Ricos lastrados que curiosamente son los que comen chuletas todos los días. Yo no les deseo ningún mal, pero puede que su potencial económico (en solitario) no sea tan elevado como ellos piensan o intentan hacer creer a esa sociedad que hoy está pasando penurias y a la que quieren convencer de que en la independencia está la solución. En España tenemos esta clase de problemas porque desde el primer momento nuestros políticos actuaron
con blandura, siendo permisivos en el establecimiento de las diferentes autonomías y especialmente en la diferenciación fiscal de las mismas, aunque debemos pensar que el momento no daba para más. Egoístas, que queremos ser superiores a la hora de coger, pero no a la de aportar. Consecuencia de ello ha sido que, siendo permisivos, se consiguió el consenso momentáneo, pero no la unidad justa que evita los enfrentamientos de por vida. Más bien al contrario, el querer hacerlo bien para todos a traído el malestar general a las primeras de cambio, cosechando como fruto el posible desmembramiento del estado. Pero tomen nota los políticos que, si hay que reformar la Constitución, todos los españoles queremos votar.
¿Hay algo más justo que una Constitución elaborada por todo el abanico político del estado?. Desde la derecha más rancia hasta la izquierda más radical, en 1978 todos estuvieron allí. Los españoles entendemos que, después de cuarenta años de dictadura, todo era válido para conseguir un consenso que parecía sinónimo de estabilidad. Todos los políticos que intervinieron en la redacción y aprobación de nuestra Constitución eran juez y parte, pues eran pocos los que hubieran apostado por una Transición tan exitosa, a pesar del intento de golpe de estado del 23F. Algunos habían vivido amordazados durante cuarenta años y otros incluso llegaron desde el exilio. Sin embargo aquí estamos, lo que demuestra que no se hizo tan mal, aunque tampoco todo lo bien que hubiera sido deseable. La desigualdad entre las diferentes autonomías es patente y de difícil solución y está claro que aquí, como en cualquier parte del mundo, cada cual arrima el ascua a su sardina sin pensar en los demás. Cuando el fuego es importante todo el mundo está contento pero, cuando las brasas empiezan a escasear, los conflictos toman fuerza. La solidaridad es una falacia que solo existe cuando la despensa está rebosante, que no es el caso actual.
¿Hay algo más justo que una Constitución elaborada por todo el abanico político del estado?. Desde la derecha más rancia hasta la izquierda más radical, en 1978 todos estuvieron allí. Los españoles entendemos que, después de cuarenta años de dictadura, todo era válido para conseguir un consenso que parecía sinónimo de estabilidad. Todos los políticos que intervinieron en la redacción y aprobación de nuestra Constitución eran juez y parte, pues eran pocos los que hubieran apostado por una Transición tan exitosa, a pesar del intento de golpe de estado del 23F. Algunos habían vivido amordazados durante cuarenta años y otros incluso llegaron desde el exilio. Sin embargo aquí estamos, lo que demuestra que no se hizo tan mal, aunque tampoco todo lo bien que hubiera sido deseable. La desigualdad entre las diferentes autonomías es patente y de difícil solución y está claro que aquí, como en cualquier parte del mundo, cada cual arrima el ascua a su sardina sin pensar en los demás. Cuando el fuego es importante todo el mundo está contento pero, cuando las brasas empiezan a escasear, los conflictos toman fuerza. La solidaridad es una falacia que solo existe cuando la despensa está rebosante, que no es el caso actual.
Cuando el barco hace agua, las ratas son las primeras en abandonarlo, pero en esta flota resulta ser que las ratas son los capitanes que gobiernan algunos de esos barcos en los que la marinería se encuentra en rebeldía y a la deriva. De momento todavía no estamos hundidos, pero sí tocados. ¿Como es posible tanta egolatría?. Mientras se navegaba por aguas tranquilas nadie habló de diferencias ni de pretensiones secesionistas pero, como todo en la vida, cambia el mar y los capitanes hacen que los barcos no naveguen con la misma placidez.
Aplicados los símiles a la realidad actual, debe entenderse que cuando ganas dos y gastas tres, más pronto o más tarde ha de llegar el desastre. Los charlatanes hablan de Historia, pero solo piensan en el DINERO.
