Como es lógico, la Iglesia Católica no nos cuenta que en tiempos de Jesús de Nazaret hubo otros aspirantes a Hijos de Dios, pero así fue. De hecho podríamos citar a varios de los rivales con los que se enfrentó Jesús a la hora de predicar su doctrina. Era la moda en aquellos tiempos. Por todo el Imperio crecían como setas hombres que pregonaban nuevas creencias, provenientes de supuestos Hijos de Dios y de mujeres vírgenes, algunos incluso provenientes del mundo de los muertos y resucitados por el propio Dios Padre. Simón bar Kokhba, Apolonio de Tiana y Simón el Mago fueron algunos de ellos. Incluso los propios emperadores romanos se promocionaban en esos tiempos como hijos de Dios y lo reafirmaban ejecutando a quienes predicaban la negación de su divinidad.
A los primeros cristianos incluso se les llamaba ateos porque se negaban a adorar al emperador, motivo por el cual fueron perseguidos e incluso lanzados a los leones del coliseo.
Los rivales de Jesús de Nazaret también celebraron banquetes sacramentales, sanaron enfermos y tenían sus discípulos y seguidores. Algunos de ellos y sus religiones fueron tan importantes como las del propio Jesús, puesto que tuvieron patrocinadores más importantes. Apolonio de Tiana, de la misma edad que Jesús, pide respeto a quienes adoran a los dioses paganos, pero dice ser hijo de madre virgen y de un ángel enviado por Dios. Cura enfermos, resucita a los muertos y tiene cientos de seguidores.
Sin embargo Apolonio nunca tuvo tantos seguidores como Jesús. Los historiadores creen que su fracaso fue debido precisamente a que solo se rodeó de gente adinerada y por lo tanto de número inferior. Por el contrario Jesús de Nazaret y el cristianismo supieron rodearse de gente humilde y por tanto más numerosa. No faltan otras opiniones que nos cuentan que la doctrina de Apolonio no desapareció por falta de seguidores, sino porque la misma Iglesia Cristiana se encargó de borrarla de la Historia.
Apolonio murió siendo anciano y subió al cielo en medio de un coro celestial... Se silenció porque representaba un verdadero peligro para la expansión del Cristianismo y nada tan eficaz para acabar con un enemigo que no nombrarlo jamás. Ese es el motivo por el que la Iglesia Católica nunca hable de aquellas otras opciones, tan prolíficas en aquellos tiempos.
Otro 'Mesías', quizás el más importante, nació en tiempos de Jesús de Nazaret...
Un verdadero artista que amenazaba eclipsar la ya importante fama del nazareno. Se llamaba Simón Magus, un personaje con el don de la palabra, que jamás negó la posible ascendencia divina de Jesús.
Decía Simón que Jesús había nacido de la Santísima Trinidad, mientras que él 'solo' descendía del Espíritu Santo.
En realidad Simón había nacido en Samaria, una región de la antigua Palestina, pero su gran pasión por los viajes ya le habían llevado en aquellos tiempos por tierras de Egipto y hasta la mismísima Roma. Tan importante era que incluso la Biblia lo nombra (a éste sí) en los 'Hechos de los Apóstoles'.
"Había en la ciudad un mago llamado Simón que tenía sorprendidos a todos los habitantes de Samaria, hasta el punto de que muchos creían que se trataba del mismísimo Dios". Hay claros indicios de que Simón Magus y sus predicaciones eran un claro peligro para la fe cristiana de Jesús de Nazaret.
Sus seguidores aseguraban que Simón era el verdadero Mesías pero él siempre decía que había dos encarnaciones de Dios: La fuerza o Mesías masculino en su persona y el pensamiento o Mesías femenino, que él veía en la figura de una mujer llamada Elena, que había conocido en un prostíbulo y que al igual que había sucedido en el caso de María Magdalena, había recapacitado y ya solo se dedicaba a seguir las enseñanzas divinas. En los 'Hechos de Pedro' cuenta éste que Simón lo retó a demostrar que era más poderoso que Jesús, e incluso le dice que puede ascender a los Cielos.
Pedro apuesta en contrario pero, a la vista de todos, Simón empieza a levitar y su cuerpo se eleva ante el estupor de todos los allí congregados. Pedro cae entonces de rodillas rogando a Dios Padre que acabe con el Mesías rival. Tal forma de proceder pudiera parecer egoísta y poco cristiana, pero así lo describe Pedro y por lo visto sus ruegos fueron eficaces. En los 'Hechos de Pedro' se describe que al poco de elevar éste sus oraciones al Altísimo, Simón cayó al suelo desde la altura en la que se encontraba rompiéndose la pierna por tres partes. Visto lo visto los presentes lo apedrearon y creyeron la palabra de Pedro. Tras aquella demostración sus seguidores dejaron de creer en él. Actualmente poco o nada se habla de Simón puesto que solo los ganadores escriben la Historia.
En el año 30 Jesús predicaba en Jerusalén y en Tierra Santa a gran número de seguidores, muchos de los cuales lo veían como al hijo de Dios. El problema es que en Roma ya había un hijo de Dios: el emperador Tiberio. Jesús fue visto por los romanos como un enemigo del poder legalmente constituido. Al llamar a Jesús hijo de Dios y rey de los judíos se estaba cometiendo un importante delito contra el imperio de Roma. Para frenar aquello se crucificó al culpable, pero no se acabó con su doctrina. Más bien al contrario la crucifixión le convirtió en mártir y aumentó más si cabe la creencia de la gente en sus enseñanzas. Sus seguidores fueron también perseguidos y martirizados pero, como antes ocurriera con Jesús de Nazaret, todo aquello engrandeció más si cabe el cristianismo, haciéndolo llegar hasta nuestros días. La Iglesia (?) se encargó de todo lo demás...
RAFAEL FABREGAT
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