Desde que el Homo sapiens desarrolló el poder del entendimiento la mujer, sabiéndose débil en fuerza física con respecto al hombre, ha vivido sumisa pero eso no quería decir que estuviera conforme con su papel en la vida.
El hecho de que, salvo excepciones, las mujeres se hayan mantenido en un segundo plano con respecto a los hombres, no indica que se sientan débiles ni que carezcan de la inteligencia necesaria para gobernar el timón familiar o laboral.
El hecho de que, salvo excepciones, las mujeres se hayan mantenido en un segundo plano con respecto a los hombres, no indica que se sientan débiles ni que carezcan de la inteligencia necesaria para gobernar el timón familiar o laboral.
Justamente por comodidad y por inteligencia la mujer deja en manos del hombre todo aquello que no tiene ningún interés especial para ella ya que, cuando se trata de asuntos que realmente le interesan, no solo opina sino que impone su criterio.
Lista como el hambre, la mujer piensa muchas veces que la mayor parte de las decisiones carecen de la importancia suficiente como para ejercer presión hacia uno u otro lado.
El hombre es más irreflexivo y cuando pone sus miras en un determinado objetivo, es incapaz de ver otro horizonte, arramblando con todo lo que se interponga en su camino.
Muy diferente, antes de mover un solo dedo, la mujer medita.
Es lo que mejor sabe hacer, puesto que son miles de años los que lleva meditando como resarcirse de su ancestral anonimato.
Que la mujer medite más que el hombre no es una cuestión física sino que, como la mayoría de nuestros actos, es algo aprendido y desarrollado a través de los siglos. En los miles de años que el ser humano puebla la Tierra la mujer, por simple debilidad física, aprendió a callar y a dejar que fuera el macho quien impusiera su voluntad y sus propias decisiones en las que, naturalmente, no siempre estaba conforme. No tenía más remedio que espabilar e inventar armas que nada tuvieran que ver con la fuerza física. ¡Uy, he perdido la bola...!
Que la mujer medite más que el hombre no es una cuestión física sino que, como la mayoría de nuestros actos, es algo aprendido y desarrollado a través de los siglos. En los miles de años que el ser humano puebla la Tierra la mujer, por simple debilidad física, aprendió a callar y a dejar que fuera el macho quien impusiera su voluntad y sus propias decisiones en las que, naturalmente, no siempre estaba conforme. No tenía más remedio que espabilar e inventar armas que nada tuvieran que ver con la fuerza física. ¡Uy, he perdido la bola...!
Sublevarse contra el macho podía implicar el abandono e incluso la propia muerte. Así eran las cosas en tiempos primitivos y la vida nos muestra que, todavía hoy, se viven casos de violencia física y, cuando se trata de simple cuestión de fuerza física, la supremacía del macho sobre la hembra es ley universal. Sin embargo no todas las mujeres muestran tal sumisión y son muchas las que, cansadas de los abusos del macho, le han parado los pies o se lo han cargado directamente aprovechando su mayor inteligencia.
"Francisca esperaba en casa a su marido con una breve minifalda y una fina camiseta que dejaba adivinar sus pechos grandes y perfectamente modelados. Al llegar Jacinto a la casa y ver a la mujer sobre el sofá con tan provocadora vestimenta no pudo resistirse (ejemplo de que los hombres no piensan) y se lanzó sobre ella empezando un juego amoroso que casi acaba en tragedia. Amando a su marido, pero queriendo acabar con él, durante el juego amoroso en el que Jacinto bebía y retozaba en las "fuentes" inagotables de su bella esposa, la cara de Jacinto quedó aprisionada entre los pechos de Francisca.
- No podía respirar y estuve al borde de la muerte -contó Jacinto a la policía- No podía liberarme, me puse azul y pensé que me iba a morir.
Francisca admitió el intento de homicidio en la comisaría diciéndole al inspector:
- Es verdad que mi propósito era matarle, pero quería que su muerte fuera lo más agradable posible. ¡Vaya con la moza!. Como si hubiera alguna manera de morir que fuera agradable...
