Carro con el saco, camino del Tíber. |
Ya que matar al padre era atacar a la divinidad que le había dado la vida al asesino, el castigo había de tener un componente ceremonial y de tal manera se justificaba la presencia de los animales que se metían en el saco. El gallo y el perro representaban a los guardianes del hogar, a quienes debían despertar y defender al muerto, mientras que la serpiente representaba a la masculinidad que puede matar o dar vida; la mona se entendía que era, con respecto al hombre, la burla de los dioses. Todo ello unido entre sí, era para ellos la forma más cruel con la que castigar el peor de los pecados, la muerte de un padre.
RAFAEL FABREGAT
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