Es normal que a un "tocapelotas", nacido en la Conchinchina y casado con una maorí neozelandesa le importe un pito la provincia de Castellón y el bienestar de sus habitantes. Lo ya más llamativo, casi surrealista diría yo, es que a un autóctono le dé por arruinar a las gentes de su tierra, entre las que figuran padres y hermanos, paralizando carreteras y aeropuertos en nombre de no se sabe que objetivos. Bueno, sí se sabe: medrar sin doblar la espalda, porque el interés por la gamba de Miravet y el aguilucho cenizo de Vilanova no se lo cree ni su padre.
Triunfar buscando el bien de tu tierra y el de los tuyos es muy difícil y sobre todo muy lento, hay que reconocerlo. Por increíble que nos parezca, haciendo el bien no se va a ninguna parte. Fastidiando a unos y a otros se llega antes y más lejos, pues gozas de la atención de los medios que siempre buscan la noticia fácil y llamativa. Hace cuarenta años nació entre nosotros una Estrella Polar, encadenadora de máquinas y pintor de paredes ajenas, que pretende dirigir nuestros destinos. Cual barcos a la deriva sus ilusos seguidores miran al cielo buscando su luz entre luceros menos luminosos, ajenos a los peñascos que asoman entre las aguas y entre los que las naves se estrellan y sucumben. Claro que si el barco zozobra, esta clase de capitanes siempre son los primeros en abandonar el barco. Solo los ingenuos luchan por su pueblo.
RAFAEL FABREGAT
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