Marruecos es, por sus tradiciones y su variedad, otro mundo que todos deberíamos conocer. Próximo a Europa, pero más allá de los montes del Atlas africano, las casas siguen construyéndose todavía en adobe. No creo que sea por necesidad o pobreza, pues también allí hay piedra con la que levantar paredes de mampostería a coste similar.
Más bien lo harán sin duda por la protección que el barro ofrece contra las altas temperaturas que tienen al exterior de sus casas, durante buena parte del año. La antigua e imaginativa solución del barro mezclado con paja, que resiste impertérrito el paso de los años a poco que se haga un poco de mantenimiento bianual. Porque allí llueve poco pero llueve y, por extraño que nos parezca, las paredes de estas construcciones y especialmente sus techos planos, aguantan la lluvia y protegen a sus moradores, animales y negocios durante décadas, siglos a veces. Aït Ben Haddu es uno de esos pueblos, ciudad fortificada o Ksar a 185 Km. de Marrakech, donde algunos turistas descubren formas de subsistir para ellos desconocidas.
Las gentes del mal llamado "primer mundo" nos preguntamos a veces cómo se puede vivir sin apenas nada, pero se puede. Se puede, porque está demostrado que el ser humano necesita muy poco para vivir. Son los vicios de nuestro mundo, los que nos muestran como indispensables cientos de cosas que no lo son en absoluto. Incluso me atrevería a decir que esas gentes, que apenas reúnen lo necesario para alimentarse cada día, pueden ser sin duda más felices que los que nos permitimos el lujo de viajar hasta sus casas y ciudades, pensando incluso que estas gentes viven peor que los animales. ¿No seremos nosotros acaso los que vivimos peor?. Demasiadas veces nos esforzamos, dejándonos la piel en el camino, por ganar un dinero que después malgastamos en cosas innecesarias. ¿Merece la pena tanto esfuerzo para nada?.
RAFAEL FABREGAT
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