Las había de todas clases y precios. Las sencillas eran la imagen de la propia cerilla, cabeza de fósforo con cuerpo de papel encerado, con sus correspondientes brazos y piernas.
El rascador era de papel de lija y valía 0,40 ptas. la caja de 40 unidades. Con ese precio te darían hoy unas 400 cajitas por cada euro.
Se compraban en paquetes de 20 cajitas, al precio de 8 ptas.(0,05 €).
Las de categoría máxima costaban 0,50 ptas. cada una (0,03 €) pero esas solo se compraban para ir al bar los días de fiesta. Eran un poquito más grandes y llevaban imágenes de toreros, escudos de futbol, banderas, etc. con cuerpo de madera resinosa. En nuestros juegos de niños, siempre se pagaba con los cartones más sencillos y guardábamos para sí los más grandes y bonitos.
Aunque en principio "els cartonets" tenían el mismo valor, algún niño mayor que se había quedado sin "efectivo" se inventó que los de toreros o similares valían por cinco de los sencillos, motivo por el cual recuperó parte del capital y así quedó pactado para siempre el nuevo valor facial. Con este tipo de moneda (cartonets) se apostaba en muchos de los juegos de aquella época (décadas de 1950 y 1960) porque esto le daba mayor interés y atención al juego. Había un juego que se hacía directamente con los propios "cartonets" y que consistía en dibujar una línea en la pared a una cierta altura y sujetando el "cartonet" en dicha línea, dejarlo caer en el suelo uno tras otro todos los jugadores alternativamente. En el caso de que el tuyo cayese sobre la pieza o piezas de otros jugadores te llevabas el tuyo y todos los que tocaran a éste; los que no conseguían caer encima de ningún cartón quedaban en el suelo.
Se jugaba también a "la trompa", artilugio que hasta los niños más pobres teníamos.
Aunque en principio "els cartonets" tenían el mismo valor, algún niño mayor que se había quedado sin "efectivo" se inventó que los de toreros o similares valían por cinco de los sencillos, motivo por el cual recuperó parte del capital y así quedó pactado para siempre el nuevo valor facial. Con este tipo de moneda (cartonets) se apostaba en muchos de los juegos de aquella época (décadas de 1950 y 1960) porque esto le daba mayor interés y atención al juego. Había un juego que se hacía directamente con los propios "cartonets" y que consistía en dibujar una línea en la pared a una cierta altura y sujetando el "cartonet" en dicha línea, dejarlo caer en el suelo uno tras otro todos los jugadores alternativamente. En el caso de que el tuyo cayese sobre la pieza o piezas de otros jugadores te llevabas el tuyo y todos los que tocaran a éste; los que no conseguían caer encima de ningún cartón quedaban en el suelo.
Se jugaba también a "la trompa", artilugio que hasta los niños más pobres teníamos.
De hecho las vendían en la mayor parte de las tiendas de ultramarinos de entonces, pues eran muchas las unidades que los niños demandábamos.
El motivo era porque el pie metálico, no muy largo, ante los múltiples golpes contra el suelo solía arrancarse con bastante facilidad.
Pronto los mayores inventaron trompas de fabricación casera y pie de varilla de hierro que llegaba hasta el corazón de la trompa y con duración para toda una vida, con lo que el negocio de su venta desapareció por completo.
También jugábamos al "guá", en cuyo caso la apuesta era muchas veces la propia canica con la que se jugaba. El "guá", ya lo sabréis, es un juego de aproximación. Tras el lanzamiento de las canicas de todos los jugadores a una línea prefijada, quedaba establecido el orden de participación. En nuestro pueblo (Cabanes) se practicaba con canicas de arcilla, piedra pulida o incluso bolas de acero de rodamientos. El primero que hacía "guá" debía dar con su canica a la del primer adversario elegido (chivas); en el segundo toque era obligado crear una separación entre ambas en la que cupiera el pie (pie- bueno) para a continuación meter la canica en el pequeño hoyo central (guá). Así se iba eliminando a todos los contendientes. De no completar la jugada consiguiendo las tres metas indicadas para cada adversario, otro tomaba la vez y daba inicio a su jugada.
Uno de los juegos frecuentes, ya entre los mayores, era el llamado "Faba, monta y calla". Tenía dos modalidades. La primera y más sencilla denominada "faba", pagaba uno solo de los jugadores que apoyado sobre una pared, ventana, etc. permitía que los demás se subieran sobre su espalda. No era la más divertida puesto que solo un par de ellos cabían y no se conseguía derribar, por sobrepeso, al que hacía de borrico. La más llamativa se denominaba "churro, media manga y mangotero". Pagaba un mínimo de dos jugadores, que podían ser hasta tres, y todos los demás saltaban sobre ellos. Al grito de "ahí va el carro, la mula y els aparells" el primero saltaba sobre la espalda de los que pagaban y se escurría lo más adelante posible para dar cabida a más saltadores. Ante un tramo tan largo, cabía tal cantidad de chicos encima que el resultado era siempre el derrumbe por imposibilidad de soportar (los de abajo) el peso de todos los que saltaban encima.
