Antigua fortaleza primeramente romana, después visigoda, más tarde mora y finalmente desaparecida bajo el hormigón de la modernidad. Ni una sola piedra queda visible de la antigua fortaleza. Lógicamente está situado en el enclave más elevado de la ciudad, desde el que se domina la desembocadura del río Guadiana, frontera con nuestra vecina Portugal. Se cree que la construcción inicial del recinto pudo ser romana, aunque no hay pruebas de ello. Se supone reconstruido en el siglo XIII, tras la Reconquista cristiana del sur peninsular. De todas formas fue nuevamente modificado en los siglos XVI y XVII así como reconstruido tras el "Terremoto de Lisboa" del año 1.755.
Finalmente, en la segunda mitad del siglo XX la dictadura franquista lo derruyó totalmente para construir en su mismo emplazamiento el Parador Nacional que actualmente tiene la ciudad. Una vez más se desprecia la Historia en aras de la economía y la funcionalidad. Ya en el documento de donación por parte de Sancho II a la Orden de Santiago, consta como "Castelo de Aiamonte". Pero veamos la historia de aquellas cuatro piedras abandonadas que quedaban en la década de 1.950...
Tras la descentralización del poder del Califato de Córdoba (1.031) los territorios onubenses se convirtieron en diferentes Reinos que poco a poco fueron siendo absorbidos por la Taifa de Sevilla.
Concretamente Ayamonte, dependiente del Reino de Huelva y Algarve, fue conquistada por Al-Mutadid en 1.051. Sin embargo en el año 1.063, tras una gran incursión de Fernando I de Castilla por el valle del Guadalquivir, que llegó a las puertas de Sevilla, Al-Mutadid se vió obligado a prestar vasallaje al rey castellano. Posteriormente todo aquel territorio fue nuevamente dominado por los almorávides, con capital en Granada y en Sevilla. A partir del 1.230 se generalizó la debilidad de las huestes musulmanas y los ejércitos vecinos iniciaron el proceso de reconquista. Por el oeste del Guadiana, Sancho II de Portugal empezó su ofensiva, ampliada posteriormente con el Tratado de Sabugal (1231) en el que se asociaba con Fernando III de Castilla y Aragón para la reconquista de la zona y con el que se recuperaba en 1.239 el castillo y la ciudad de Ayamonte. Nada queda de toda esa Historia porque hay personas que opinan que de ella no se come, pero esos personajes están equivocados.
Tras la descentralización del poder del Califato de Córdoba (1.031) los territorios onubenses se convirtieron en diferentes Reinos que poco a poco fueron siendo absorbidos por la Taifa de Sevilla.
Restos del castillo. |
En el mundo miles de lugares viven (y bien) de su Historia, de esas "piedras" que para otros no tienen valor alguno.
Ya puestos en ese punto de vista del interés material, todos conocemos cientos de lugares que si no tuvieran "su" Historia habrían sido abandonados muchos años atrás.
Sin embargo, gracias a ella, hoy tienen turismo que proporciona riqueza y bienestar a todos aquellos que supieron revalorizar su patrimonio.
Incluso desde un punto de vista egoísta, la Historia es riqueza que debe valorarse y mantenerse. ¿De qué nos sirven los castillos abandonados y llenos de maleza?.
Ojalá la economía y el buen hacer de los políticos permitieran su restauración y no el abandono, como tampoco su destrucción para ser sustituidos por modernas infraestructuras que no dicen nada.
Por muy buenas que sean sus vistas, si quien escribe pasa por Ayamonte, desde luego no se hospedará en su moderno Parador. Entre otras cosas porque dicen que tiene fantasmas. Sus constructores, sin duda...
RAFAEL FABREGAT
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