Italia en el siglo XVI. |
Italia era entonces una península descompuesta en pequeños y débiles reinos que se debatían entre el poder del papado y el de sus monarcas temporales.
Carlos I de España y V de Alemania. |
Las tropas papales se unieron a las alemanas y también a las españolas procedentes de Nápoles, al mando de Próspero Colonna. Sin embargo, no atendiendo puntualmente los salarios de los mercenarios suizos, el ejército de Lautrec empezó a sufrir algunas deserciones y tuvo que retirarse a Milán, al tiempo que el ejército imperial seguía su avance imparable. Pocos días después Lautrec recibió tropas venecianas de refresco y 16.000 piqueros suizos, fuerzas muy superiores a las de Carlos V, lo que sin duda hacía presagiar un desenlace fatal para estos últimos.
Francisco I de Francia. |
En cuanto al ejército suizo del que disponía Lautrec era el mejor, pero era muy caro y la disposición de efectivo no llegaba con puntualidad. Lautrec se escudaba en las dificultades del cerco para retrasar el pago pero pronto se vio atrapado ante las exigencias de los capitanes suizos, que no habían cobrado desde su llegada a Lombardía. Cansados de su morosidad los suizos amenazaron a Lautrec de regresar a sus cantones si no atacaban inmediatamente y estos decidió un ataque cuya conveniencia Lautrec no tenía clara. Dirigidos por el comandante Próspero Colonna, los imperialistas de Carlos V habían dispuesto su artillería a varios niveles en los diferentes bancales del parque de Bicocca, al tiempo que detrás de un muro construido al efecto situaban a cuatro filas de arcabuceros españoles. Al sur el grueso de la caballería de los Tercios Españoles, tras la infantería. Más al sur, guardando el puente, otra fuerza de caballería mayor.
Castillo de Milán en el siglo XVI. |
Llegados a una prudente distancia, el Barón Montmorency que dirigía el asalto suizo les ordenó detenerse esperando que la artillería francesa bombardeara las defensas imperiales, pero no obedecieron. En un exceso de autoconfianza los suizos siguieron hacia las posiciones españolas, dejando a la artillería mucho más atrás. Esto les colocó al alcance de la artillería imperial. Carentes de cobertura, más de mil suizos perdieron allí la vida. El resto siguió adelante pero la profundidad de la carretera de acceso y el elevado terraplén frenó en seco su avance, actuando los arcabuceros españoles que en pocos minutos causaron cientos de bajas. En una serie de cargas desesperadas los suizos intentaron alcanzar las líneas imperiales sin conseguirlo. Ya en la cima del terraplén, la infantería alemana chocó contra ellos haciéndoles rodar nuevamente hacia la carretera y sufriendo de nuevo el tiroteo de los arcabuceros. Tras media hora de intentos infructuosos, los restos de la vanguardia suiza se retiraron hacia la línea principal francesa.
Habían dejado atrás más de 3000 muertos. Curiosamente solo un español murió en este primer choque y concretamente no a manos de las fuerzas suizas, sino por la coz de una mula. Desoyendo la voz de sus comandantes imperiales, Próspero Colonna rehusó atacar a los franceses persiguiendo a los piqueros suizos en su retirada. Pronto se comprobó que el juicio de Colonna había sido correcto. Una semana después los suizos regresaron a sus hogares y Lautrec, viendo la debilidad de su infantería respecto a la imperial, se retiró también. Poco tiempo después, libres de la amenaza del ejército francés, los imperialistas de Carlos I de España ganaron Génova tras un breve asedio y en Junio de 1523 los venecianos firmaron su retirada de la contienda.
Por dos veces Francisco I intentó recuperar Lombardía sin éxito. Finalmente, tras nueva derrota en la Batalla de Pavía, en 1526 firmó el Tratado de Madrid dejando a Italia en manos españolas. La derrota del ejército francés en Bicocca, desencadenante de todos estos acontecimientos, fue tan sumamente fácil que desde entonces se dio en llamar con el nombre de aquel campamento imperial (BICOCCA) a todo aquello que resulte fácil y rápido, muy por debajo de las dificultades o el costo esperado.
RAFAEL FABREGAT
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