Escrita y dirigida por Francis Veber, tuvo en su momento el aplauso de crítica y público, por la genialidad y agudeza de su contenido.
Presentada como esperpento cómico, que despierta en muchos momentos la sonrisa del espectador es, en el fondo, una crítica a la crueldad de quienes manejan la vida de los demás. Pero vayamos al argumento...
En una cena histórica, el anfitrión se reúne el lunes 24-1-2011 con amigos en su casa (que es la de todos) disputándose el honor de ser el que lleve al invitado más idiota.
Aunque durante casi siete años el anfitrión ha ganado siempre la apuesta, hoy ha sido incapaz de encontrar para la cena al incauto candidato, por lo que se deja aconsejar por el vicepresidente del negocio que lleva entre manos, que le indica que en esta ocasión especial no es necesario que se trate de una persona física, si no que puede valer la representación de un colectivo.
El anfitrión no entiende exactamente la propuesta, pero los invitados hacen acto de presencia y procede a recibirlos, disimulando la probable desventaja en la que se encuentra. La cena se desarrolla con normalidad y en un espíritu de compañerismo y cordialidad entre los presentes, sin que nadie empiece a hablar del obligado asunto que les reúne, ya que tampoco sus amigos han llevado candidato alguno.
Como es costumbre de inevitable cumplimiento, de esa cena tiene que salir el amigo idiota y nadie sabe como proceder, para que el temido honor no recaiga sobre ninguno de los presentes.
La situación es nueva, extraña.
Todos están esperando el momento y la forma de demostrar quien es el que ha conseguido llevar al más imbécil de los candidatos, cuando en realidad solo están ellos tres en la mesa.
Está claro que, ninguno de ellos puede ni quiere ser el idiota del día, pero no saben como salir
airosos de la situación en la que se encuentran.
De pronto...
¡Eureka! Al anfitrión le vienen a la mente las palabras de su vicepresidente y ve clara la solución del problema.
Carraspea y se dirige a los presentes...
- Sabéis que es norma obligada que de la cena salga el invitado idiota -dice el anfitrión.
- Lo sabemos, pero no hemos podido encontrar a nadie -exclaman los invitados disgustados.
El anfitrión queda cabizbajo meditando sus próximas palabras. En la mesa no hay nadie más y cargar el dudoso honor sobre alguien que no esté presente...
- ¿Que os parece si le damos este honor al pueblo? -propone el "dueño" de la casa.
- ¿Al pueblo? -preguntan extrañados los invitados.
- ¡Al pueblo sí!. Vamos a retrasar la jubilación dos años, a menos que hayan cotizado 38,5 años o más. Y por si esto fuera poco, el periodo de cálculo será de 25 años, en lugar de los 15 actuales.
- Pero hombre, ¿aceptará el pueblo esta barbaridad? -dice uno de los invitados.
- Eso solo puede aceptarlo un idiota -recalca el otro.
- Pues eso amigos -remacha eufórico el anfitrión viéndose ganador, una vez más.
- Ya tenemos a los idiotas de hoy. Pasemos al salón a celebrarlo con una copa. Por cierto, ahí tengo unos puritos que me mandó el otro día un amigo desde la Habana...
- Ah, pero... ¿Aquí se puede fumar? -dicen los invitados expeliendo una gran bocanada de humo.
- Hombre, aquí... ¡Aquí, se puede todo!.
RAFAEL FABREGAT
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