Los despistes no son cosa de la edad, sino de los despistados. Lo que voy a contar sucedió hace treinta y cinco años, cuando yo solo contaba treinta. Estaba construyendo mi casa. Bueno la estaban construyendo los albañiles pero, en aquella época, uno colaboraba en cuanto podía pues no había los impedimentos legales de ahora. Acarreaba el agua, acercaba los ladrillos al albañil, preparaba la mezcla de cemento y arena, etc., etc. En un momento determinado el albañil me dijo que se les había terminado el yeso y necesitaba plantar unas reglas con las que alinear la nueva pared a construir.
- ¡Tranquilo! -le dije- voy en un momento y te lo traigo.
El yeso se envasa en prácticos saquitos de 20 Kg. Con uno tenía de sobras para atender las necesidades del albañil pues este material se gasta poco al comienzo de la obra. El almacén de materiales de construcción estaba a unos 300 metros de mi casa y marché con mi SEAT-600 a comprar el yeso solicitado.
- Hola, buenos días -saludé a la llegada al almacén.
En un pequeño pueblo de 3000 habitantes todos nos conocíamos y había una cordialidad que actualmente empieza a faltar. Le dije al empleado lo que necesitaba y tras firmar el correspondiente albarán me dijo que cogiera el saquito yo mismo de la pila, con lo cual me lo eché al hombro y marché rápidamente para hacérselo llegar al albañil.
La mañana transcurrió sin incidentes. Se plantaron las reglas de alineación y la pared subía rápidamente puesto que yo ayudaba en todos los menesteres y el albañil no paraba de colocar un ladrillo tras otro. Ya cerca del mediodía sonó el teléfono.
- ¿Rafael? -oí al otro lado.
- Dime, ¿quien es? -respondí.
- Soy José Miguel, del almacén de Materiales el Arco. Oye que... ¿tú no has perdido nada? -me dijo.
- Pues no. Creo que no. ¿Porque lo dices? -respondí.
- Por nada, por nada... ¡es que tenemos en la puerta un coche aparcado con las puertas abiertas parecido al que tú tienes y pensé si sería el tuyo...
- ¡Ostia, que cabeza, he ido en coche y he vuelto con el saco al hombro...!
RAFAEL FABREGAT
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