Hace un calor pegajoso e insoportable y no tengo nada que hacer, ó no quiero hacer nada.
Don Francisco, el director de la escuela, nos puso unos problemas como deberes de fin de semana, pero ya los tengo hechos. El viernes, al terminar la clase, quedamos los amigos que nos reuniríamos hoy a las cuatro en el patio de la Bodega Cooperativa para ir a nadar al Pla de l'Arc, así que me voy para allá. Todavía no hay móviles y ningún particular tiene teléfono, por lo que me dispongo a salir de casa a falta de cinco minutos para las cuatro.
Un sol abrasador y cientos de moscas revolotean en el suelo de tierra de las calles, al frescor húmedo del agua de fregar los platos recientemente tirada. Están chupando con frenesí los granos de arroz que habían quedado pegados al fondo de las cacerolas y peroles de barro cocido, puesto que en los platos no había sobrado ninguno.
Bajo por el carrer de les Eres y enfilo por el Clot de Pipa hacia el punto de encuentro convenido; allí ya están esperando Paco el del Calvari y Rafael el de Castañes.
Paco saca una hoja de cuaderno en la que tiene envuelto un poco de tabaco que ha cogido de la petaca de su padre y malamente nos liamos un cigarrillo para cada uno que encendemos y aspiramos con fruición, con la convicción de ser ya hombres hechos y derechos.
A los pocos minutos llegan los que faltaban. Paco el de Basilia, Enrique el de Concha y Elietes el de Peleto. Todos quieren fumar también, pero Paco ya no tiene más tabaco. Les damos unas caladas de nuestros cigarrillos y salimos hacia el Arco Romano, donde están las norias de la localidad.
Enrique y Paco tienen bicicleta pero el resto no, así que vamos todos al paso con las bicicletas del manillar.
Al llegar a la altura del Barranquet alquien sugiere ir al Cañaret de Goc donde, normalmente, un profundo hoyo embalsa gran cantidad de agua y el baño es delicioso, así que giramos en dirección Benlloch, que es donde este lugar está situado. Sin embargo tiempo perdido puesto que los grandes calores y casi un mes sin llover han dejado el lugar con apenas medio metro de agua sucia.
Volvemos sobre nuestro pasos y al llegar nuevamente a la carretera enfilamos en dirección al Arco Romano. Las primeras norias están a menos de quinientos metros...
La de Mari Lupe está casi vacía y lo mismo la siguiente. Vamos a la de Germanet, cuya finca linda con la carretera de l'Arc pero la noria y balsa adyacente están retiradas unos 100 hacia el interior; con alegría comprobamos que tiene más de un metro de agua. Aunque algo sucia de "llimacs", la damos por buena puesto que no es fácil encontrar balsas con más de un metro de agua ya que, para evitar posibles responsabilidades, los dueños no quieren que los chavales se bañen en ellas. En esos tiempos lo de los bañadores todavía no es demasiado habitual, así que nos quitamos la ropa y desnudos nos lanzamos al agua. Pronto advertimos que compartimos el fresco lugar con ranas y alguna pequeña serpiente, pero nosotros somos valientes y no damos importancia alguna al asunto. Risas, bromas y divertimento general hasta que, de repente...
- Eh!, eh! vosaltres -nos increpan desde la carretera de l'Arc.
- Hostia, l'amo -grita Enrique.
Salimos apresuradamente y, en el tiempo que tarda el dueño en llegar a la noria, todos los chicos estamos corriendo por aquellos bancales desnudos y con la ropa bajo el brazo. La mayoría, aún descalzos y con los pies demasiado tiernos, no podemos continuar pisando las piedras y terrones de dura tierra y tenemos que pararnos a calzar las zapatillas. No hay problema, el dueño no tiene interés ninguno en alcanzarnos y por el contrario se ríe de nuestra ingenuidad y de las penalidades que lleva consigo el presuroso escape del lugar. Como bandoleros aventajados, la pandilla se reune poco a poco a doscientos metros de allí, donde estudiamos otras posibilidades.
