Así, señores, no se puede volar. ¿Nuestra vida a expensas de que a un piloto se le crucen los cables?. ¡Que no hombre, que no!. Y conste que no estoy criticando a la compañía en cuestión, sino a la normativa que permite volar en esas condiciones.
Lo más inaceptable es que este caso ya se ha repetido varias veces (no menos de 6) y muchas más que habrá si no se le pone remedio. Perdonamos los fallos técnicos, los accidentes y las limitaciones humanas, pero no el que a un energúmeno se le vaya la olla y se cargue a un avión lleno de pasajeros. Eso... ¡es inaceptable!. Y lo es, porque evitarlo es posible.
Siendo prácticamente imposible que dos pilotos se vuelvan locos de repente, la solución a estos desastres es tan simple como que nunca quede en la cabina del avión un solo piloto. ¿Cómo hacerlo?.
Para empezar, podrían ser tres y no dos los pilotos que viajen en cabina. Más aún, en esa cabina debe viajar también una azafata que atienda las necesidades de los pilotos. De hecho la normativa europea dice que nunca debe quedar una persona sola en cabina y que un auxiliar debe acompañar al que se quede, pero solo es obligatorio mientras el avión aterriza o despega. ¡Que sea pues durante todo el vuelo!, aunque yo optaría por tres pilotos y no dos. De haber tres, si por cualquier indisposición del comandante o del copiloto, uno de ellos necesita salir de la cabina, quedarían dos para pilotar el avión, más la azafata que pueda atender una eventualidad. Al fin y al cabo solo estamos hablando de dinero. Si tal elemento de seguridad fuera obligatorio para todas las compañías, no habría diferencia económica en este sentido.
Estamos hablando de un sueldo más... ¿Cuanto darían los familiares de los fallecidos por recuperar a sus seres queridos sanos y salvos?. Porque hasta hace bien poco la gente rezaba cuando cogía un avión pensando en una posible avería, en una tormenta de difícil escape, en una aterrizaje desafortunado pero... ¿Quien ha pensado alguna vez que el piloto puede ser un descerebrado?. Pues bien, en adelante ese será uno más de nuestros miedos a la hora de coger un avión. Y así, señores, no se puede volar.
RAFAEL FABREGAT
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