El destino de nuestro viaje es un pequeño pueblo al NE de la capital, en los Montes Orientales. Se llama Huélago, pequeño municipio atravesado por un arroyo bautizado con el mismo nombre. Está situado a 913 m. sobre el nivel del mar, tiene un término municipal de 32,79 Km2. y una población de 358 habitantes.
La comarca tiene un larga historia que corroboran los múltiples hallazgos arqueológicos y restos de homínidos de unos 200.000 años de antigüedad.
En la vecina localidad de Darro se hallaron numerosos restos en la Cueva de Horá que determinan la presencia del Hombre de Neanderthal.
Los dólmenes de Fonelas, Huélago, Moreda y Pedro Martínez (sepulcros megalíticos) indican actividad humana y constante de la zona en un pasado remoto.
Son los romanos y mayormente los musulmanes quienes dejaron clara huella de su paso, con la existencia de una alquería y varias torres vigías de las que todavía puede verse una de base cuadrangular.
Tras la Reconquista de los Reyes Católicos se sucedieron las revueltas mudéjares primero y las moriscas un siglo después que culminaron con su expulsión y repoblación a cargo de emigrantes de Castilla y Aragón.
Son los romanos y mayormente los musulmanes quienes dejaron clara huella de su paso, con la existencia de una alquería y varias torres vigías de las que todavía puede verse una de base cuadrangular.
Tras la Reconquista de los Reyes Católicos se sucedieron las revueltas mudéjares primero y las moriscas un siglo después que culminaron con su expulsión y repoblación a cargo de emigrantes de Castilla y Aragón.
No sería hasta el siglo XIX cuando la Villa de Güelago tomaría la categoría de municipio y se construiría su primer Ayuntamiento. Siempre republicano, con el final de la dictadura franquista gana la alcaldía el socialismo, un tal Garrido, que gobierna durante 22 años siguiéndole después su hijo.
Los gobiernos del PSOE se suceden al estilo de vida de los pequeños pueblos andaluces, a base de subvenciones.
Los jóvenes no aceptan esta forma de vida y poco a poco van marchando del pueblo.
Los jóvenes no aceptan esta forma de vida y poco a poco van marchando del pueblo.
Del millar largo se pasa al medio millar y a día de hoy apenas quedan 300 vecinos, mayormente viejos que recuerdan con nostalgia tiempos mejores.
Los campos quedan yermos, abandonados. Hasta el río Huélago marcha, abandona el pueblo y deja seca la antigua vega de riqueza sin parangón.
Su enfado dura más de 20 años, pero finalmente vuelve y lo hace con potencia, invitando a los vecinos a que se le tenga nuevamente en cuenta. Esperando que la vega renazca. El municipio no anda escaso de recursos, solo falta creer en ellos.
En pleno medio rural y con la riqueza que le proporcionarían sus cuatro zonas de dólmenes, con más de 200 túmulos, solo una mina de oro sería más importante para atraer la atención de los curiosos turistas.
En pleno medio rural y con la riqueza que le proporcionarían sus cuatro zonas de dólmenes, con más de 200 túmulos, solo una mina de oro sería más importante para atraer la atención de los curiosos turistas.
Lo más grandioso es que esa mina de oro existe. Está ahí, solo hace falta explotarla.
El nacimiento del rió Huélago es una fuente de aguas medicinales, con una cantidad de carbonatos de entre 500 y 800 mlg/l que, junto a la riqueza paisajística de la zona podría enriquecer a un pueblo que podría vivir perfectamente de ese turismo, cansado de sol y playa, que prefiere encontrar fuentes de salud y encuentros con el pasado. Por tener, tiene hasta Estación de ferrocarril aunque, como tantas otras, está cerrada.
El nacimiento del rió Huélago es una fuente de aguas medicinales, con una cantidad de carbonatos de entre 500 y 800 mlg/l que, junto a la riqueza paisajística de la zona podría enriquecer a un pueblo que podría vivir perfectamente de ese turismo, cansado de sol y playa, que prefiere encontrar fuentes de salud y encuentros con el pasado. Por tener, tiene hasta Estación de ferrocarril aunque, como tantas otras, está cerrada.
