Ica es conocida desde antiguo por los muchos hallazgos relacionados con las culturas que allí se establecieron desde 2,5 milenios atrás, pero uno de los puntos álgidos de su encumbramiento fue en la década de 1960 cuando aparecieron unas misteriosas piedras artísticamente labradas con imágenes que hablaban escenas de la vida cotidiana, pero también de animales antidiluvianos y de adelantos quirúrgicos inimaginables para aquellos tiempos. Fue el doctor Javier Cabrera el protagonista de este relato que bien podríamos titular "El caso del timador timado" pues, detrás de tanta afición, su afán de acaparamiento escondía con seguridad un interés económico.
La eclosión masiva de estas piedras se inició en 1960 a raíz del desvío del río Ica. De repente se empezaron a descubrir en el lecho del río piedras grabadas por alguna cultura anterior que despertaron el interés de coleccionistas y aficionados. Gente llegada de fuera acudió para hacerse con ellas, alcanzando rápidamente precios desorbitados. Todo comenzó cuando un amigo del doctor Javier Cabrera le regaló a éste una de esas piedras para el día de su cumpleaños.
- Toma Javier, te traigo un regalo de cumpleaños -le dijo.
- Gracias hombre. ¿Qué es? -indagó el doctor.
- Una piedra antigua grabada -respondió.
- Muchas gracias -dijo mirándola- la usaré de pisapapeles.
El doctor Cabrera no fue el primero en ser engañado. Antes de que él recibiera aquel regalo inesperado dos hermanos, los Soldi, ya tenían cientos de piedras almacenadas en su hacienda. Sus trabajadores, la mayoría sacados del mundo del hampa, completaban su exiguo jornal en la hacienda buscando enterramientos y piezas arqueológicas que vendían a su propio patrón, pero cuando vieron el alcance que podía tener su actividad se dispusieron a crearlas ellos mismos. Si bien las primeras piedras, escasas, simples y rudimentarias, eran sin duda auténticas, pronto el mercado de las antigüedades se vio inundado de piezas que mostraban mayor variedad y sofisticación.
De forma anónima y secreta artesanos de la comarca iniciaron el grabado de piedras y fue entonces cuando el doctor Cabrera recibió su primer ejemplar y prendió en su ánimo el hacerse con el mayor número de piedras posibles. No había problema alguno. Todo era cuestión de dinero. Ante sus manifestaciones por la temática de los dibujos al proveedor, la decoración de las piedras era casi a voluntad, alegando el proveedor tener tal cantidad y variedad que podía elegírselas sin problema. Lo que nunca permitió, con toda lógica, era ser acompañado por el doctor al "yacimiento" que decía haber descubierto. Figuras antropomorfas, animales de todo tipo y hasta trasplantes de órganos estaban labrados en la piedra para deleite del coleccionista.
La total ausencia de material orgánico impedía la datación de Carbono 14 por lo que su autenticidad era simple cuestión de fe y su temática, basada fundamentalmente en la cerámica precolombina de la zona, le daban la necesaria apariencia de ser algo antiguo, histórico y por tanto valioso. Coleccionistas especializados empezaron a sospechar cuando vieron en los grabados posteriores una modernidad que en las primeras piedras encontradas no existía. Al igual que en la cerámica antigua encontrada en la comarca, los dibujos de las piedras encontradas a raíz del desvío del río, tan solo tenían motivos de la flora y fauna local. Ninguna tenía dinosaurios, operaciones quirúrgicas o telescopios. Es por ello que en 1966 algunos coleccionistas intuyeron el fraude y dejaron de comprar.
Aquella primera piedra regalada al doctor Cabrera era un simple pez, pero marcaría para siempre su vida. Apenas dos años después ya se había creado un círculo de ilustres compradores que acaparaban todo lo que se "encontraba". Negocio en alza para aquellos tunantes de Ica cuya producción estaba vendida de antemano y a buen precio. Basilio Uchua era uno de los principales "artistas/timadores", pillastres que se reían de las sanas ambiciones de los aficionados a la Historia. Unos años después el artista y su mecenas se conocieron. Para esa fecha Cabrera ya tenía más de 1500 piedras en su casa, pero ninguna de ellas tenía grabados dinosaurios ni adelantos técnicos, que son los que hicieron famosas a las piedras de Ica.
La avaricia rompe el saco Dr. Cabrera. |
RAFAEL FABREGAT
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