En la Edad Media y sin duda mucho más atrás en el tiempo, las mujeres de la aristocracia y las de cualquier familia pudiente, solían dar a sus hijos para que los amamantaran mujeres encargadas de ese menester, bien en su totalidad o como apoyo por tener la madre una producción insuficiente de leche. Las nodrizas era mujeres con muchos hijos, acostumbradas a periodos muy largos de lactancia y por consiguiente muy productivas. Para las mujeres de la élite el hecho de amamantar a sus hijos era mal visto socialmente. También a las madres de menor categoría les daba mayor libertad y les permitía dedicarse a otras ocupaciones sin tener que estar sujeta al horario obligado por la lactancia de sus hijos.
Para todos los mamíferos y particularmente para los humanos, por nuestro superior nivel de inteligencia, las tetas femeninas son elemento de gran atracción. Hay gustos para todo, claro está, pero lo primero que la mayoría de los hombres
miramos de una mujer son los pechos. El motivo está claro como el agua: es lo primero que todos vimos al nacer y lo que nos dio nuestras primeras satisfacciones. De todos modos la atracción masculina por los pechos de la mujer, siendo general, no es definitiva pues son muchas las cosas que hacen que determinadas mujeres sean la panacea para cualquier hombre. También miramos el culo, las piernas, la cintura, la belleza de sus ojos, su boca, sus manos y ¿como no? su belleza interior. En fin, todo.
Según dicen algunos para quedar bien, pero que no se lo cree nadie, la belleza (solo) está en el interior...(!) La belleza está dentro y fuera.
Los hombres, al igual que las mujeres, buscamos una pareja con personalidad, guapa, cariñosa y si está como un tren mucho mejor. Naturalmente que sea buena persona, amable y que nos quiera con locura. Pero efectivamente, en el transcurso de los años, su interior será lo más importante y eso solo se puede ver con el tiempo.
Ese es el motivo de la necesidad de un periodo de noviazgo. Durante esos meses, o incluso años, la pareja se conoce en profundidad y evalúa la posibilidad de éxito o fracaso en esa convivencia definitiva que es (o debería ser) el matrimonio. Ese tiempo, que muchos viven disimulando defectos, es cuando más transparentes deberíamos ser. No hacerlo así es engañarnos a nosotros mismos, ya que con el tiempo viene la relajación y nuestro verdadero "yo" aflora y hace peligrar la relación. También hay que romper una lanza por la mujer y sus reivindicaciones. La mujer no es mala por naturaleza como dicen algunos en serio o en broma, lo que sucede es que está muy escarmentada.
Los hombres debemos reconocer que, hasta ahora, el mundo ha sido dominado por la fuerza superior del macho. Tanto ha sido así que, en muchas partes del mundo, esto sigue sucediendo sin reconocer que la superioridad no está en la fuerza física, sino en el intelecto. Y muchas veces en ese aspecto suelen ganar ellas. La mayor parte de las veces el hombre es niño malcriado que cuando llega a casa solo desea que le cuiden y le mimen, sin pararse a pensar que la mujer, en su casa o fuera de ella, habrá trabajado tantas horas o más que el marido. Claro que el hombre es de metal más dúctil y con dos mimitos se derrite. Justamente por su mayor inteligencia y personalidad, ellas son más ariscas y necesitan más... de todo.
RAFAEL FABREGAT
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