La verdad es que no me puedo quejar. Escasos son aquellos que, en nuestra zona, superen mis hazañas de boletaire de pro, pero nada es demasiado en una tierra de lluvias cortas. Hace ya muchas semanas que, primero las colmenillas y después unos escasos Marzuelos, permitieron a mi familia degustar los primeros y sabrosos manjares micológicos del año 2.011. Sin embargo no fue hasta ayer cuando los frutos llegaron en cantidad.
En plenas Fiestas de Mayo le propuse a mi mujer, también muy aficionada a la búsqueda de setas, irnos al interior castellonense a pasar el día. Durante las dos semanas anteriores habían caído algunos chubascos por la zona y era de esperar que la tímida salida de hongos se habría reactivado. Salimos de casa tarde, como corresponde a nuestra edad y conocimiento especializado del trabajo a realizar. A las 9,30 de la mañana y con un sol que abrasaba las piedras, salimos de Cabanes en dirección a Atzeneta del Maestrat, donde la parada en el Restaurante Casa Ramón era obligada. Con el "depósito" vacío nos vas a ninguna parte.
Apenas sentarnos en la mesa nos sirvieron un plato de cecina y cervezas, a la espera de que en la cocina se prepararan los bocadillos solicitados. Tras los cafés y no lejos de las once de la mañana salimos en dirección a Vistabella, donde pronto vimos que nuestro olfato meteorológico había sido acorde con la realidad. Los caminos estaban húmedos y el monte se presagiaba en condiciones idóneas para recoger el ansiado fruto del rey primaveral, el Marzuelo. Para mi mujer era el primer día de la temporada y ante tan escondido manjar, al vislumbrar los primeros ejemplares la llamé para recordarle la dificultad de visualizarlos. De color gris oscuro y con el 90% de su cuerpo bajo las agujas de los pinos, en el mejor de los casos, localizarles es un reto que muy pocos buscadores aceptan. De hecho, un 40% de los ejemplares encontrados y justamente los mejores, suelen encontrarse estando bajo tierra en su totalidad y solo detectables por el pequeño abultamiento del terreno bajo el que se esconden.
La ventaja que ofrece la búsqueda de esta exquisita seta, es que muy raramente se encuentran ejemplares aislados. Encontrar una de estas setas significa proceder a la búsqueda de un radio no inferior a diez metros, en la seguridad de encontrar un mínimo de media docena de ejemplares más. La mañana fue fructífera y en un par de horas llenamos las cestas a rebosar. El Marzuelo es una seta robusta y pesada, con un tallo compacto de gran interés comestible que no hay que desechar.
Cualquier cesta de tamaño medio pesa entre 6 y 8 Kg., un tercio más de lo que suelen pesar los típicos rovellones. Encontramos también dos puñados de las primeras senderuelas, que ahora empiezan a salir y algún ejemplar de champiñón silvestre. Una locura que nos hizo bendecir la idea inicial de subir al monte. Para completar la mañana nos encaminamos al restaurante de l'Alforí, junto a la fuente del mismo nombre. Allí comimos y le compramos el ejemplar de trufa al coñac más grande que tenía a la venta y contentos como niños con juguete nuevo volvimos a Cabanes.
Allí nos esperaba una buena ducha y tras ella la tarde de vaquillas, en el cadafal con los amigos y la tradicional merienda en el Bar Tony, cuya sobremesa se alargaría hasta cuando, ya casi de madrugada, empezaría la exhibición de dos toros embolados. No puede uno dormirse fácilmente. De todos es sabido que la vida son cuatro días, la mitad durmiendo. Para hoy les tenemos preparada una pequeña sorpresa a los compañeros. No les comentamos que hemos hecho llegar al Bar Tony una buena cantidad de Marzuelos para que nos preparen para esta tarde un gran revuelto que completará la merienda tradicional...
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