Se denomina así por haber sido propuesto en 1.582 por el Papa Gregorio XIII mediante la bula inter Gravíssimas, en sustitución del Calendario Juliano, instaurado por el emperador romano Julio César en el año 46 a.C. y que le daba al año una duración de 365 días y 6 horas cuando, en realidad, la duración exacta es de 365 días, 5 horas, 48 minutos y 45,16 segundos.
La reforma nació de la necesidad de ajustar el calendario civil al año tropical; ajustar el desfase producido desde el primer Concilio de Nicea (a. 325) y situar la Pascua y fiestas cristianas, de ella dependientes, en perfecta concordancia con la realidad astral. Aquel año 325 del I Concilio de Nicea el equinoccio de primavera había tenido lugar el 21 de Marzo pero con el paso del tiempo la fecha se había ido adelantando de tal forma que en 1.582 el desfase era ya de 10 días y el equinoccio de la primavera estaba previsto para el 11 de Marzo.
El calendario Gregoriano, mucho más exacto, solo adelanta 26 segundos al año por lo que solo precisará de un ajuste de un día cada 3.300 años.
Todo lo anterior solo al objeto de situar al mundo en el punto y lugar que le corresponde a nuestra civilización y para hacernos eco de que, por muy sorprendente que pueda parecer, en estas fechas tan adelantadas de la humanidad en las que situamos aparatos en cualquier punto del sistema solar y más allá del mismo, todavía quedan seres humanos que apenas conocen la civilización y siguen viviendo en zonas remotas del planeta, aislados de todo y de todos. Ajenos, quizás voluntarios, a la modernidad. Allí donde están tienen agua, comida, paz y la tranquilidad que tanto echamos en falta quienes vivimos en lugares llamados civilizados pero que demasiadas veces son un caos organizado por aquellos que manejan la fuerza disimulada y amparada por leyes hechas por ellos mismos. Demasiada letra pequeña que permite el uso y el abuso de lo ajeno, en beneficio propio. Pues bien, estas gentes no tienen que pasar por eso y su única preocupación es conseguir el sustento diario en un medio, normalmente selvático, abundante en frutos y caza durante todos los días del año.
Aunque parezca increíble, gentes que siguen viviendo de forma aislada, casi prehistórica, los hay en todos los continentes de este planeta que debería ser hábitat de todos y hermandad de cuantos navegamos en un barco que lejos de ser modelo de armonía y bienestar general, es choza de muchos y palacio de pocos. Pero así somos los humanos. ¿Quien puede creer que estas gentes ignoran los avances de sus compañeros de viaje?. Yo, desde luego, no creo que ellos no sepan que a equis días de camino hay pueblos de seres como ellos que viven de forma distinta. Más bien pienso que "esa otra forma de vida" para ellos no tiene ningún interés. Meses atrás escribí de tribus de Nueva Zelanda que están en esa misma situación y también en Europa, pero hoy toca el continente americano. Aunque pueda ser discutible, vivir de forma prehistórica en el siglo XXI es más cuestión de actitud que de necesidad. Quitando esa excepción que siempre confirma la regla, los pueblos primitivos actuales lo son porque no tienen ningún interés en integrarse a una forma de vida que puede darte grandes comodidades pero a un precio quizás demasiado alto y estas gentes lo saben, o lo intuyen.
En zonas amazónicas de Brasil y Perú han sido avistadas tribus aisladas que viven de la misma forma que se viviera miles de años atrás. No son ocho ni diez. Más de 50 pueblos han sido descubiertos en la Amazonia y alguno más que todavía no habrá sido localizado. Algunos en puntos de tan tupida vegetación que a un helicóptero le es imposible aterrizar a menos de cientos de kilómetros de distancia y que posteriormente serían imposibles de transitar para alcanzar a pie el destino final. Para la gente civilizada no hay ningún interés en llegar hasta allí pero, para los bosquímanos que allí viven, hacerse con unas zapatillas de Adidas o un polo de Lacoste, tampoco lo tiene. Tienen lo que necesitan y nadie les impone reglas que no sean las de su propia convivencia. Al igual que nosotros, llegan a este mundo sin nada y con lo mismo se van... Entonces, ¿donde está la ventaja que los civilizados creemos tener?. En la foto vemos que los indígenas, al ver el helicóptero, cogieron sus arcos y flechas en actitud amenazante por si al "extraño ser metálico" se le ocurría acercarse a su poblado. No hizo falta. Los ocupantes del aparato hicieron una fotos y marcharon sin más. Pero quedó constancia, una vez más, de que sigue habiendo vida humana más allá de los límites que la civilización tenía establecidos como salvajes y deshabitados.
