Recreación de la Villa de los Papiros. |
Mientras el fuego corroía las entrañas del Vesubio, las gentes de Herculano disfrutaban de los diferentes deportes practicados en "la palestra". Era una excelente mañana de finales de Agosto y había que aprovechar el fresco matinal para poner a tono mentes y cuerpos, antes de que el sol calentara demasiado. El gimnasio se había construido en época de César Augusto y desarrollado sobre dos terrazas adjuntas. Una alberca cruciforme y una fuente de bronce representando a la Hidra de Lerna decoraba el lugar. ¿Cómo pensar que el mundo estaba a punto de desmoronarse, para aquellas gentes que plácidamente disfrutaban de sus últimos momentos de descanso y asueto?.
De pronto una columna de humo comenzó a ascender de su cráter, pero nadie se inmutó. Estaban muy acostumbrados a ello. Un escape más como habían visto decenas de veces. Pero no, esta vez no iba a ser como las anteriores. Una gigantesca explosión y el cielo se cubrió de repente con una nube de cenizas, lava y lluvia ardiente. Mientras en Pompeya comenzó con una fina lluvia de cenizas que apenas se dejaban sentir y siguió con pequeñas piedras volcánicas cada vez mayores, en Herculano una lluvia de fango y cenizas inundó rápidamente las calles de la ciudad. La gente buscó cobijo en los rincones más profundos de sus casas, pero los tejados no tardaron en ceder, sepultando a sus moradores, al tiempo que los gases del azufre les asfixiaban.
Una de aquellas villas herculanas, quizás la más rica de la ciudad, fue bautizada con el nombre de "Villa de los Papiros". Fue propiedad de Lucio Calpurnio Pisón Cesonino, suegro de Julio César. Al igual que las demás, fue cubierta aquel día fatídico con 30 metros de cenizas volcánicas. Sus restos fueron excavados por vez primera en 1750 por Karl Jakob Weber, ingeniero suizo aficionado a la arqueología, colaborador del rey Carlos III de Nápoles. El nombre que se le dio a la casa fue motivado por el descubrimiento de una biblioteca que contenía 1785 rollos de papiro carbonizados. Aunque carbonizado, todo estaba tal como se encontraba aquella mañana de Agosto del año 79.
Hoy, tres siglos después de su hallazgo y casi 2.000 años después de aquella trágica fecha en las que sus moradores murieron abrasados por el fuego del Vesubio, la moderna tecnología ha permitido conocer parte del contenido de aquellos papiros que jamás pudieron ser estudiados, puesto que era imposible desenrollarlos sin destruirlos. Los gases ardientes carbonizaron aquellos manuscritos haciéndoles frágiles y quebradizos, pero hoy una tomografía de contraste de fase de rayos X ha permitido leer el contenido de uno de aquellos históricos rollos. Calpurnio Pisón había creado una biblioteca filosófica que se cree reunida por su cliente y amigo, el epicureo Filodemo de Gadara.
RAFAEL FABREGAT
Busto de Epícuro. Museo de Pérgamo. (Berlín)
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