Según la Lista Real Sumeria, el fundador de Uruk fue el rey Enmerkar, constructor también del Templo de Eanna, dedicado a la diosa Innana que posteriormente se llamaría Ishtar y del que se conocen algunos datos gracias a la historia épica que narra la disputa de este rey, contra el monarca vecino de Aratta, por la obtención de piedra caliza para la construcción de dicho templo ya que dentro del valle no existía este recurso.
Uruk fue el primero y el más importante núcleo de población del mundo y cuna de poderosos reyes como Enmerkar o Gilgamesh, que propagaron su cultura e influencia por toda Mesopotamia.
Su fundación como pueblo neolítico va más mucho más allá del año 5.000 a.C. aunque su periodo de mayor esplendor transcurrió entre los años 4.000 y 3.200 a.C. llegando a alcanzar una extensión de 700 hectáreas, en una época en que ningún otro estado de su entorno superaba las diez.
Dentro de sus fronteras fue creada una sociedad compleja, de gran diversificación, que llegó al máximo exponente sumerio en el ámbito comercial, burocrático y militar.
Se cree que tal predominio sobre los pueblos cercanos se debió sobre todo a la gran riqueza de las tierras del valle que ocupaban y por lo tanto al excedente de alimentos que sus campos producían, lo que les permitía el comercio con otras regiones y el disfrute de otras ocupaciones más gratificantes que engrandecieron su cultura y su poder sobre los pueblos vecinos. Ese tiempo sobrante fue sin duda alguna el que propició su poder creativo y por ello la creación antes citada de los elementos cilíndricos y sus aplicaciones a la vida diaria.
Sin embargo la riqueza agrícola y sus muchos adelantos respecto de los pueblos vecinos, no lo era todo y las dinastías reinantes tuvieron etapas bien diferentes. El estado crecía y menguaba con relativa facilidad, debido a las constantes guerras con los reinos de la región mesopotámica, que también querían obtener la supremacía. Sin embargo, mientras a su alrededor se vivía de forma casi prehistórica, Uruk era un estado moderno con dos núcleos poblacionales (Eanna y Kullaba) que acabaron uniéndose y en los que se encontraban importantes templos, edificios administrativos, talleres artesanales y casas de piedra tallada y adobe, todo ello rodeado por un importante cinturón de tierras de labor que les producían sustanciosas cosechas.
Sus gentes estaban agrupadas en gremios y desarrollaron una vida avanzada y moderna que superaba con creces a los demás reinos de la región mesopotámica. Una serie de canales procedentes del Éufrates cubría las necesidades de los campos y de la población, a la vez que permitía el transporte comercial entre las diferentes ciudades sumerias y el Golfo Pérsico, motivo por el cual se la conocía como "la Venecia del desierto". Gobernada por cinco diferentes dinastías, Uruk siguió como principado de Ur (Babilonia) hasta la llegada de los imperios aqueménida, seléucidas y partos, aunque con algunos periodos de independencia. Finalmente y después de una historia de casi 6.000 años, la ciudad de Uruk fue abandonada parcialmente hacia el siglo III d.C. y destruida completamente en la invasión árabe de Mesopotamia en el siglo VII d.C., motivo por el cual fue abandonada totalmente.
La ciudad de Uruk, a unos 300 Km. al sur de Bagdad, fue descubierta en el año 1.849 por el arqueólogo William Loftus que realizó, primeramente por su cuenta y después con el mecenazgo de algunos museos, excavaciones durante los cuatro años siguientes aunque de forma bastante superficial. Los descubrimientos más notables no llegarían hasta 1.912 cuando un equipo alemán retomó las excavaciones descubriendo al Templo de Innana y el muro perimetral de la antigua ciudad. De todas formas no sería hasta después de la II Guerra Mundial (1.954) cuando se encuentra la "Lista Real" y un importante número de tablillas sumerias del 3.300 a.C. Varias guerras posteriores han seguido parando las excavaciones, pero el interés por la historia de Uruk no ha dis
A los habitantes de la Tierra que seguirán nuestros pasos, ya no les será necesario escarbar más en la tierra buscando huellas del pasado. Ya todo estará visible o desaparecido para siempre. Yo soy un amante curioso de la historia. Me gusta indagar, saber sobre tiempos remotos, pero soy enemigo radical de aquellos trabajos que implican el sacrilegio de robarle los muertos a la tierra. Está claro que no hay una cosa sin la otra, pero no puedo remediarlo. Me gusta conocer la forma de vida de nuestros antepasados y el lento avance que tuvieron que soportar a lo largo de su paso por este mundo, pero cuando veo los miles de huesos y momias que llenan nuestros museos, no puedo por menos que preguntarme quienes somos nosotros para sacar de su tumba y de su descanso eterno esos cuerpos que, después de tantas vicisitudes, encontraron en la muerte la paz de sus cuerpos y de sus almas. ¿Por qué no dejamos que los muertos descansen en paz...?
