Ojalá no pero, ¿cómo se podrá soportar?. Que últimamente el partido en el poder no hace otra cosa que dar palos de ciego, es algo que cualquiera puede ver.
Yo no dudo que pongan todo su interés en solucionar el problema; ocurre simplemente que, al igual que le pasaba en su día a Mourinho en el campo del Barcelona, no saben como hacerlo.
La diferencia es que Mourinho, a pesar de la prepotencia que sus detractores dicen que tiene, dijo a los medios que ni siquiera había necesitado salir del banquillo puesto que para debacle de tal envergadura, no tenía solución alguna.
Desde mi punto de vista, reconocer su impotencia fue un acto de valentía.
¿Es una salida, negar la evidencia?. Nada mejor, cuando uno se siente impotente, que reflexionar y con tiempo y serenidad intentar corregir los errores realizados.
El problema es que hay personas que no vislumbran sus errores, sino solamente los del contrario y con esa actitud nada se puede aprender y nada se puede corregir.
- Soy el mejor y mi método es el único válido
-piensan ellos.
Y, mientras tanto, cuando sus métodos no dan solución al problema, se limitan a pensar que éste no tiene solución. Así nos va a los gobernados por semejantes inútiles... A nadie extrañó que un gobierno que se llama Socialista aplicara a los parados, a quienes se les acabó el derecho a cobrar la prestación por desempleo, una pensión social que les permitiera seguir adelante.
Era lo lógico y natural, aún a sabiendas de que los exiguos fondos de la S.S. no lo permitían.
- ¡Ya saldrá el sol por Antequera! -dijeron para sí.
Pero ¡ay!. El sol no ha salido y la opinión financiera mundial y especialmente los mercados bursátiles, miran de reojo y cada día con más atención, a la economía española.
Han tenido que congelarse sueldos, pensiones, inversiones públicas y ya se dice que todo eso no será suficiente. Estamos manteniendo demasiados golfos y aquí está la factura que tendrá que pagar la gente de bien y especialmente los jubilados, algunos ya con pensiones ridículas. Ahora, cuando ven hundido sin remisión el "barco" de las urnas, anuncian el fin de la prestación social de los 426 €. No hay dinero, ni solución para salvar el culo en las próximas elecciones, todavía lejanas. Que están hundiendo el país, lo sabemos; que lo han hipotecado, también; que cada día que pasa aumenta la deuda y los intereses consiguientes, también; lo que no podíamos intuir, por el dramatismo que ello significa, es que llevaran la situación a tal extremo de incertidumbre que (ojalá me equivoque) nos lanzarán contra el precipicio en que ya cayó Grecia e Irlanda, cuando nuestra economía ha sido siempre mil veces superior a la de estos países.
Yo creo que ya nos han hecho bastante daño... ¿A que esperan para marcharse?. Cuando un capitán es incapaz de gobernar la nave, nada más honrado de su parte que renunciar al mando y no exponer en demasía la flotabilidad del barco y la vida de los marineros. Pero... ¡bah!. Éste no es de los que reconoce fácilmente sus errores. La ley le protege y le permite seguir capitaneando el buque hasta que se hunda completamente (y aún después); esperemos que sea el último en abandonarlo, como es lo pertinente; si se hunde que lo haga con él en la popa, mano en alto desafiando la tempestad. De locos, pero ahí está el capitán garfio (Sánchez) y pata de palo (Iglesias) aleccionando a sus tropas al tiempo que el cielo se oscurece y las olas arrasan la cubierta..
- ¡Sujetad el trinquete y arriad la mayor! -gritan desesperados.
- ¡El barco se hunde, mi capitán! -grita Grande-Marlasca.
- ¡Esperad!. Creo que en la lejanía se ven brotes verdes...
- Vámonos... ¡está como un cencerro! -dice Garzón, escapando con uno de los botes del irremisible naufragio.
- ¡Sálvese quien pueda! -es lo último que se oye gritar a Iglesias y a Irene Montero...
De pronto un gran barco se vislumbra en la lejanía.
El capitán, solo ante la galerna, en medio de la tempestad y cegado por la espuma que las enormes olas levantan, hace un esfuerzo por ver las siglas dibujadas sobre la calavera de la bandera que hondea en su palo mayor.
-Banco Central Europeo-
- ¡Alabado sea Dios! -dice el capitán para sus adentros.
- ¡Herido de muerte y prisionero de la opinión pública, pero vivo al fin y al cabo...! -consigue balbucear.
- Ahora ya... ¡Cada palo que aguante su vela!. Detrás otros vendrán y ya se apañarán...
RAFAEL FABREGAT
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