Mañana vuelven a colocarse las señales que limitan la velocidad en autopista a 120 Km/h. Por enésima vez queda demostrada la incompetencia del gobierno, que nos toca soportar a los españoles en estos años de crisis y desesperación general. No es la primera orden impuesta que corrigen al darse cuenta de su error, ni es la que hace veinte, ni será tampoco la última. Estos elementos ordenan al tun-tun y después corrigen sobre la marcha. El resultado se traduce en una pérdida de tiempo y en montones de dinero lanzado por la ventana como caramelos en bautizo de primogénito. ¡Y que siempre pagan los mismos! ¿Quien si no?. Solución, ninguna. La más barata sería sin duda que se marcharan a su casa y nosotros alimentarlos, como si de cerdos para el engorde se tratara. Más de la mitad de los españoles les pagarían gustosos el sueldo (sin hacer nada) con tal de que desaparecieran del lugar político que ocupan.
Utilizamos el controlador automático de velocidad, que nadie hasta entonces sabía ni como funcionaba y las infracciones bajaron a la mitad.
- ¡La hemos cagado Alfredo! -dijo triste Pepe Luis.
- ¡Ostia, pues sí!, ¿quien lo iba a pensar? -respondió compungido el susodicho.
- ¿Qué hacemos, pues?
- ¡La hemos cagado Alfredo! -dijo triste Pepe Luis.
- ¡Ostia, pues sí!, ¿quien lo iba a pensar? -respondió compungido el susodicho.
- ¿Qué hacemos, pues?
-comentó Alfredo que parece ser que sigue un curso de euskera, por si el año próximo suena la flauta.
- Lo que tu digas. ¡A mí ya...! -dice el tal Pepelu- ¡Lo que pasa es que cambiarlo de nuevo nos va a costar otros 250.000 € más...!
- ¿A quién? -dijo ufano Alfredo, con una sonrisa.
- Pues también es verdad, ni tu ni yo vamos a pagarlos. ¡Sea pues!. ¡Que las cambien de nuevo!. Total, el dinero está para gastarlo. -sentenció el "presi".
Y así están las cosas. Como tanto monta, monta tanto, los amigos se despiden con un abrazo y aquí no ha pasado nada. Por cierto...
Los fabricantes de señales, viendo que nadie controla, ni se ponen límites al gasto, al recibir la orden de arrancar las pegatinas de 110 y volver a dejar las señales como antes, han respondido...
- Oye, esto... Que arrancar las pegatinas será difícil y no sabemos si quedará bien. Igual la señal inicial quedará pringosa por el adhesivo. Y si... (el hombre siente un poco de vergüenza por lo que va a decir y duda) Por fin se anima y suelta la frase...
- Y si... (para que quede mejor) ¿cambiamos todas las señales nuevas?.
- Pues hombre, eso no lo habíamos pensado pero, total... ¡Vosotros mismos!.
RAFAEL FABREGAT
- Lo que tu digas. ¡A mí ya...! -dice el tal Pepelu- ¡Lo que pasa es que cambiarlo de nuevo nos va a costar otros 250.000 € más...!
- ¿A quién? -dijo ufano Alfredo, con una sonrisa.
- Pues también es verdad, ni tu ni yo vamos a pagarlos. ¡Sea pues!. ¡Que las cambien de nuevo!. Total, el dinero está para gastarlo. -sentenció el "presi".
Y así están las cosas. Como tanto monta, monta tanto, los amigos se despiden con un abrazo y aquí no ha pasado nada. Por cierto...
Los fabricantes de señales, viendo que nadie controla, ni se ponen límites al gasto, al recibir la orden de arrancar las pegatinas de 110 y volver a dejar las señales como antes, han respondido...
- Oye, esto... Que arrancar las pegatinas será difícil y no sabemos si quedará bien. Igual la señal inicial quedará pringosa por el adhesivo. Y si... (el hombre siente un poco de vergüenza por lo que va a decir y duda) Por fin se anima y suelta la frase...
- Y si... (para que quede mejor) ¿cambiamos todas las señales nuevas?.
- Pues hombre, eso no lo habíamos pensado pero, total... ¡Vosotros mismos!.
RAFAEL FABREGAT
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