Desde luego, a la vista está, el mundo no está atravesando uno de sus mejores momentos. Sin embargo las guerras ya no son lo que eran. Aquí, en España, no vemos la guerra pero estamos en ella. De forma permanente, nuestros soldados están desplazados a diferentes países en guerra, como forma de apoyo, colaboración, asistencia, etc. Se diga como se diga, estamos en guerra o metidos en las de los demás. Hasta las guerras se han vuelto globales. El ciudadano medio no va a las trincheras, no oye silbar los obuses por encima de su cabeza, solo se entera por los medios de comunicación, pero estamos en guerra permanente y por tanto en peligro de represalias.
Un día, caminando por la calle, te puede explotar una mochila o un vehículo aparcado. En un momento en que el mundo está reventando por todas partes, la guerra directa apenas se sufre de forma directa en cuatro países del mundo. Con la modernidad las guerras son de otra forma. Amenazas, boicot a la economía de tus rivales, cierre de embajadas, secuestros, artefactos explosivos... Una guerra en la sombra de la que es difícil esconderse. Nadie sabe donde puede estar el peligro. No es un ataque directo, pero puede ser igualmente mortal. Claro que estos no es nada para lo que puede suceder en un momento dado. Con la modernidad armamentística ya todo es posible.
Tras el fin de la II Guerra Mundial y el comienzo de la Guerra Fría, empezó la carrera atómica y con ella el fin de la tranquilidad para existencia de la raza humana. En este momento, que se sepa, existen en el mundo nada menos que 15.695 cabezas nucleares. Suficientes para desintegrar el planeta como si de un terrón de azúcar se tratara. Parece ser que 14.600 se reparten entre rusos y norteamericanos, el resto están repartidas entre Francia, China, Paquistán, India, Israel y Corea del Norte. Demasiadas bombas y demasiados países custodios. Hemos de pensar que quien las produce y almacena busca con ello la seguridad pero, ¿qué pasará el día que a alguien se le crucen los cables?.
En tal caso, naturalmente saltaremos todos por los aires y se acabó la vida en la Tierra, si no incluso la desintegración del propio planeta. Se estima que la potencia nuclear actual es de 746.000 veces la potencia de la bomba que explotó en Hiroshima, no hace explicar la envergadura de los daños. Ante esta nefasta posibilidad al final de la Gran Guerra se creó un reloj virtual, llamado "del apocalipsis" o "Juicio Final", que marcara el estado de peligro nuclear y estableciendo que en ese momento eran las 23:53, o sea, a tan solo siete minutos del desastre. Desde entonces hasta hoy el año más tranquilo fue 1972, cuando las manecillas marcaron las 23:48.
Actualmente diferentes amenazas han puesto el reloj a las 23:57, a tan solo tres minutos del desastre. No es por alarmar a nadie, pero estamos en los mismos niveles de la Guerra Fría. La modernización de estas armas y el aumento de éstas en varios países de Oriente Medio, hacen que el peligro haya aumentado considerablemente. Si una sola de estas bombas es suficiente para hacer desaparecer de la faz de la tierra una ciudad como Madrid o París, es fácil deducir que se podría hacer con todas ellas.
RAFAEL FABREGAT
Un poco de miedo y de temor ya sentimos;mas aún si lo
ResponderEliminarpiensas fríamente.
Gracias por tu comentario Alejandra. Visto todo lo que tenemos alrededor, miremos de pensar un poco menos y vivir un poco más. Solución inconsciente pero no podemos hacer mucho más. Como ya sabrás (vaya mierda) incluso nuestro voto se compra y se vende en los mercados de la política. Y sin pagar el IAE. Recibe un fuerte abrazo.
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