La madre es buena mientras puedes ir a comer a su casa (a mesa puesta) y para prestarte o regalarte cuanto necesitas, incluido el dinero para pagar caprichos, embajadas y tal y tal. Sin embargo, cuando la limitada economía obliga al progenitor a recortar gastos, deja de ser buen padre y los hijos olvidan rápidamente las atenciones recibidas con anterioridad. Sin comerlo ni beberlo el ángel se ha convertido en demonio a los ojos del hijo desagradecido.
Eso es lo que pasa con las autonomías, que se creen poderosas (y puede que lo sean) pero que rápidamente han olvidado que su auge económico se ha visto favorecido por la aportación de todos los españoles. También de los andaluces que tanto detestan y a los que critican continuamente. Porque olvidan haberse beneficiado durante décadas de una mano de obra barata y otras bonificaciones fiscales que no vamos a enumerar. También olvidan que están ahí porque los españoles lo aprobaron en referéndum. ¡Cría cuervos y te sacarán los ojos!. Cuando un hijo desagradecido olvida de donde viene y solo quiere saber a donde va, solo hay dos caminos para solucionarlo y ninguno bueno: el desmembramiento de la familia o la represión. Si los españoles nos aferramos a la defensa de la unidad nacional, malo. Si damos alas a todo el que quiera volar peor, puesto que nos hace volver al medievo. (Aragoneses, Castellanos, Vascones, Valencianos, Mallorquines, Navarros, Asturianos, Galllegos, etc., etc.) ¿Es eso lo que nos interesa?. Yo creo que no, pero todo aquél que considera que tiene una mínima posibilidad superior a la del vecino, querrá independizarse. Puestos en ese plan los catalanes no serán los únicos. Por cierto, ¿donde estaba esta gente la noche del 23F?. ¿Escondidos debajo de la cama?.
Los pájaros, mientras no se ven suficientemente fuertes no quieren volar. Sobre todo si los padres van llevando comida al nido. Sin embargo, si la comida escasea o las alas ya tienen el plumaje desarrollado, el pájaro joven -sinvergüenza y desagradecido- marcha del nido y ni siquiera mira atrás. Así es la vida y el comportamiento general de quien no sufre estrecheces, porque cuando hay verdadera miseria tanto las personas como los animales se unen y hacen piña para afrontar los peligros. Tan mal que lo estamos pasando, parece ser que todavía no es suficiente como para reflexionar que la unión hace la fuerza. Tanto orgullo indica que el plato, a pesar de la crisis, sigue lleno. Al menos el de quienes manejan el cotarro. En cuanto a la gente de a pie, parece que todavía no está tan desesperada como para buscar la unión con los demás, sino que más bien al contrario, busca la separación a largo plazo como fórmula de salida. Sin embargo tal actitud dice bien poco de la raza humana. Eso está pasando en Cataluña, que si no se toman las medidas oportunas pasará con otras autonomías, es lo mismo que pasa con los hijos cuando se ven fuertes y sanos.
Que para ordeñar todos somos buenos pero, ¿quién saca la vaca a pastar y el estiércol del corral?. Es algo natural. Cuando uno se ve fuerte no hay unidad ni amor a los demás. Las familias humildes están más unidas. Aquí sucedería lo mismo si la economía y el trato fiscal fuera igual para todos. Pero resulta que España no es una nación, ni un país, sino un conglomerado de culturas en la que cada cual tiene un criterio diferente y solo se mira desde el prisma del "sálvese quién pueda", a ver quién gana más trabajando menos ¡y mariquita el último!. Así, señores, no se va a ninguna parte y dado que somos como somos y no tenemos remedio, solo los políticos (unidos) pueden dar con una solución válida que luche por la unidad nacional y por la igualdad de oportunidades. Está claro que la posible solución no daría satisfacción a todos porque, en algunas ocasiones, no solo se trata de una cuestión crematística sino de poder. Lo increíble es que el pueblo llano no se dé cuenta de ello y que alimente las ansias del (político) facineroso que solo piensa en sí mismo. Pero, por favor, que no aleguen cuestiones históricas sin sentido ni razón y el que quiera marchar que marche. Catalanes somos muchos, porque yo tampoco quiero trabajar para que otros se pasen las horas en el bar, bebiendo a costa de mi trabajo...