Huélago y los pueblos de la comarca reúnen material más que suficiente para captar esta clase de turismo y puede impedir que marchen los pocos jóvenes que quedan y que regresen aquellos que marcharon anteriormente.
Esta es la mina de oro de Huélago. El nacimiento del río del mismo nombre.
La Fuente Alta. Una especie de charca, desde la que nace un pequeño manantial de propiedades extraordinarias para toda clase de enfermedades de la piel. También el barro que se forma en el fondo de la misma, por su concentración carbónica, es aún superior en propiedades medicinales. Desde cientos de años atrás fueron conocidos sus efectos especiales y todos los habitantes de la comarca se aprovecharon de ellas. Después, como siempre ocurre, el boca a boca fue añadiendo clientes a la cita de tan beneficiosa fuente.
Nunca el municipio explotó este extraordinario recurso y tampoco lo hizo su posible propietario. Muchas décadas atrás, el río Huélago no solo fue famoso por sus aguas medicinales, si no por la abundancia de las mismas y por la frondosa vega que daba abundantes cosechas a la población. El manantial, altamente carbonatado, nace a una alta temperatura y permite el baño invernal. Antaño los vecinos iban allí con el carro y la familia a pasar el día, a bañarse en la charca y a ver la mina adyacente. No había bañadores y las mujeres entraban al agua con enaguas. Las más jóvenes lo hacían desnudas por lo que las madres ponían una sábana para que los muchachos no las vieran. De la noche a la mañana, por cuestiones climatológicas y algunas catas próximas que se hicieron para el suministro de agua y posible regadío, secaron el manantial durante más de veinte años.
La primavera de 2010, bastante más lluviosa de lo habitual, devolvieron a Huélago las aguas de la Fuente Alta y con ella la multitud vuelve a beneficiarse de las mismas y de sus lodos. Esa es la riqueza principal de un pueblo, nunca explotada. Allí acuden desde tiempo inmemorial miles de personas cada año, bañándose en sus aguas y embadurnándose en sus lodos. Mejorando psoriasis y sanando completamente otros males de piel de importancia menor. Para conseguirlo solo es cuestión de trabajar en la buena dirección. A nadie le regalan nada y tampoco nada importante se hace en cuatro días. Hace falta trabajo y constancia. Pero, sobre todo, fe. Mucha fe...
RAFAEL FABREGAT
Nunca el municipio explotó este extraordinario recurso y tampoco lo hizo su posible propietario. Muchas décadas atrás, el río Huélago no solo fue famoso por sus aguas medicinales, si no por la abundancia de las mismas y por la frondosa vega que daba abundantes cosechas a la población. El manantial, altamente carbonatado, nace a una alta temperatura y permite el baño invernal. Antaño los vecinos iban allí con el carro y la familia a pasar el día, a bañarse en la charca y a ver la mina adyacente. No había bañadores y las mujeres entraban al agua con enaguas. Las más jóvenes lo hacían desnudas por lo que las madres ponían una sábana para que los muchachos no las vieran. De la noche a la mañana, por cuestiones climatológicas y algunas catas próximas que se hicieron para el suministro de agua y posible regadío, secaron el manantial durante más de veinte años.
La primavera de 2010, bastante más lluviosa de lo habitual, devolvieron a Huélago las aguas de la Fuente Alta y con ella la multitud vuelve a beneficiarse de las mismas y de sus lodos. Esa es la riqueza principal de un pueblo, nunca explotada. Allí acuden desde tiempo inmemorial miles de personas cada año, bañándose en sus aguas y embadurnándose en sus lodos. Mejorando psoriasis y sanando completamente otros males de piel de importancia menor. Para conseguirlo solo es cuestión de trabajar en la buena dirección. A nadie le regalan nada y tampoco nada importante se hace en cuatro días. Hace falta trabajo y constancia. Pero, sobre todo, fe. Mucha fe...
RAFAEL FABREGAT
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