RAFAEL FABREGAT
Sello cilíndrico y resultado de su uso. |
Sin embargo la riqueza agrícola y sus muchos adelantos respecto de los pueblos vecinos, no lo era todo y las dinastías reinantes tuvieron etapas bien diferentes. El estado crecía y menguaba con relativa facilidad, debido a las constantes guerras con los reinos de la región mesopotámica, que también querían obtener la supremacía. Sin embargo, mientras a su alrededor se vivía de forma casi prehistórica, Uruk era un estado moderno con dos núcleos poblacionales (Eanna y Kullaba) que acabaron uniéndose y en los que se encontraban importantes templos, edificios administrativos, talleres artesanales y casas de piedra tallada y adobe, todo ello rodeado por un importante cinturón de tierras de labor que les producían sustanciosas cosechas.
Sus gentes estaban agrupadas en gremios y desarrollaron una vida avanzada y moderna que superaba con creces a los demás reinos de la región mesopotámica. Una serie de canales procedentes del Éufrates cubría las necesidades de los campos y de la población, a la vez que permitía el transporte comercial entre las diferentes ciudades sumerias y el Golfo Pérsico, motivo por el cual se la conocía como "la Venecia del desierto". Gobernada por cinco diferentes dinastías, Uruk siguió como principado de Ur (Babilonia) hasta la llegada de los imperios aqueménida, seléucidas y partos, aunque con algunos periodos de independencia. Finalmente y después de una historia de casi 6.000 años, la ciudad de Uruk fue abandonada parcialmente hacia el siglo III d.C. y destruida completamente en la invasión árabe de Mesopotamia en el siglo VII d.C., motivo por el cual fue abandonada totalmente.
La ciudad de Uruk, a unos 300 Km. al sur de Bagdad, fue descubierta en el año 1.849 por el arqueólogo William Loftus que realizó, primeramente por su cuenta y después con el mecenazgo de algunos museos, excavaciones durante los cuatro años siguientes aunque de forma bastante superficial. Los descubrimientos más notables no llegarían hasta 1.912 cuando un equipo alemán retomó las excavaciones descubriendo al Templo de Innana y el muro perimetral de la antigua ciudad. De todas formas no sería hasta después de la II Guerra Mundial (1.954) cuando se encuentra la "Lista Real" y un importante número de tablillas sumerias del 3.300 a.C. Varias guerras posteriores han seguido parando las excavaciones, pero el interés por la historia de Uruk no ha dis
A los habitantes de la Tierra que seguirán nuestros pasos, ya no les será necesario escarbar más en la tierra buscando huellas del pasado. Ya todo estará visible o desaparecido para siempre. Yo soy un amante curioso de la historia. Me gusta indagar, saber sobre tiempos remotos, pero soy enemigo radical de aquellos trabajos que implican el sacrilegio de robarle los muertos a la tierra. Está claro que no hay una cosa sin la otra, pero no puedo remediarlo. Me gusta conocer la forma de vida de nuestros antepasados y el lento avance que tuvieron que soportar a lo largo de su paso por este mundo, pero cuando veo los miles de huesos y momias que llenan nuestros museos, no puedo por menos que preguntarme quienes somos nosotros para sacar de su tumba y de su descanso eterno esos cuerpos que, después de tantas vicisitudes, encontraron en la muerte la paz de sus cuerpos y de sus almas. ¿Por qué no dejamos que los muertos descansen en paz...?
RAFAEL FABREGAT
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