29 de agosto de 2014

1490- LA RAZA ESPAÑOLA.

Aunque la Península Ibérica ya estaba habitada antes de su llegada (protoíberos) la Historia nos cuenta que los Íberos fueron el primer pueblo en llegar a nuestra península. Tal aseveración viene determinada por ser éstos los primeros que dejaron constancia escrita de su presencia en estas tierras a las que llegaron procedentes del mediodía francés. Se estima que su llegada sería hacia el IV milenio a.C. y ocuparon toda la parte oriental, junto al Mediterráneo. También los vascones son de época parecida, pero éstos se limitaron a ocupar las tierras limítrofes al Pirineo occidental al norte del Ebro, hoy tierras del País Vasco y Navarra. 

Más tarde, hacia el siglo IX a.C. llegarían los Celtas procedentes del noroeste de Europa, principalmente de la bretaña francesa y las islas de Irlanda y Gran Bretaña, ocupando la parte noroccidental de la península, hoy tierras de Galicia y norte de Portugal. Como se puede apreciar la construcción de las casas, agrupadas en castros, es circular. Expediciones posteriores hacia el este propiciaron el contacto de los Celtas con los Iberos y su fusión posterior en lo que se llamó el pueblo Celtíbero, cuya expansión llegó a dominar la casi totalidad de la Península Ibérica, aunque sin apenas llegar a las costas mediterráneas, donde seguían estando los Íberos puros, sin mezcla celta. 


Entre el siglo IX y VIII a.C. llegaron a la península los Fenicios, pero solamente con intenciones mercantiles. Por su valor estratégico establecieron su capital comercial en Gadir (Cádiz) ya que a escasa distancia tenían las minas de oro, plata y estaño, descubiertas por los Tartesos. Fundaron otras colonias en Almería y Málaga y por el sistema de truque de materiales elaborados se hicieron con el monopolio de las riquezas minerales del sur peninsular. Estas riquezas minerales aportaron grandes beneficios al pueblo Fenicio pero, según se ha descubierto en algunas necrópolis de la época, también a los reyezuelos Ibéricos que cambiaban el mineral por piezas de orfebrería de gran calidad y belleza. 

En el siglo VI a.C. llegaron a las costas de la Península Ibérica los Griegos, atraídos por la fama de ser tierra rica en metales. Más belicosos desbancaron a los Fenicios. Trajeron vino, aceite y cerámica, al tiempo que los locales les pagaban con mineral de oro y plata, cereales y salazones. El viaje era largo y penoso, pero merecía la pena. En algunos puntos sustituyeron a las colonias fenicias y en otros convivieron mercadeando ambos con los celtíberos. Estos pueblos se llevaron de la Península Ibérica cantidades ingentes de metales, pero dejaron a cambio un legado importante de conocimientos. El olivo, el torno alfarero, la acuñación de monedas y el alfabeto fueron algunas de esas riquezas incalculables.

Hacia el siglo V a.C. llegaron a nuestra península los Cartagineses, pueblo escindido de la Fenicia de Oriente Próximo e instalado en Cartago, actual Túnez. Su capital en Iberia fue Cartago Nova (Cartagena). Todas las civilizaciones mediterráneas que pasaron por la Península Ibérica dejaron un legado importantísimo, pero solo afectó a la costa mediterránea y al valle del Guadalquivir. Ninguno de ellos se internó hacia el noroeste peninsular. Tras la caída de Nabucodonosor II los Cartagineses sustituyeron a los Fenicios en el control del comercio mediterráneo. La influencia cartaginesa sobre la ibérica aumentó con rapidez y el control naval mediterráneo y su expansión hacia el interior peninsular se hizo realidad.

Las guerras entre romanos y cartagineses (Púnicas) desembocaron en la invasión romana (218 a.C.) con un primer desembarco de tropas en la Península Ibérica. Las dos potencias habían convivido durante un tiempo en la península pero finalmente chocaron en una primera guerra disputada en las inmediaciones de Tarraco. 
Se estableció una especie de frontera en el Ebro que sería derribada al año siguiente y los romanos pusieron cerco a Sagunto. De allí a Cartago Nova. Los romanos no vinieron a Iberia para conquistarla, sino para derrotar a su mayor enemigo, el pueblo cartaginés. Era cuestión de tiempo que los romanos limpiaran toda la península de enemigos capaces de hacerles frente y de que todo el territorio se romanizara siendo bautizado con el nombre de Hispania.

Aunque cántabros, astures y vascones siguieron guerreando sin doblegarse jamás al enemigo, la Península Ibérica fue dividida por Diocleciano (298 d.C.) en cinco provincias. Sin embargo el poder de Roma se debilitaba por momentos debido a las grandes luchas internas y pronto los pueblos germanos hicieron su aparición. Se tienen noticias de que los primeros en llegar fueron un ejército de 30.000 Suevos; cruzaron los Pirineos hacia el año 410 y ocuparon las tierras gallegas, pero después llegaron otros y otros más, hasta que antes de finalizar el siglo V toda la península estaba dominada por los Visigodos, nombre genérico que se dio a la fusión de los diferentes pueblos godos. Pronto se convirtieron al catolicismo y de ellos salieron arzobispos y santos.


El año 711 la lucha entre los aspirantes al trono visigodo facilitó el paso a las huestes norteafricanas. Los visigodos fueron borrados de la faz de la tierra y los musulmanes se establecieron en la Península Ibérica hasta 1492. Finalmente derrotados por los Reyes Católicos, éstos permitieron que quienes se convirtieran al cristianismo pudieran quedarse. Sin embargo su estratagema morisca no se eternizó puesto que a escondidas siguieron practicando el islam y nunca se integraron. Los continuos ataques piratas berberiscos a las costas españolas y el miedo a una posible colaboración del Imperio Turco con ellos aconsejó su expulsión definitiva en 1613, llevada a cabo por el rey Felipe III. Tras la multitud de razas que han pasado por España, muchos nos preguntamos qué raza será la nuestra...

RAFAEL FABREGAT




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