Es verdad que la muerte nos llega a todos pero, cuando se viven situaciones estresantes, la vida puede acortarse hasta una sexta parte de lo que sería normal en el individuo objeto de estudio. Estudios pasados y presentes nos han ido diciendo que el estrés evolutivo es el que ha propiciado el desarrollo y capacidad de supervivencia de los actuales seres del planeta, frente a otros seres más fuertes y aparentemente mejor desarrollados para la caza o incluso para resistir la enfermedad. Sin embargo, viendo lo negativo que es el estrés para la vida, ¿que utilidad puede tener desde un punto de vista evolutivo?. ¿Como se entiende que la evolución sea necesaria para la supervivencia, si dicha evolución origina estrés y éste propicia un notable adelanto de la muerte, e incluso la causa directamente?.
Sin embargo no es todo negativo. En situaciones de peligro, el estrés mantiene alerta los sentidos más primitivos de supervivencia. De hecho lo que hace es desviar la energía de las funciones necesarias a medio o largo plazo, hacia actividades de cuya rápida respuesta puede depender incluso la vida. Es lo que se llama un acto reflejo de supervivencia. En determinadas circunstancias la lentitud de respuesta a cualquier peligro puede costar la vida, ¡por muy bueno que sea el sistema inmunológico!. Es pues de agradecer que, en esos supuestos, el organismo desvíe esa energía en ofrecer una agilidad que permita alejar ese peligro inminente, aún a costa de perder reservas inmunológicas a futuro. Es en ese momento cuando se vislumbra el costo de esa salvación momentánea, ya que se detecta una notable bajada de las defensas del organismo.
Claro que, como he explicado anteriormente, ese reflejo paga también el peaje de una vida más corta. ¿Sabían que los que duermen más, viven más años?.
En fin, por si todavía no se habían dado cuenta, les estaba contando la capacidad de respuesta de las libélulas a determinados peligros. Unos bichitos muy espabilados y de vista excelente...
RAFAEL FABREGAT
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