Flavio Belisario. Mosaico en la iglesia de Sant Vitale. |
Flavio Belisario (505-565) es uno de estos personajes que pasaron de puntillas por la Historia, a pesar de su grandeza. Mano derecha de Justiniano I en la reconquista del Imperio Romano Occidental, del que recibió más envidias que agradecimientos.
Como cualquier mortal Belisario anhelaba fama y honores, pero en su lucha por llegar a ser Grande, se dejó sangre y dinero en los diferentes campos de batalla sin que el emperador le reconociera sus muchos méritos como soldado y estratega. Tanto fue así que el general tenía que pagar de su propio bolsillo el regimiento personal que lo acompañaba a todas partes y que garante de la mayor parte de sus éxitos, puesto que el emperador se negaba a pagarles esos gastos que consideraba injustificados. Soldado desde muy joven y miembro de la guardia personal de Justino I, a la muerte de éste, el nuevo emperador Justiniano I lo nombró comandante de las fuerzas imperiales de Oriente.
Bizantinos y Sasánidos se vieron obligados a negociar con el general Belisario lo que se llamó la "Paz Eterna" a fin de evitar las contínuas derrotas sufridas. También luchó contra los Vándalos, enemigos de los cristianos, persiguiéndoles hasta Cartago donde acabaron rindiéndose. Resuelto Justiniano a recuperar la mayor parte del antiguo Imperio, en el 535 ordenó a Belisario atacar a los ostrogodos, conquistando Sicilia, Nápoles y la propia Roma. Posteriomente se desplazó a la actual ciudad de Milán y después a Rávena, donde capturó al rey ostrogodo Vitiges.
Envidias y recelos de Justiniano I le hicieron perder el mando de las tropas romanas, siendo enviado a la conquista de Siria. En el año 544 Belisario volvió a Italia encontrándose con una situación muy diferente a la de su partida. Los ostrogodos habían elegido a un nuevo rey y luchaban contra los bizantinos intentando recuperar el territorio. Belisario luchó nuevamente contra ellos, esta vez con escaso éxito. En su última campaña derrotó a los búlgaros expulsándoles al otro lado del Danubio. Aclamado por el pueblo con mayores honores que al propio emperador, el año 563 Belisario fue acusado de corrupción y encarcelado. Hay dos finales bien diferentes para esta historia. La primera dice que finalmente Justiniano lo perdonó y le devolvió su puesto en la corte. La segunda dice que le fueron sacados los ojos y reducido al estado de mendigo, habiendo de subsistir pidiendo limosna por las calles de Constantinopla. Por orden imperial, los cronistas de la época ignoraron su figura que apenas pasó a la Historia. La mayoría de los historiadores, cronistas del poder, dan por bueno el primer supuesto, pero no faltan los que tienen como cierto el triste final de Belisario.
El caso es que la vida de este importante general romano fue eje fundamental de varios pintores y escritores del siglo XVIII, siempre considerado como injustamente maltratado por el poder del déspota Justiniano I.
Especie de mártir magnificado por las injusticias sufridas por un emperador que, lejos de ver el sacrificio y la valentía de su general, se dejó llevar por la envidia de unos logros que jamás hubiera podido cosechar por sí mismo. Justiniano y Belisario murieron en el año 565, con escasos días de diferencia. Uno repudiado por sus súbditos, como emperador ambicioso y faldero, casado con una inteligente actriz y cortesana (Teodora) veinte años más joven, que influyó notablemente en sus decisiones personales y políticas. El otro, el más bravo de los generales romanos, murió en la miseria más absoluta pero con el cariño del pueblo.
RAFAEL FABREGAT
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