Desde aquel grandioso palacio del Generalife, Boabdil, el último rey nazarí, miraba cada mañana hacia sus súbditos agradeciendo a su Diós el privilegio de tan excelentes vistas.
Después los musulmanes marcharon al exilio, a zonas de la cornisa africana de donde procedían, derrotados por los Reyes Católicos que habían reconquistado el territorio cristiano, tras casi 800 años de yugo y luchas encarnizadas con los moros invasores.
Los gitanos están instalados en la ladera del cerro de San Miguel desde el siglo XVIII, a la orilla del camino del Sacromonte; viejo camino musulmán que unía a Granada con Guadix.
Entre medias el río Darro y a su vera la Carrera del Darro, un espléndido paseo que cruza mediante dos puentes de ladrillo y cantería el pequeño río, comunicando el Barrio de la Churra con el bosque de la Alhambra y el de la Almanzora.
Esta calle actual data del siglo XVII, fecha en la que se derribó la muralla existente debido a la explosión fortuita (1.509) de un polvorín que había junto a la iglesia de San Pedro y que causó enormes destrozos. La reparación pasó por derribar una buena parte de la mencionada muralla y modificar el cauce natural del río, ensanchándose la calle en cuestión. En el citado paseo o Carrera del Darro, se encuentran perfectamente conservadas numerosas casas de la época árabe, así como interesantes edificios de los siglos XVI y XVII.
En pleno siglo XXI y habitado en buena parte por gentes de la más humilde condición, el Albaicín granadino mantiene todavía el sabor de antaño y, aunque son frecuentes los impedimentos urbanísticos, no es difícil ver gentes con aquellos viejos carros de madera e incluso algunos mulos o burros enjaezados con albardas y serones de pleita de palma o esparto. Entre esas gentes donde abundan las viejas tabernas y los "chatos" de vino peleón, es también muy frecuente encontrar caros restaurantes y familias de raza gitana pero de grandes "posibles". De todo hay en la viña del Señor y es justamente esa variedad la que atrae al visitante de fuera de nuestra fronteras, ávido por descubrir esos singulares rincones que el cine y la televisión les ha mostrado decenas de veces.
En cualquier punto del Albaicín granadino, pero más propio de la zona alta, perviven y conviven con la más absoluta modernidad las casas-cueva de antaño. Aquello que empezó siendo zona extramuros, donde guardar las cosechas y especialmente el aceite y los buenos caldos de la familia, hoy se ha convertido en muchas ocasiones en una singular forma de vida que en algunas ocasiones supera en mucho el valor de una casa tradicional.
Entre medias el río Darro y a su vera la Carrera del Darro, un espléndido paseo que cruza mediante dos puentes de ladrillo y cantería el pequeño río, comunicando el Barrio de la Churra con el bosque de la Alhambra y el de la Almanzora.
Esta calle actual data del siglo XVII, fecha en la que se derribó la muralla existente debido a la explosión fortuita (1.509) de un polvorín que había junto a la iglesia de San Pedro y que causó enormes destrozos. La reparación pasó por derribar una buena parte de la mencionada muralla y modificar el cauce natural del río, ensanchándose la calle en cuestión. En el citado paseo o Carrera del Darro, se encuentran perfectamente conservadas numerosas casas de la época árabe, así como interesantes edificios de los siglos XVI y XVII.
En pleno siglo XXI y habitado en buena parte por gentes de la más humilde condición, el Albaicín granadino mantiene todavía el sabor de antaño y, aunque son frecuentes los impedimentos urbanísticos, no es difícil ver gentes con aquellos viejos carros de madera e incluso algunos mulos o burros enjaezados con albardas y serones de pleita de palma o esparto. Entre esas gentes donde abundan las viejas tabernas y los "chatos" de vino peleón, es también muy frecuente encontrar caros restaurantes y familias de raza gitana pero de grandes "posibles". De todo hay en la viña del Señor y es justamente esa variedad la que atrae al visitante de fuera de nuestra fronteras, ávido por descubrir esos singulares rincones que el cine y la televisión les ha mostrado decenas de veces.
En cualquier punto del Albaicín granadino, pero más propio de la zona alta, perviven y conviven con la más absoluta modernidad las casas-cueva de antaño. Aquello que empezó siendo zona extramuros, donde guardar las cosechas y especialmente el aceite y los buenos caldos de la familia, hoy se ha convertido en muchas ocasiones en una singular forma de vida que en algunas ocasiones supera en mucho el valor de una casa tradicional.
En muchas de estas casas-cueva nacieron famosísimos cantaores de flamenco y grandes bailarines que llenan de arte los más afamados escenarios mundiales.
El Albaicín es cualquier cosa, menos un barrio normal. Sus peculiaridades son tantas y tan especiales que su nombre lo dice todo. No hay dos barrios en el mundo con ese mismo nombre. Cuando se dice Albaicín se piensa en Granada, en la Alhambra y en la colina que enfrente da cobijo al citado barrio. No hay otro.
Otra peculiaridad a destacar es que, por cuestiones muy fáciles de comprender, en aquella época los aljibes eran toda una institución y aún hoy no es dfícil que podamos encontrar en este barrio al menos una veintena de estos depósitos pluviales de facilitaban el indispensable elemento a las numerosas gentes y bestias que lo habitaban.
Las estrechas y serpenteantes callejuelas típicas de un barrio árabe, siempre empinadas y disputándose los escasos rayos del sol que consiguen besar el suelo, siguen ancladas en el tiempo y en la historia de esta maravillosa ciudad que es Granada. Difícilmente puede nadie aburrirse al visitar esta zona singular de la maravillosa ciudad andaluza donde el sabor de siglos atrás permanece en el ambiente. Hay que estar algo en forma, eso sí, pero de todas formas es algo para no perderse. ¿Para que -me pregunto- hemos de viajar al extranjero si apenas conocemos las grandes maravillas que ofrece España?. ¡Pues eso!
RAFAEL FABREGAT
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