2 de febrero de 2015

1648- HERCULANO. El placer y la templanza.

Recreación de la Villa de los Papiros.
La mañana del 24 de Agosto del año 79 nada hacía presagiar que la muerte rondaba cerca de aquellas gentes adineradas de la próspera villa de Herculano. Porque al contrario de Pompeya que era una ciudad grande, próspera y productiva, Herculano era pequeña pero rica por ser justamente lugar de vida y disfrute de las gentes más ricas de la región. Como en las actuales urbanizaciones costeras sobre "los fornicis", estructuras abovedadas para resguardar las embarcaciones, discurrían terrazas o paseos para el disfrute de vecinos y veraneantes. Todavía en 1982 se descubrió una de esas barcas con un remero y un soldado. Junto a ellos, dos espadas y una bolsa de monedas.


No faltaban termas suburbanas, recién construidas, y hermosas estatuas de emperadores y mecenas de la ciudad. Las termas de Herculano (s. I d.C.) son las mejor conservadas de la antigüedad a pesar de contar ya con casi dos milenios desde su construcción. De la herma de Apolo brotaba el agua que caía sobre una fuente circular. Un vestíbulo de cuatro columnas conducía a los ilustres visitantes por un corredor a la sala de espera y al horno para calentar las aguas. Tres salas con agua de diferente temperatura propiciaban el efecto deseado en aquellos cuerpos acostumbrados a los placeres mundanos. Tampoco faltaban los baños de vapor para relajación y eliminación de toxinas.


Mientras el fuego corroía las entrañas del Vesubio, las gentes de Herculano disfrutaban de los diferentes deportes practicados en "la palestra". Era una excelente mañana de finales de Agosto y había que aprovechar el fresco matinal para poner a tono mentes y cuerpos, antes de que el sol calentara demasiado. El gimnasio se había construido en época de César Augusto y desarrollado sobre dos terrazas adjuntas. Una alberca cruciforme y una fuente de bronce representando a la Hidra de Lerna decoraba el lugar. ¿Cómo pensar que el mundo estaba a punto de desmoronarse, para aquellas gentes que plácidamente disfrutaban de sus últimos momentos de descanso y asueto?.


De pronto una columna de humo comenzó a ascender de su cráter, pero nadie se inmutó. Estaban muy acostumbrados a ello. Un escape más como habían visto decenas de veces. Pero no, esta vez no iba a ser como las anteriores. Una gigantesca explosión y el cielo se cubrió de repente con una nube de cenizas, lava y lluvia ardiente. Mientras en Pompeya comenzó con una fina lluvia de cenizas que apenas se dejaban sentir y siguió con pequeñas piedras volcánicas cada vez mayores, en Herculano una lluvia de fango y cenizas inundó rápidamente las calles de la ciudad. La gente buscó cobijo en los rincones más profundos de sus casas, pero los tejados no tardaron en ceder, sepultando a sus moradores, al tiempo que los gases del azufre les asfixiaban. 


Una de aquellas villas herculanas, quizás la más rica de la ciudad, fue bautizada con el nombre de "Villa de los Papiros". Fue propiedad de Lucio Calpurnio Pisón Cesonino, suegro de Julio César. Al igual que las demás, fue cubierta aquel día fatídico con 30 metros de cenizas volcánicas. Sus restos fueron excavados por vez primera en 1750 por Karl Jakob Weber, ingeniero suizo aficionado a la arqueología, colaborador del rey Carlos III de Nápoles. El nombre que se le dio a la casa fue motivado por el descubrimiento de una biblioteca que contenía 1785 rollos de papiro carbonizados. Aunque carbonizado, todo estaba tal como se encontraba aquella mañana de Agosto del año 79.


Hoy, tres siglos después de su hallazgo y casi 2.000 años después de aquella trágica fecha en las que sus moradores murieron abrasados por el fuego del Vesubio, la moderna tecnología ha permitido conocer parte del contenido de aquellos papiros que jamás pudieron ser estudiados, puesto que era imposible desenrollarlos sin destruirlos. Los gases ardientes carbonizaron aquellos manuscritos haciéndoles frágiles y quebradizos, pero hoy una tomografía de contraste de fase de rayos X ha permitido leer el contenido de uno de aquellos históricos rollos. Calpurnio Pisón había creado una biblioteca filosófica que se cree reunida por su cliente y amigo, el epicureo Filodemo de Gadara

Esta moderna filosofía enseñaba que el hombre es mortal y que el cosmos es resultado de un accidente astronómico. Que no hay por tanto ningún Dios providencial y que el mejor criterio para una buena y larga vida es buscar el placer por medio de la templanza. ¡Coño si sabía el tal Epícuro...! No en balde era filósofo y fundador de una doctrina (el epicureísmo) basada en la búsqueda del placer pero dirigida por la prudencia, sin excesos que puedan devenir en enfermedad y sufrimiento. Tan malo es el exceso como la renuncia. Su doctrina hace especial hincapié en el hecho de que los mitos religiosos solo sirven para amargar la vida de los hombres...

RAFAEL FABREGAT

Busto de Epícuro. Museo de Pérgamo. (Berlín)

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