No todo el monte es orégano. Contrariamente a lo que es general en el mundo musulmán, los tuareg del Desierto del Sáhara cubren su rostro mientras sus mujeres lo muestran públicamente. Claro que esto no es nada en comparación con las costumbres de tipo sexual, ya que en dicho lugar son las mujeres y no los hombres las que tienen varios amantes sin que nadie se escandalice por ello. Hombre, ¿para qué nos vamos a engañar?, lo lógico y natural es justamente eso porque, ¿para que quiere un hombre varias mujeres, si bien justo lo tiene para poder cumplir con la suya?.
Sin embargo la mujer, por su propia naturaleza... ¡hasta con un ejército si ganas tuviera!.
Los hombres, que mala suerte, oye. Una hoy y, si eres joven, otra mañana. Si eres viejo... la semana que viene, el próximo mes o hasta dentro de un año. ¡Y no es porque no nos guste, no... ¡Cosas de la naturaleza!.
En fin, volviendo a lo de antes, en la cultura tuareg y siempre antes del matrimonio (solo faltaría) las mujeres pueden tener tantos amantes como les apetezca, sin que nadie se escandalice ni diga nada al respecto ya que, según ellas, antes de comprar la "burra" hay que probarla. Ver si es capaz de tirar del carro con fuerza y muy especialmente comprobar que es capaz de cumplir las expectativas diurnas y nocturnas que toda mujer necesita. Si no, ¿para qué comprometerse?. Desde luego las saharauis ¡listas son un rato...!
Los tuareg, cuando quieren mantener relaciones sexuales con una mujer no comprometida, se acercan a su tienda por la noche y, en caso de ser aceptados, pasan la noche con ella sin que nadie tenga nada que decir ni se sienta extrañado lo más mínimo. Eso sí, hay que actuar siempre con discreción y con la plena complicidad de la mujer. La familia, que habita en la misma choza o jaima, concibe tales hechos como algo natural y no presta la menor atención a lo que allí pueda suceder y sin duda sucede. Desde luego más natural no puede ser, pero... Si la relación no arraiga, ¿quien se hace cargo de los hijos que puedan venir de tales "pruebas"?.
Porque, según las mismas normas, el amante debe desaparecer de la choza antes del amanecer y aquí no ha pasado nada. Hasta ahí todo está bien pero, ¿qué pasa cuando no hay continuidad en la relación y la mujer queda embarazada?.
Pues bien, las normas no escritas dicen que la mujer se queda con los hijos y otras muchas posesiones del hombre, pero eso es todo. El hombre regresa a la choza paterna y la mujer se queda en la de sus padres. Y los abuelos aguanta a la hija y a los nietos. ¡Como en todas las culturas, al fin y al cabo!. Claro que allí, en el Sáhara, esto acaba con una gran fiesta en la que los padres anuncian que la joven sigue disponible. ¡Qué cosas!.
RAFAEL FABREGAT
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