En la Amazonia, foco principal de indígenas primitivos en el continente americano, son varios los pueblos que viven en total aislamiento. En Brasil, estos pueblos tienen como denominación legal la de "indios isolados", concepto que define los pueblos indígenas sobre los que se sabe que están dentro de la inmensa selva tropical, pero de los que se tiene poca o nula información. La supervivencia de estas gentes se basa exclusivamente en los recursos naturales que les ofrece el bosque y se niegan a contactar con el mundo civilizado. Aunque la mayor parte de estos poblados (no todos) están localizados, las autoridades velan por hacer realidad su aislamiento puesto que son el mejor seguro para la protección de los bosques que ocupan. Equipos gubernamentales especializados, ubican señales de presencia y delimitan el área que ocupan y transitan estos indígenas, para aislarlos de la presencia de terceras personas que pudieran interferir en su hábitat. Madereros, turistas, científicos, ganaderos, etc. son alejados de estas zonas para asegurar la supervivencia de la tribu en cuestión. Ajenos a esta protección, estos pueblos indígenas creen estar a salvo del hombre civilizado, sin darse cuenta de que son simples cobayas en probeta de laboratorio.
RAFAEL FABREGAT
Todo lo anterior solo al objeto de situar al mundo en el punto y lugar que le corresponde a nuestra civilización y para hacernos eco de que, por muy sorprendente que pueda parecer, en estas fechas tan adelantadas de la humanidad en las que situamos aparatos en cualquier punto del sistema solar y más allá del mismo, todavía quedan seres humanos que apenas conocen la civilización y siguen viviendo en zonas remotas del planeta, aislados de todo y de todos. Ajenos, quizás voluntarios, a la modernidad. Allí donde están tienen agua, comida, paz y la tranquilidad que tanto echamos en falta quienes vivimos en lugares llamados civilizados pero que demasiadas veces son un caos organizado por aquellos que manejan la fuerza disimulada y amparada por leyes hechas por ellos mismos. Demasiada letra pequeña que permite el uso y el abuso de lo ajeno, en beneficio propio. Pues bien, estas gentes no tienen que pasar por eso y su única preocupación es conseguir el sustento diario en un medio, normalmente selvático, abundante en frutos y caza durante todos los días del año.
Aunque parezca increíble, gentes que siguen viviendo de forma aislada, casi prehistórica, los hay en todos los continentes de este planeta que debería ser hábitat de todos y hermandad de cuantos navegamos en un barco que lejos de ser modelo de armonía y bienestar general, es choza de muchos y palacio de pocos. Pero así somos los humanos. ¿Quien puede creer que estas gentes ignoran los avances de sus compañeros de viaje?. Yo, desde luego, no creo que ellos no sepan que a equis días de camino hay pueblos de seres como ellos que viven de forma distinta. Más bien pienso que "esa otra forma de vida" para ellos no tiene ningún interés. Meses atrás escribí de tribus de Nueva Zelanda que están en esa misma situación y también en Europa, pero hoy toca el continente americano. Aunque pueda ser discutible, vivir de forma prehistórica en el siglo XXI es más cuestión de actitud que de necesidad. Quitando esa excepción que siempre confirma la regla, los pueblos primitivos actuales lo son porque no tienen ningún interés en integrarse a una forma de vida que puede darte grandes comodidades pero a un precio quizás demasiado alto y estas gentes lo saben, o lo intuyen.
Amazonia. Límite entre Brasil y Perú. |
RAFAEL FABREGAT
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