2029- LOS YAKA SIGUEN ALLÍ.

ATENCIÓN.- Este post no es aconsejable para personas sensibles.

Los Yaka son un grupo de tribus africanas primitivas que, en número inferior a los 300.000 individuos, siguen habitando varios países del continente africano central, especialmente entre Congo y Angola. 
De características similares a los pigmeos, no tienen nada que ver con éstos, ni tampoco entre las diferentes tríbus con esta misma designación. 
De acuerdo con la tradición oral, los Yaka provienen de la meseta de Lunda, tierras del Congo. En los conflictos secesionistas de 1620 todos los pueblos de la ribera del río Kwango fueron sometidos al vasallage del Reino Inbangala y los Yakas entre ellos. Sin embargo en el siglo XIX este imperio se derrumbó y los Yaka recuperaron su independencia hasta la llegada de los europeos.

Los varones Yaka contribuyen a la economía familiar con la caza, mientras que las mujeres se ocupan de la tierra, de la casa y de los animales. Cuando los hombres regresan de la caza, se reúnen para fumar, comentar la batida del día siguiente y debatir sobre el tiempo o discutir la agidad de sus perros. Dicho de otra forma, mientras el hombre caza, la mujer se ocupa de la casa, de niños y mayores, de la recolección de frutos silvestres, bayas y del cultivo de las diferentes cosechas, así como de buscar la leña con la que cocinar. En los asentamientos próximos a los ríos, también es la mujer la que sale a pescar cuando sus obligaciones la dejan un momento libre, que sin duda será bien poco. 

El tema jerárquico tampoco es tan diferente del que tenemos en los países 'civilizados'. Las tribus Yaka tienen como jefe al descendiente directo del primitivo dueño de la tierra. A su vez, éste se reúne con los jefes de otras tribus próximas y todos ellos tienen una dependencia superior con una especie de autoridad regional. Como aquí, los sacerdotes y sanadores-adivinos gozan de supremacía sobre el resto de la tribu ya que, además de velar por la salud terrenal y celestial, previenen sobre las cuestiones del tiempo. El sacerdote implora a Ndzambyaphuungu, el dios que, según ellos, habita los cielos y reina en la vida y en la muerte. No hay prácticas religiosas para los no iniciados, que se limitan a honrar el espíritu de sus antepasados. 

En un claro del bosque se honra a los muertos, con ofrenda de regalos de todo tipo, no aceptándose en ese acto la presencia de mujeres ni forasteros. La adivinación y los poderes curativos son de máxima importancia para el pueblo Yaka, especialmente saber distinguir cual es el espíritu causante de la enfermedad. Como aquí, el diagnóstico es fundamental. De él depende el correcto tratamiento a aplicar. Uno de los principales rituales de los Yaka es el de la circuncisión de los varones. Durante meses los participantes son instruidos, en un campamento apartado de la aldea, sobre sus futuras obligaciones como adultos. Sus vestidos de paja distinguen a niños y niñas que en breve pasarán a ser adultos. 

Tras el periodo de preparación se quemará el campamento y se procederá a la circuncisión propiamente dicha, con grandes festejos en la aldea. Para los niños es bastante más fácil pues, mientras ellos mantienen el glande lo más atrás posible, el sanador cortará la piel sobrante sin más. Para las niñas es mucho peor ya que el sufrimiento es mayor y de más larga duración, pues se elimina el clítoris y los labios menores. Posteriormente la vulva se cose, dejando apenas una pequeña abertura para orina y menstruación. 

Con esta práctica de vaciado se pierde la práctica totalidad de la sensibilidad de la zona en las relaciones sexuales futuras. Eso sin contar el notable peligro de morir desangradas o por infección, debido a intervenciones rudimentarias realizadas por familiares o viejas curanderas que utilizan herramientas como cristales, cuchillos o cuchillas de afeitar sin ninguna esterilización. 
La eliminación de las partes sexuales placenteras de la mujer es un rito machista, aunque llevado a cabo por las mujeres, que se hace con la clara intención de que las niñas lleguen vírgenes al matrimonio. 

Resulta doblemente extraño y salvaje que sean las propias mujeres de la tribu, que ya han sufrido de niñas tan horrible práctica, las que ejecuten en sus propias hijas o nietas el espeluznante rito que siendo niñas sufrieron en sus propias carnes. Sin duda esto será debido al papel de supremacía del hombre sobre la mujer. Una supremacía que rechaza a la mujer que haya perdido la virginidad, motivo por el cual son los hombres quienes exigen que se mantengan estas prácticas no amparadas por religión alguna y actualmente prohibidas y penadas por ley en los países civilizados. Por increíble que nos parezca, en algunas partes del mundo la civilización todavía deja mucho que desear. Algunas de estas gentes forman parte del colectivo de emigrantes que llegan a Europa y que, cuando llega la pubertad de sus hijos, con la excusa de que conozcan sus orígenes, viajan a sus países al objeto de practicarles la mutilación.

RAFAEL FABREGAT