Especialmente desde que hemos entrado en el siglo XXI, se habla mucho del "cambio climático", del hielo que se derrite en los polos y de la inmensa catástrofe que esto puede significar para la humanidad. Espero que se disipen los miedos y que tal catástrofe sea una simple etapa natural del planeta, como tantas veces ocurrió en épocas pasadas miles de años anteriores a nuestro tiempo. ¿Qué adelantamos con asustarnos?: ¿Acaso está en nuestras manos pararlo?. La Tierra es "un barco a la deriva" único e irreemplazable por lo que quienes sean culpables de tanto desatino caerán, si es que hay que caer, con todos nosotros. Esa es nuestra mayor garantía de que no se llegará a tanto.
Cabanes, pequeño pueblo de la provincia de Castellón (España), fue desde muy antiguo uno de los municipios más destacados de su comarca, superando en habitantes a ciudades hoy tan importantes como Nules, Onda, etc. El hoy tan famoso "cambio climático" aquí ya tuvo su máximo exponente a finales de la década de 1950 cuando el empresario local Laureano Boira, tendero de profesión, se hizo cargo de la explotación del Teatro-cine Benavente.
Su interés personal y el de hacer brillar el nombre de nuestro querido pueblo en todo el ámbito comarcal, hizo que se dieran cita en su teatro las primeras figuras nacionales de la canción y las supervedettes más espectaculares.
La respuesta de la gente no se hizo esperar y las 400 butacas de platea se reservaban con semanas de antelación, amén de seis bancos corridos que había en primer lugar, junto al escenario, 200 localidades de gallinero y muy especialmente los dos palcos, un cuarto de circunferencia de 4 m. de radio a cada lado del escenario, donde se daban cita los mas "echaos p'alante" de la localidad. Lo mismo sucedía con el local en su versión cinematográfica. Las mejores y más recientes películas, con estrenos incluso anteriores a las salas de la capital provincial, garantizaban el lleno absoluto y más localidades que hubiera habido disponibles. El mayor "cambio climático" del siglo XX sucedió en Cabanes con la exposición de la 2ª parte de la película "Quo Vadis", candidata a 8 Oscar pero que sin embargo no obtuvo ninguno.
El empresario anunció a bombo y platillo el pase de la película que tuvo un éxito sin precedentes, pero siendo la cinta de 5 horas y 45 minutos de duración la pasó en dos domingos consecutivos. Si el primer domingo el cine estaba a rebosar, para el segundo domingo se añadieron algunos curiosos que, ante el éxito de la película, aquello se desmadró por completo. En los dos "gallineros", donde apenas cabían 200 personas se amontonaron 300 y en el pasillo central y los dos laterales del patio de butacas, pusieron sillas plegables para acomodar a tres espectadores más por cada fila. En la sesión de noche, aún pudieron abrirse las puertas laterales para que la gente pudiera respirar pero en la sesión de tarde y en medio de un Agosto extremadamente seco y caluroso...
Casi mil espectadores, para una sala de 600 y la mitad fumando sin parar, crearon un ambiente irrespirable y temperaturas próximas a los 50ºC. Un tal Paulino, encargado de vender helados y gaseosas entre los espectadores, hubo de tirar toda la mercancía por no poder pasar a venderla y derretirse mientras los allí presentes nos moríamos de calor y de sed. Las cuatro cajas de gaseosas de 1/4 que había adquirido para la ocasión, las vendió en el mismo hall antes de empezar la proyección. Tres horas de sesión cinematográfica sin descansos, puesto que el personal no podía entrar ni salir por estar colapsados los pasillos por aquellas sillas suplementarias... No pasó nada, aunque a más de una la sacaron en volandas a los patios laterales, hoy lleno de yerbajos, ante la falta de oxígeno en el local. Ese día y algunos otros, Cabanes experimentó el mayor "cambio climático" de su historia.
En este caso fue el tal Laureano Boira quien trajo a Cabanes el "cambio climático" aunque los cabanenses, apodados "els gallos", no se amilanaban por cualquier cosa y resistieron aquellos terribles aumentos de temperatura de muy buen grado y sin rechistar. El apodo de "Gallos" no representa animal alguno, como algunos jóvenes piensan al pegar en la trasera de sus vehículos la imagen de este animal, sino que nos vino por boca de los pueblos vecinos que, en tiempo de posguerra y con más hambre que pan, se quejaban de su mala suerte alegando que los de Cabanes en cambio tenían tierras junto a la costa, con agua abundante y en las que se cosechaban patatas, boniatos y toda clase de frutas y hortalizas en cantidad.
- Clar vosaltres sou molt gallos, ¡com teniu menjar...! -decían.
Y así quedó el apodo de "gallos" para las gentes de Cabanes. Bien alimentados durante la semana y bien "calentitos" los domingos y fiestas de guardar.
RAFAEL FABREGAT
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