Yo jamás he sido monárquico. Es más, siempre he pensado que era un gasto más a soportar por los sufridos contribuyentes, los currantes de siempre. Sin embargo, no habiendo conocido otra cosa más que la Dictadura y la Monarquía, pero con un amplio conocimiento de lo que fue la II República Española, me quedo sin ninguna duda con la etapa que ha vivido nuestro país de 1975 a esta parte.
Si comparamos etapas anteriores no hay color. Los pobres hemos trabajado (no todos) como burros, pero hemos alcanzado metas impensables, nunca conocidas por el proletariado. A mí lo que me cuenten unos y otros me trae sin cuidado. Los resultados son los que cuentan. Nacido en 1949 y siendo mis padres pobres de solemnidad, con ideas socialistas rayando el anarquismo, conocí y sufrí en mis carnes la posguerra de los perdedores y conozco de primera mano lo que fueron los cinco años de la España republicana. Un tercio largo de mi vida se desarrolló en Dictadura y el resto en Democracia de Monarquía Parlamentaria. Mi opinión política es que el anarquismo, no conviene al país ni a la gente que busca la paz y el trabajo. El anarquismo es antidemocrático puesto que pretende imponer sus ideas al resto.
El anarquismo es el fascismo de las izquierdas y una dictadura más al fin y al cabo. Algo que no cabe en la cabeza de la gente liberal y democrática. Los fascistas no me gustan en absoluto, ni los de izquierda ni los de derecha. Para mí no hay nada tan importante como la libertad. Ojalá hubiera más y que cada cual cosechará, única y exclusivamente, el fruto de su trabajo. Visto lo visto no entiendo que en nuestro país sobre el Rey, sabiendo como sé, lo mucho que ha hecho por la paz y la economía. Lo que sobran son los golfos, gente improductiva, antisistema, que viven del trabajo de los demás. Gente que rompe escaparates a pedradas pero que a la hora de comer se sientan a la mesa y siempre tienen un plato de comida.
Yo no sé qué es eso. En mi casa para comer tomates antes hemos tenido que trabajar la tierra, plantarlos, regarlos...
Aquello que no hemos producido con nuestras manos y nos ha apetecido comer, lo hemos comprado con el fruto de nuestro trabajo. Ese intercambio previo a la invención del dinero. Tú me das yo te doy. Yo te arreglo el coche y tú me podas los árboles. Yo te hago una escoba y tu me haces un duplicado de la llave de mi casa. En mi cabeza no cabe eso de ocupar casas ajenas y salir a la calle a tirar pedradas porque su dueño las reclama. Aún siendo hijo de padres socialistas, rayando el anarquismo, en mi casa no me enseñaron esa forma de actuar.
Me da la impresión que los auténticos anarquistas no vienen de casa pobre. Destrozan porque no saben lo que cuesta levantarlo. Como la mayoría quiero la paz y la libertad, pero tengo claro que mi libertad acaba cuando choca contra la de los demás. Entre la libertad de unos y otros está el respeto que todas las personas de bien se deben unas a otras. No creo que sea difícil de entender. En cuando al tema de Monarquía o República, no creo que haya ninguna diferencia económica, que es al fin y al cabo lo que cuenta. Desde el momento en que ambas sean Constitucionales y Democráticas, las dos están regidas por un Congreso votado por el pueblo, que es el que decide lo que conviene en cada momento.
Al fin y al cabo la Monarquía en sí poco o nada tiene que ver en el éxito o en el fracaso de un país. Son los políticos, todos dictadores,
los que pretenden imponer su voluntad. También los de izquierda. Pero el juego democrático es el voto que el pueblo tiene para frenar extremismos que (casi) nadie quiere. Cada cuatro años tenemos el poder de cambiar a nuestros gobernantes y desde luego no será un pulpo el que cambie el sentido de nuestro voto. Sobra por tanto el referéndum para determinar si queremos que siga la Monarquía o que se implante la República. Ya se verá en las próximas elecciones. Hasta ahora, en ninguna consulta han triunfado opciones republicanas. Está claro pues lo que queremos...¡De momento!.
Somos lo suficientemente maduros para saber que de golfos no vamos a escapar y que tanto lo son la izquierda como la derecha. También somos lo suficientemente maduros para saber que los extremismos no llevan lejos ni a nada bueno. Por lo tanto debe entenderse que el referéndum que se pide es un gasto innecesario puesto que el resultado es conocido de antemano. Bien es verdad que estamos atravesando un mal momento, pero no creemos que los extremistas tengan la solución a nuestros males. Desgraciadamente estamos inmersos en un mundo global y solo desde el trabajo y la competitividad podremos salir a flote. Etapa complicada, pero creo que la solución esté en la República. ¿Y si probáramos todos a trabajar...? Sobre todo los que viven del cuento, claro está.
RAFAEL FABREGAT
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