El nigeriano y rico hombre de negocios Unoko Uroja con el tiempo llegó a casarse con seis mujeres, viviendo todos en la casa familiar. Sin embargo el espabilado tenía a sus primeras esposas muy "desatendidas" hasta el punto de que éstas se confabularon para darle un amoroso escarmiento. Después de una larga velada en el bar con sus amigotes y quizás bien cargado de alcohol, Unoko se dirigió a la habitación de la más joven de sus mujeres y empezaron a hacer el amor. En pleno éxtasis irrumpieron las otras cinco mujeres con cuchillos y palos obligándole a tener sexo con todas ellas. Medio borracho y tomándoselo a broma Unoko tuvo sexo con otras tres de sus mujeres pero, de repente, "¡dejó de respirar!". Las dos mujeres que "esperaban la vez" arremetieron contra el indefenso marido que, desmayado por la bebida y el esfuerzo, yacía inconsciente en la cama. La más joven y satisfecha de las esposas declaró a la policía que, al darse cuenta que el marido estaba muerto, las otras cinco mujeres huyeron hacia el bosque. No sabemos cuantos hijos tenía Unoko Uroja pero las autoridades locales lo enterraron con todos los honores por haber "contribuido de manera positiva" al crecimiento demográfico de la ciudad.
Dejándonos de bromas, que para miles de hombres como Jacinto y Unoko no fueron tales, mucho ojo con las mujeres. Son listas y tienen malas ideas. Apenas salidas del cascarón ya saben de nuestra debilidad y son muy posesivas. Para ellas solo hay dos cosas importantes: los hijos y el dinero. Por sus hijos son capaces de dar la vida, de la misma forma que si el dinero escasea amargan la de sus maridos. Lo de la violencia de género es una realidad, aunque en el 70% de las veces suele ser culpa de la mujer, no siempre es el marido quien asesina. Muchas veces es la mujer la que se carga a su pareja, lo que pasa es que (no se sabe por qué razón) eso no es noticia. Nunca se habla de los asesinatos de hombres a manos de sus mujeres.
"Francisca esperaba en casa a su marido con una breve minifalda y una fina camiseta que dejaba adivinar sus pechos grandes y perfectamente modelados. Al llegar Jacinto a la casa y ver a la mujer sobre el sofá con tan provocadora vestimenta no pudo resistirse (ejemplo de que los hombres no piensan) y se lanzó sobre ella empezando un juego amoroso que casi acaba en tragedia. Amando a su marido, pero queriendo acabar con él, durante el juego amoroso en el que Jacinto bebía y retozaba en las "fuentes" inagotables de su bella esposa, la cara de Jacinto quedó aprisionada entre los pechos de Francisca.
- No podía respirar y estuve al borde de la muerte -contó Jacinto a la policía- No podía liberarme, me puse azul y pensé que me iba a morir.
Francisca admitió el intento de homicidio en la comisaría diciéndole al inspector:
- Es verdad que mi propósito era matarle, pero quería que su muerte fuera lo más agradable posible. ¡Vaya con la moza!. Como si hubiera alguna manera de morir que fuera agradable...
El nigeriano y rico hombre de negocios Unoko Uroja con el tiempo llegó a casarse con seis mujeres, viviendo todos en la casa familiar. Sin embargo el espabilado tenía a sus primeras esposas muy "desatendidas" hasta el punto de que éstas se confabularon para darle un amoroso escarmiento. Después de una larga velada en el bar con sus amigotes y quizás bien cargado de alcohol, Unoko se dirigió a la habitación de la más joven de sus mujeres y empezaron a hacer el amor. En pleno éxtasis irrumpieron las otras cinco mujeres con cuchillos y palos obligándole a tener sexo con todas ellas. Medio borracho y tomándoselo a broma Unoko tuvo sexo con otras tres de sus mujeres pero, de repente, "¡dejó de respirar!". Las dos mujeres que "esperaban la vez" arremetieron contra el indefenso marido que, desmayado por la bebida y el esfuerzo, yacía inconsciente en la cama. La más joven y satisfecha de las esposas declaró a la policía que, al darse cuenta que el marido estaba muerto, las otras cinco mujeres huyeron hacia el bosque. No sabemos cuantos hijos tenía Unoko Uroja pero las autoridades locales lo enterraron con todos los honores por haber "contribuido de manera positiva" al crecimiento demográfico de la ciudad.
¿Por qué sucede esto?. No se sabe, pero no sería de extrañar que la mayor parte de los puestos relevantes de periódicos y emisoras de Radio y Televisión estén ya en manos de las mujeres. Lo de la emisión radiofónica de "La guerra de los mundos" , de Orsson Welles, es viejo (1938) pero lo preocupante es que ahora nos llegue "La guerra de las mujeres". ¿Nos llevará esto a depender de ellas, como hasta ahora han dependido ellas de nosotros?. No me extrañaría, porque los hombres... ¡Somos tan tontorrones!.
¡Eh!, ¿Quien anda ahí?. ¡Socorro!. ¡Ahggggggggggg!. (Es broma). ¡...De momento...!
RAFAEL FABREGAT
¡Eh!, ¿Quien anda ahí?. ¡Socorro!. ¡Ahggggggggggg!. (Es broma). ¡...De momento...!
RAFAEL FABREGAT
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