RAFAEL FABREGAT
La madre es buena mientras puedes ir a comer a su casa (a mesa puesta) y para prestarte o regalarte cuanto necesitas, incluido el dinero para pagar caprichos, embajadas y tal y tal. Sin embargo, cuando la limitada economía obliga al progenitor a recortar gastos, deja de ser buen padre y los hijos olvidan rápidamente las atenciones recibidas con anterioridad. Sin comerlo ni beberlo el ángel se ha convertido en demonio a los ojos del hijo desagradecido.
Eso es lo que pasa con las autonomías, que se creen poderosas (y puede que lo sean) pero que rápidamente han olvidado que su auge económico se ha visto favorecido por la aportación de todos los españoles. También de los andaluces que tanto detestan y a los que critican continuamente. Porque olvidan haberse beneficiado durante décadas de una mano de obra barata y otras bonificaciones fiscales que no vamos a enumerar. También olvidan que están ahí porque los españoles lo aprobaron en referéndum. ¡Cría cuervos y te sacarán los ojos!. Cuando un hijo desagradecido olvida de donde viene y solo quiere saber a donde va, solo hay dos caminos para solucionarlo y ninguno bueno: el desmembramiento de la familia o la represión. Si los españoles nos aferramos a la defensa de la unidad nacional, malo. Si damos alas a todo el que quiera volar peor, puesto que nos hace volver al medievo. (Aragoneses, Castellanos, Vascones, Valencianos, Mallorquines, Navarros, Asturianos, Galllegos, etc., etc.) ¿Es eso lo que nos interesa?. Yo creo que no, pero todo aquél que considera que tiene una mínima posibilidad superior a la del vecino, querrá independizarse. Puestos en ese plan los catalanes no serán los únicos. Por cierto, ¿donde estaba esta gente la noche del 23F?. ¿Escondidos debajo de la cama?.
Los pájaros, mientras no se ven suficientemente fuertes no quieren volar. Sobre todo si los padres van llevando comida al nido. Sin embargo, si la comida escasea o las alas ya tienen el plumaje desarrollado, el pájaro joven -sinvergüenza y desagradecido- marcha del nido y ni siquiera mira atrás. Así es la vida y el comportamiento general de quien no sufre estrecheces, porque cuando hay verdadera miseria tanto las personas como los animales se unen y hacen piña para afrontar los peligros. Tan mal que lo estamos pasando, parece ser que todavía no es suficiente como para reflexionar que la unión hace la fuerza. Tanto orgullo indica que el plato, a pesar de la crisis, sigue lleno. Al menos el de quienes manejan el cotarro. En cuanto a la gente de a pie, parece que todavía no está tan desesperada como para buscar la unión con los demás, sino que más bien al contrario, busca la separación a largo plazo como fórmula de salida. Sin embargo tal actitud dice bien poco de la raza humana. Eso está pasando en Cataluña, que si no se toman las medidas oportunas pasará con otras autonomías, es lo mismo que pasa con los hijos cuando se ven fuertes y sanos.
Que para ordeñar todos somos buenos pero, ¿quién saca la vaca a pastar y el estiércol del corral?. Es algo natural. Cuando uno se ve fuerte no hay unidad ni amor a los demás. Las familias humildes están más unidas. Aquí sucedería lo mismo si la economía y el trato fiscal fuera igual para todos. Pero resulta que España no es una nación, ni un país, sino un conglomerado de culturas en la que cada cual tiene un criterio diferente y solo se mira desde el prisma del "sálvese quién pueda", a ver quién gana más trabajando menos ¡y mariquita el último!. Así, señores, no se va a ninguna parte y dado que somos como somos y no tenemos remedio, solo los políticos (unidos) pueden dar con una solución válida que luche por la unidad nacional y por la igualdad de oportunidades. Está claro que la posible solución no daría satisfacción a todos porque, en algunas ocasiones, no solo se trata de una cuestión crematística sino de poder. Lo increíble es que el pueblo llano no se dé cuenta de ello y que alimente las ansias del (político) facineroso que solo piensa en sí mismo. Pero, por favor, que no aleguen cuestiones históricas sin sentido ni razón y el que quiera marchar que marche. Catalanes somos muchos, porque yo tampoco quiero trabajar para que otros se pasen las horas en el bar, bebiendo a costa de mi trabajo...
RAFAEL FABREGAT
No hay comentarios:
Publicar un comentario