Alguien indica que hay una balsa importante cerca del Mas de Magín, pero está ya un kilómetro más apartada y no acaba de convencernos una nueva aventura. Estamos cansados y la tarde está perdida. En un alarde de generosidad alguien dice tener un duro y decidimos marchar al Bar de Xulla, donde venden gaseosas frescas de un litro a 2 pesetas.
- Jo me beurie una d'un trago -dice Paco el del Calvari.
- Beure una llimonada fresca d'un litro sense parar és impossible -decimos los demás, por la cantidad y frío contraste del líquido.
- Jo faig la profia -dice Paco. -Si no me l'acabe d'un trago pague jo lo de tots.
- Ja m'he estalviat les quatre pesetes -dice el que había invitado inicialmente.
Bromeando sobre la apuesta salimos a la carretera y subiendo los seis en las dos bicicletas nos encaramos hacia el pueblo. Cada máquina lleva al conductor, uno en el cuadro y otro en el portamaletas posterior. Sin embargo también ahora las risas durarán poco rato ya que a poco más de un kilómetro nos da el alto la pareja de la Guardia Civil.
Enrique, que va delante, piensa lo que piensa y decide no parar y lo mismo hace Paco que pedalea más deprisa y pasa por delante de los Guardias sin mirar.
- Alto, alto! -gritan los guardias, pero nosotros salimos por el primer pontet de la carretera y cogiendo el Camí de l'Arc, "volamos" en dirección a la casa de la Fandanga. Uno de los guardias, casado con una chica muy guapa de Villanueva de Alcolea y al que los cabanenses apodan "mala leche", nos persigue corriendo pero no nos alcanza. Después me entero por la tía Soledad la Fandanga, que al llegar a la altura de su casa exclama este guardia con rabia:
- A mí no se me escapa ni el de arriba -refiriéndose a Dios.
Naturalmente a alguno nos conocería y su idea era hacernos pagar la carrera, pero la idea no fue aceptada por el Comandante de puesto, un amable Cabo que frecuentemente jugaba a las cartas con los hombres del pueblo en general y con mi padre en particular. La cosa no pasó de ahí.
- Què va passar amb la Guardia Civil? -me preguntó mi padre el domingo noche.
- No res pare, que anavem tres en una bicicleta -respondí algo asustado.
- I per què no parareu quan van fer l'alto? -dice mi padre.
- Enrique no va voler parar, jo anave detras -dije a modo de disculpa.
Mi padre no tiene ningún interés en profundizar sobre el asunto y si me ha preguntado ha sido solamente porque el Cabo le ha comentado nuestra huída de la tarde anterior, así que la cosa queda inmediatamente olvidada.
Nosotros, la pandilla, con la inconsciencia de los trece años y viendo que la Guardia Civil había quedado muy rezagada, nos olvidamos de ellos y entre risas nos dirigimos a Casa Xulla como estaba previsto.
Paco saca una hoja de cuaderno en la que tiene envuelto un poco de tabaco que ha cogido de la petaca de su padre y malamente nos liamos un cigarrillo para cada uno que encendemos y aspiramos con fruición, con la convicción de ser ya hombres hechos y derechos.
A los pocos minutos llegan los que faltaban. Paco el de Basilia, Enrique el de Concha y Elietes el de Peleto. Todos quieren fumar también, pero Paco ya no tiene más tabaco. Les damos unas caladas de nuestros cigarrillos y salimos hacia el Arco Romano, donde están las norias de la localidad.
Enrique y Paco tienen bicicleta pero el resto no, así que vamos todos al paso con las bicicletas del manillar.
Al llegar a la altura del Barranquet alquien sugiere ir al Cañaret de Goc donde, normalmente, un profundo hoyo embalsa gran cantidad de agua y el baño es delicioso, así que giramos en dirección Benlloch, que es donde este lugar está situado. Sin embargo tiempo perdido puesto que los grandes calores y casi un mes sin llover han dejado el lugar con apenas medio metro de agua sucia.
