Pero la afición puede más que la razón y con más pena que gloria vuelves al monte. De pronto, a primeros de Octubre, vuelve a llover. Las setas tardan en reaccionar. Para el Maestrazgo ya es tarde, demasiada altura, pero en las partes más bajas de nuestra región todavía puede haber luz al final del túnel. La ventada de mediados de Septiembre debió afectar al micocelio pero aquí la Fiesta del Pilar es fecha de inicio de temporada y los campos vuelven a estar sazonados. No tardan en escucharse las primeras voces afirmando que han salido las setas de cardo en cantidad y una semana después ya los níscalos hacen su aparición. Acabo de llenar el arcón-congelador con seta de cardo, pues nuestra zona tiene demasiada maleza para el níscalo.
Yo ya no hago caso de los níscalos, cuando la primera mitad de mi arcón-congelador está llena de ellos desde primeros de Septiembre y recogidos con "traje y corbata", como yo digo, puesto que el Maestrazgo son montes limpios de maleza. Claro que me quedaban dos capítulos por escribir y ayer (hoy pienso repetir) fui a ver si podía escribir el primero de ellos. Son muchas las setas que en nuestra casa gustan más que el robellón y más todavía si éstas son recogidas en la zona costera provincial, donde son más gustosas por tratarse de tierra ácida de rodeno. Se trata de la trompeta amarilla y lengua de vaca, que se crían en terrenos y localizaciones distintas, aunque ambas en nuestro término municipal.
Ayer sábado el día se levantó con importantes nieblas y por lo tanto con las calles totalmente mojadas. No había prisa alguna pues aquí en nuestra comarca son muy pocos los que conocen este tipo de setas y se pueden contar con los dedos de una mano quienes recogen estas verdaderas "delicatessen". Me levanté tarde y tras meterme entre pecho y espalda un buen revuelto de setas de cardo escribí mi entrada diaria al Blog. Como no conocí a mis abuelas, debo decir que el revuelto me sale como Dios... Hacia las 12 de la mañana, ya con la niebla disipada y el sol en lo alto, me fui al monte. La maleza, mayormente brezo, romero y alguna aliaga, superaba los dos metros de altura. ¿Qué ganas voy a tener yo de buscar níscalos en semejantes condiciones?.
Allí había (hay) setas para parar un tren y, aunque parezca mentira, nadie las mira a pesar de la avidez con la que persiguen otros tipos de seta y especialmente el robellón, del que vuelven heridos como si hubieran ido a la guerra. Para llenar la cesta de trompetas amarillas, en menos de media hora, apenas recorrí cincuenta metros. Teniendo en cuenta su pequeño tamaño, imaginad las que tiene que haber. Hoy, naturalmente, pienso volver. Cuando termine esta entrada al Blog me voy para allá. Antes de la una de la tarde pienso estar nuevamente en casa, con otra cesta llena de esta maravillosa seta. Una vez en casa me pongo a limpiarlas, una ducha y a comer. Hoy es domingo y, como es costumbre, vamos de restaurante. La vida son cuatro días...
RAFAEL FABREGAT
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