Las chicas, siempre más modositas, jugaban a "la bandereta" o a los típicos juegos de cuerda, entre los que citamos la simple "comba", el "cocherito leré", etc. Todos estos juegos iban acompañados de canciones que marcaban el compás de la cuerda, claro que todo no era tan inocente. Y no lo era porque, en determinados momentos y lugares, estaban los "juegos mixtos", es decir, juegos entre chicos y chicas ya con una cierta connotación sexual primaria. Los más simples eran el de "pares y mares" o el pícaro juego "dels cordellets". Para este juego, siempre en parejas de chicos y chicas, se cogían tantos cordeles como parejas habían, haciendo un nudo en uno de los extremos. Sujetándose doblados por el centro, mostraban tantas puntas como jugadores. Los chicos cogían puntas y las chicas nudo. Soltado el centro de los cordeles chicos y chicas quedaban emparejados y podían besarse. Este juego siempre era a escondidas de miradas indiscretas. Y nos besábamos, con el moco asomando, ¡pero nos besábamos!. Otros juegos de padres, o de médicos, pacientes y enfermeras, los dejaremos para mejor ocasión, porque tienen algo más de miga...
RAFAEL FABREGAT
También jugábamos al "guá", en cuyo caso la apuesta era muchas veces la propia canica con la que se jugaba. El "guá", ya lo sabréis, es un juego de aproximación. Tras el lanzamiento de las canicas de todos los jugadores a una línea prefijada, quedaba establecido el orden de participación. En nuestro pueblo (Cabanes) se practicaba con canicas de arcilla, piedra pulida o incluso bolas de acero de rodamientos. El primero que hacía "guá" debía dar con su canica a la del primer adversario elegido (chivas); en el segundo toque era obligado crear una separación entre ambas en la que cupiera el pie (pie- bueno) para a continuación meter la canica en el pequeño hoyo central (guá). Así se iba eliminando a todos los contendientes. De no completar la jugada consiguiendo las tres metas indicadas para cada adversario, otro tomaba la vez y daba inicio a su jugada.
Uno de los juegos frecuentes, ya entre los mayores, era el llamado "Faba, monta y calla". Tenía dos modalidades. La primera y más sencilla denominada "faba", pagaba uno solo de los jugadores que apoyado sobre una pared, ventana, etc. permitía que los demás se subieran sobre su espalda. No era la más divertida puesto que solo un par de ellos cabían y no se conseguía derribar, por sobrepeso, al que hacía de borrico. La más llamativa se denominaba "churro, media manga y mangotero". Pagaba un mínimo de dos jugadores, que podían ser hasta tres, y todos los demás saltaban sobre ellos. Al grito de "ahí va el carro, la mula y els aparells" el primero saltaba sobre la espalda de los que pagaban y se escurría lo más adelante posible para dar cabida a más saltadores. Ante un tramo tan largo, cabía tal cantidad de chicos encima que el resultado era siempre el derrumbe por imposibilidad de soportar (los de abajo) el peso de todos los que saltaban encima.
Las chicas, siempre más modositas, jugaban a "la bandereta" o a los típicos juegos de cuerda, entre los que citamos la simple "comba", el "cocherito leré", etc. Todos estos juegos iban acompañados de canciones que marcaban el compás de la cuerda, claro que todo no era tan inocente. Y no lo era porque, en determinados momentos y lugares, estaban los "juegos mixtos", es decir, juegos entre chicos y chicas ya con una cierta connotación sexual primaria. Los más simples eran el de "pares y mares" o el pícaro juego "dels cordellets". Para este juego, siempre en parejas de chicos y chicas, se cogían tantos cordeles como parejas habían, haciendo un nudo en uno de los extremos. Sujetándose doblados por el centro, mostraban tantas puntas como jugadores. Los chicos cogían puntas y las chicas nudo. Soltado el centro de los cordeles chicos y chicas quedaban emparejados y podían besarse. Este juego siempre era a escondidas de miradas indiscretas. Y nos besábamos, con el moco asomando, ¡pero nos besábamos!. Otros juegos de padres, o de médicos, pacientes y enfermeras, los dejaremos para mejor ocasión, porque tienen algo más de miga...
RAFAEL FABREGAT
Le agradezco mucho estas descripciones y espero que no tenga inconveniente en que reproduzca una de ellas en mi propio blog (Jugando en Latinoamérica), naturalmente con la debida referencia a su autor. Aún con las debidas particularidades de cada región los juegos suelen tener ciertas similitudes aunque estemos de uno y otro lado del atlántico. Cordiales saludos.
ResponderEliminarEste Blog y su autor están a su entera disposición Inés. Un abrazo desde España.
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