Volvemos sobre nuestro pasos y al llegar nuevamente a la carretera enfilamos en dirección al Arco Romano. Las primeras norias están a menos de quinientos metros...
La de Mari Lupe está casi vacía y lo mismo la siguiente. Vamos a la de Germanet, cuya finca linda con la carretera de l'Arc pero la noria y balsa adyacente están retiradas unos 100 hacia el interior; con alegría comprobamos que tiene más de un metro de agua. Aunque algo sucia de "llimacs", la damos por buena puesto que no es fácil encontrar balsas con más de un metro de agua ya que, para evitar posibles responsabilidades, los dueños no quieren que los chavales se bañen en ellas. En esos tiempos lo de los bañadores todavía no es demasiado habitual, así que nos quitamos la ropa y desnudos nos lanzamos al agua. Pronto advertimos que compartimos el fresco lugar con ranas y alguna pequeña serpiente, pero nosotros somos valientes y no damos importancia alguna al asunto. Risas, bromas y divertimento general hasta que, de repente...
- Eh!, eh! vosaltres -nos increpan desde la carretera de l'Arc.
- Hostia, l'amo -grita Enrique.
Salimos apresuradamente y, en el tiempo que tarda el dueño en llegar a la noria, todos los chicos estamos corriendo por aquellos bancales desnudos y con la ropa bajo el brazo. La mayoría, aún descalzos y con los pies demasiado tiernos, no podemos continuar pisando las piedras y terrones de dura tierra y tenemos que pararnos a calzar las zapatillas. No hay problema, el dueño no tiene interés ninguno en alcanzarnos y por el contrario se ríe de nuestra ingenuidad y de las penalidades que lleva consigo el presuroso escape del lugar. Como bandoleros aventajados, la pandilla se reune poco a poco a doscientos metros de allí, donde estudiamos otras posibilidades.
Alguien indica que hay una balsa importante cerca del Mas de Magín, pero está ya un kilómetro más apartada y no acaba de convencernos una nueva aventura. Estamos cansados y la tarde está perdida. En un alarde de generosidad alguien dice tener un duro y decidimos marchar al Bar de Xulla, donde venden gaseosas frescas de un litro a 2 pesetas.
- Jo me beurie una d'un trago -dice Paco el del Calvari.
- Beure una llimonada fresca d'un litro sense parar és impossible -decimos los demás, por la cantidad y frío contraste del líquido.
- Jo faig la profia -dice Paco. -Si no me l'acabe d'un trago pague jo lo de tots.
- Ja m'he estalviat les quatre pesetes -dice el que había invitado inicialmente.
Bromeando sobre la apuesta salimos a la carretera y subiendo los seis en las dos bicicletas nos encaramos hacia el pueblo. Cada máquina lleva al conductor, uno en el cuadro y otro en el portamaletas posterior. Sin embargo también ahora las risas durarán poco rato ya que a poco más de un kilómetro nos da el alto la pareja de la Guardia Civil.
Enrique, que va delante, piensa lo que piensa y decide no parar y lo mismo hace Paco que pedalea más deprisa y pasa por delante de los Guardias sin mirar.
- Alto, alto! -gritan los guardias, pero nosotros salimos por el primer pontet de la carretera y cogiendo el Camí de l'Arc, "volamos" en dirección a la casa de la Fandanga. Uno de los guardias, casado con una chica muy guapa de Villanueva de Alcolea y al que los cabanenses apodan "mala leche", nos persigue corriendo pero no nos alcanza. Después me entero por la tía Soledad la Fandanga, que al llegar a la altura de su casa exclama este guardia con rabia:
- A mí no se me escapa ni el de arriba -refiriéndose a Dios.
