Para los antiguos atenienses y romanos, el hecho de que un hijo matase a un padre estaba castigado de forma muy especial: la pena del saco, una terrorífica condena a muerte que obligaba a plantearse venganzas contra los padres, por muy justificadas que pudieran estar. El parricida podía ser perseguido, e incluso muerto por cualquier ciudadano sin recibir castigo alguno, mientras que el autor de un homicidio simple solo podía ser acusado por los parientes de la víctima. El gran reformador Solón se negó a atender peticiones de indultos a parricidas en base a que solo personas muy perversas o los animales podían actuar de ese modo. La Ley de las XII Tablas se aplicaba solamente en la muerte de los padres a cargo de los hijos. Al margen de la pena capital aplicada de forma común para cualquier delincuente, para los delitos de parricidio la muerte reservada era "el culleum", popularmente conocido como "la pena del saco". ![]() |
| Carro con el saco, camino del Tíber. |
Ya que matar al padre era atacar a la divinidad que le había dado la vida al asesino, el castigo había de tener un componente ceremonial y de tal manera se justificaba la presencia de los animales que se metían en el saco. El gallo y el perro representaban a los guardianes del hogar, a quienes debían despertar y defender al muerto, mientras que la serpiente representaba a la masculinidad que puede matar o dar vida; la mona se entendía que era, con respecto al hombre, la burla de los dioses. Todo ello unido entre sí, era para ellos la forma más cruel con la que castigar el peor de los pecados, la muerte de un padre.RAFAEL FABREGAT

No hay comentarios:
Publicar un comentario