, demasiadas veces inconscientes, en aras de ofrecer a quienes les pagan los objetivos exigidos.
La catástrofe de Chernóbil, que contaminó en mayor o menor grado casi toda Europa, fue el primer aviso de que esta clase de "juguetes" no admiten ligerezas de ningún tipo. Lo de entonces fue un simple simulacro de lo que podía ocurrir en caso de fallo en el suministro eléctrico y que, para desgracia de todos, se convirtió en realidad al no poder conectarlo después.
El sobrecalentamiento provocó la explosión del reactor y se estimó en su día que el material radioactivo liberado a la atmósfera fué 500 veces el provocado por la bomba atómica de Hiroshima. Directamente murieron tan solo 31 personas, pero se forzó la evacuación inmediata de 116.000 personas y se detectó raidoactividad en 13 países europeos, con descontaminación masiva de 600.000 habitantes de las zonas colindantes. Veinte años después 100.000 de estas personas han muerto. Con la medalla al mérito, pero muertas están.
Visto lo visto en el terremoto de Japón, ya con el precedente habido en la central nuclear de Chernóbil el 26 de Abril de 1.986, está claro que el tema de "las nucleares" no es para tomárselo a la ligera. O se hacen las cosas bien o cualquier día nos vamos todos por los aires. ¿Acaso hemos olvidado la fragilidad del lugar donde vivimos?. Pues bien, en mi modestia, me permito recordarles a esos sabios científicos que no deben realizarse instalaciones tan peligrosas sin la debida garantía. La vida de todo un planeta está en sus sabias manos, demasiadas veces inconscientes, en aras de ofrecer a quienes les pagan los objetivos exigidos.
La catástrofe de Chernóbil, que contaminó en mayor o menor grado casi toda Europa, fue el primer aviso de que esta clase de "juguetes" no admiten ligerezas de ningún tipo. Lo de entonces fue un simple simulacro de lo que podía ocurrir en caso de fallo en el suministro eléctrico y que, para desgracia de todos, se convirtió en realidad al no poder conectarlo después.
El sobrecalentamiento provocó la explosión del reactor y se estimó en su día que el material radioactivo liberado a la atmósfera fué 500 veces el provocado por la bomba atómica de Hiroshima. Directamente murieron tan solo 31 personas, pero se forzó la evacuación inmediata de 116.000 personas y se detectó raidoactividad en 13 países europeos, con descontaminación masiva de 600.000 habitantes de las zonas colindantes. Veinte años después 100.000 de estas personas han muerto. Con la medalla al mérito, pero muertas están.
Los niveles más altos de contaminación se encuentran en las capas superficiales del suelo y son absorbidos por plantas y hongos, entrando en la cadena alimenticia. Para la semidesintegración del estroncio-90 y del cesio-137, se estima que ha de transcurrir un mínimo de 30 años. ¿Cuantas generaciones sufrirán las consecuencias?. Y a pesar de todo lo antedicho... ¿que se aprendió de aquel accidente?. Por lo visto, bien poco o nada. Todos tenemos claro que, de momento, la energía nuclear es imprescindible para poder dar el servicio eléctrico que la población mundial demanda, sin embargo es igualmente necesario conseguir un grado de seguridad total, hoy por hoy inexistente.
El terremoto de Japón evidenció, una vez más, el peligro que supone la falta de refrigeración del núcleo del reactor. Ninguna central debería estar en funcionamiento sin alternativas que garantizasen dicha refrigeración, en el caso de fallo del suministro principal y fuera cual fuere la causa de interrupción. Los adelantos tecnológicos instalados en las centrales nucleares han demostrado ser eficaces y suficientes en todos los aspectos quedando, como único punto débil y peligroso, el sistema de refrigeración del núcleo. Ese es el Talón de Aquiles de las centrales nucleares y sobre el que arquitectos e ingenieros deberían incidir. Resulta obligada la instalación de alternativas para el caso de fallo en el sistema principal de refrigeración. Naturalmente, no es fácil tener en la manga un as de ese calibre.
Si fuera fácil ya estaría colocado, pero más de cuatro creemos que no se trata de un impedimento técnico, sino económico y por lo tanto posible de salvar. O se hacen las cosas bien o todos saltaremos por los aires. La rentabilidad del sistema, sin duda lo permite y siendo así las administraciones deberían exigirlo. Creo que ya está bien de poner en peligro la vida de las personas. Visto lo visto, sin ese requisito ninguna central debería obtener el permiso de operar. Aún en territorios sin peligro sísmico evidente, la administración no debería autorizar su funcionamiento, sin la doble garantía de refrigeración puesto que tal eventualidad puede producirse por otras muchas causas. Hay que apostar por las energías renovables. Hace 35 años fue Chernóvil, después Japón pero, ¿quién será mañana...?
RAFAEL FABREGAT
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