Naturalmente a alguno nos conocería y su idea era hacernos pagar la carrera, pero la idea no fue aceptada por el Comandante de puesto, un amable Cabo que frecuentemente jugaba a las cartas con los hombres del pueblo en general y con mi padre en particular. La cosa no pasó de ahí.
- Què va passar amb la Guardia Civil? -me preguntó mi padre el domingo noche.
- No res pare, que anavem tres en una bicicleta -respondí algo asustado.
- I per què no parareu quan van fer l'alto? -dice mi padre.
- Enrique no va voler parar, jo anave detras -dije a modo de disculpa.
Mi padre no tiene ningún interés en profundizar sobre el asunto y si me ha preguntado ha sido solamente porque el Cabo le ha comentado nuestra huída de la tarde anterior, así que la cosa queda inmediatamente olvidada.
Nosotros, la pandilla, con la inconsciencia de los trece años y viendo que la Guardia Civil había quedado muy rezagada, nos olvidamos de ellos y entre risas nos dirigimos a Casa Xulla como estaba previsto.
Nos acercamos a la barra y pedimos dos Caseras frescas de un litro, sentándonos a continuación en una de las mesas, frente al recién estrenado televisor ASKAR en el que, en blanco y negro, están haciendo "dibujos animados".
Alguien pide atención y Paco el del Calvari se dispone a realizar la apuesta de beberse la botella de Casera fresca de un solo trago. Abre la botella y glu, glu, glu, glu se la zampa, no sin esfuerzo.
Acalorados por las fuertes temperaturas y el duro escape de las "garras" de la Guardia Civil, el beber tal cantidad de líquido frío de un tirón, es una temeridad que Paco realiza como una más de las múltiples "hazañas" que le costarían la vida, pocos años después, cuando se le reventó el estómago tomando el baño en la playa de Torre de la Sal, tras haberse comido él solo media paella de arroz en el "Bar Caña", actualmente desaparecido pero entonces muy popular.
Era uno de los mejores amigos que he tenido; aquel que en mis noches de trabajo en la confección de escobas a la luz de un candil o carburero, para ganarme unas pesetas extra, se avenía a acompañarme las dos horas que allí estaba. Allí hablábamos de las chicas y de las últimas gamberradas realizadas, así como de los planes para el siguiente fin de semana. Hablábamos de que ¡por fin! habíamos ya escapado de los baños maternales dentro de un barreño y, esporádicamente, podíamos ir incluso algún día a la playa, donde podíamos ver a las chicas en bragas, o similar.
¡Dios! Siempre marchan primero los mejores...
EL ÚLTIMO CONDILL
Alguien pide atención y Paco el del Calvari se dispone a realizar la apuesta de beberse la botella de Casera fresca de un solo trago. Abre la botella y glu, glu, glu, glu se la zampa, no sin esfuerzo.
Acalorados por las fuertes temperaturas y el duro escape de las "garras" de la Guardia Civil, el beber tal cantidad de líquido frío de un tirón, es una temeridad que Paco realiza como una más de las múltiples "hazañas" que le costarían la vida, pocos años después, cuando se le reventó el estómago tomando el baño en la playa de Torre de la Sal, tras haberse comido él solo media paella de arroz en el "Bar Caña", actualmente desaparecido pero entonces muy popular.
Era uno de los mejores amigos que he tenido; aquel que en mis noches de trabajo en la confección de escobas a la luz de un candil o carburero, para ganarme unas pesetas extra, se avenía a acompañarme las dos horas que allí estaba. Allí hablábamos de las chicas y de las últimas gamberradas realizadas, así como de los planes para el siguiente fin de semana. Hablábamos de que ¡por fin! habíamos ya escapado de los baños maternales dentro de un barreño y, esporádicamente, podíamos ir incluso algún día a la playa, donde podíamos ver a las chicas en bragas, o similar.
¡Dios! Siempre marchan primero los mejores...
EL ÚLTIMO CONDILL
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