Lo que ha pasado en RTVE clama al cielo, porque se han confundido los términos y se ha olvidado que el representante del pueblo, justamente por serlo, también tiene derechos. Las libertades no son solo para los trabajadores del ente público que exigen, con razón, independencia y libertad informativa. No se puede consentir que la Dirección de Informativos, simples trabajadores del medio público que pagamos todos los españoles, tengan la desfachatez de pedir la dimisión del Consejo de Administración que nos representa. Por muchas garantías de neutralidad que el periodista esgrima ante el Consejo, no hay que olvidar que sus miembros están allí para algo más que para firmar las propuestas que ellos les pongan por delante. Ellos, como mínimo, tendrán derecho a saber. Así pues, toda la razón que tenían a la hora de exigir esa independencia informativa, la han perdido en el momento de pedir la dimisión de los miembros del Consejo. Una vez más se demuestra que la mejor defensa es el ataque pero, ¿quienes son ellos para ejercer esa presión?.
La libertad es patrimonio de todos y si tan limpias tienen sus conciencias, no debería importarles tanto que su trabajo fuera del conocimiento general. Si el periodista se siente coaccionado por dicho control, también el Consejero puede plantearse lo inútil de su presencia. Esas, señores, no son las formas. Efectivamente el Consejo debería dimitir, pero no porque lo digan cuatro malcriados sino porque, para tener responsabilidades y no pintar nada, que se lo guisen y se lo coman ellos. Más sagrado que la independencia informativa, es la neutralidad, la no vinculación política de quien informa. Y si ello es imposible, porque opinión política tenemos todos, que se abstengan los periodistas de opinar y que se limiten a informar. Cuando los partidos dieron ese paso, que todos sabemos que no podían ni debían haber dado, será porque esa neutralidad de la que tanto presumen los periodistas no se intuye que sea tanta.
El Consejo de Informativos quiere demostrar con estas protestas que su neutralidad debe estar fuera de toda sospecha, pero no deben olvidar que ellos también son personas y tienen su particular opinión de las cosas, que demasiadas veces se deja entrever. Tampoco deben olvidar que están al servicio de los demás y no son los demás quienes han de estar a su servicio.
Que un grupo de empleados, por muy altos que estén en el escalafón, pidan la dimisión de quienes democráticamente representan al pueblo que les paga su sueldo todos los meses, me parece poco menos que una burla irónica para el resto de trabajadores de este país donde, al parecer, todo es posible. Por mucho que les asista la razón, ese no es el procedimiento.
Bien está que defiendan sus posturas y prebendas, pero pedir la dimisión de un Consejo de Dirección democrático y plural, en el que tienen voz y voto todos los partidos políticos del país, me parece vergonzoso. ¿Acaso ignoran qué es la Democracia Participativa?.
Sin duda en un medio privado, no hubieran tenido agallas para actuar de la misma manera. Estos señores han olvidado que la libertad y la democracia es para todos. Los políticos, quizás abusaron a la hora de querer escudriñar en su trabajo pero, ¿quienes son ustedes para pedir la dimisión de los representantes del pueblo?.
Con su actuación han perdido ustedes toda la razón que les asistía y es ahora cuando más de cuatro empezamos a pensar que su neutralidad no es la que dicen tener.
Efectivamente los políticos no debe interferir en el trabajo de los periodistas, pero hay que guardar las formas señores... Razonar es una cosa, pero imponer es otra. Si los miembros del Consejo hubieran tenido las mismas agallas que ustedes, hubieran puesto en práctica esa dimisión, porque han sido provocados para que así fuera. Su claudicación no es un reconocimiento a sus razones, sino un acto de cobardía que nos hace pensar lo inútil de su presencia. ¡Son unos calzonazos!.
EL ÚLTIMO CONDILL
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