Aprovechando el difícil momento que el mundo está atravesando, con la Pandemia del Covid-19 y emulando el viaje que ya hiciéramos mi mujer y yo el año 2010, nuestra hija Ana y su familia no han querido viajar fuera y están pasando unos días en el Pirineo Aragonés. Ignoramos exactamente cual será su periplo por aquellas tierras, pero sabemos de su curiosidad por la Historia y que son conocedores de que es justamente por esos parajes por donde, verdad ó no, entró en España el Santo Grial.
La tradición nos cuenta que la casa donde se celebró la Santa Cena y el propio cáliz en el que Jesús de Nazaret dio a beber el vino a sus apóstoles, diciéndoles que era su propia sangre, eran propiedad de la familia de Marcos el Evangelista y tras la muerte de Jesús, el propio Marcos dio aquel cáliz a Pedro para que lo usara en la liturgia mostrada por Jesús para la conversión de las gentes al cristianismo.
El historiador Lucio Cecilio Firmiano Lactancio (241-320) nos cuenta las persecuciones que sufrieron los cristianos, afirmando que el cáliz se mantuvo en Roma durante más de dos siglos, concretamente hasta que Laurentius de Roma (San Lorenzo) diácono del Papa Sixto II, lo mandó a Osca (Hispania). Tras la muerte del Papa, que fue decapitado en su propia silla papal, sintiéndose amenazado y viendo peligrar la integridad de las reliquias que custodiaba, lo mandó en secreto a sus familiares en Huesca.
Asesinado Sixto II y sabiendo que Laurentius era el hombre de confianza del Papa, el prefecto de Roma le ordenó que entregase las riquezas de la Iglesia, respondiendo éste que le diera tres días para reunirlas.
La misión encomendada por Sixto II era salvar el Salto Grial por lo que el diácono entregó el cáliz a su amigo y compatriota Precelio, natural de Hippo (Toledo) que tenía previsto viajar en breve a Hispania, mientras el resto de las riquezas reunidas durante más de dos siglos las repartió entre cuantos pobres pudo encontrar en tan corto espacio de tiempo.
El día 10 de Agosto del año 258, cuatro días después de las órdenes recibidas del Prefecto y sin entregar lo que se le había pedido, fue apresado y lanzado vivo a una gran hoguera sobre una parrilla, hasta quedar totalmente carbonizado.
La tradición cuenta que el tal Precelio viajó efectivamente a Hispania, localizó a los familiares de Laurentius en Loret (Osca) y les entregó el Santo Grial, una pobre cazoleta de piedra de Calcedonia de 7 cm. de altura y 9,5 cm. de diámetro, que pasó de mano en mano a todos sus descendientes durante más de doscientos años.
Finalmente, no sabiendo qué hacer con aquella pieza que tampoco tenía valor material alguno, el año 533 los mismos familiares la entregaron en una primitiva iglesia goda de Huesca, después convertida en iglesia románica de San Pedro el Viejo.
En el lugar que durante tantos años la familia de San Lorenzo custodió la reliquia se levantó una minúscula ermita, que actualmente es un hermoso Santuario dedicado a la Virgen de Loreto y a San Lorenzo.
A principios del siglo VIII el avance musulmán llega a Huesca y el obispo San Ascisclo se ve obligado a huir hacia el norte de la provincia, llevando consigo el Santo Grial. Aún así, viendo peligrar tan sagrada reliquia la escondió en una cueva de Yebra de Basa, tapada durante buena parte del año por una cascada de agua. Posteriormente, se levantaría en ese lugar una ermita que, aún hoy, es de difícil acceso y dedicada a Santa Orosia mártir.
Posteriormente y debido a un momento de gran incertidumbre, desde el año 815 al 831 el Cáliz fue escondido en el monasterio de San Pedro de Siresa, concretamente en un hueco hecho entre las piedras del ábside y cubierto después con argamasa.
De todas formas los musulmanes seguían subiendo hacia el norte y dejando una parte de sus tropas en el terreno conquistado, motivo por el cual no había ninguna zona segura para el cristianismo. Los prelados oscenses se movían por las montañas sin lugar fijo en el que refugiarse hasta que, el año 992 encontraron refugio para ellos y para el Santo Grial en el valle de Borau y junto al río Lubierre. Una ermita visigótica, construida sobre el lecho del río y sobre cimientos de madera, donde se creó la primera diócesis aragonesa, anterior a la de Jaca. Terrenos de humedad permanente y material de arrastre como única sustentación para un templo pre-románico, que se considera algo totalmente excepcional.
Aunque fueron seis o siete los obispos que pasaron por aquí, una piedra de la ermita de San Adrian de Sasabe indica que fueron solo tres los que descansan en este lugar.
Allí estuvo pues el Santo Grial hasta el año 1014 cuando la reliquia viajó a la Residencia Real de los reyes de Aragón en Bailo.
Trasladada después la corte real a Jaca, Ramiro I manda construir la catedral de San Pedro en dicha ciudad y el año 1063 y hasta el 1071 se constituye en lugar de custodia del Santo Grial.
El obispo García, último de los de Sasabe e hijo del rey Ramiro I fue el encargado de trasladar la reliquia a su nuevo emplazamiento.
A partir de aquel momento, la ermita de San Adrián de Sasabe quedó poco a poco en desuso y finalmente en estado de completo abandono, cubierta por la grava de diferentes riadas, hasta que el año 1957 fue desenterrada por los vecinos cuando apenas sobresalían de la tierra algo más de dos metros de sus paredes perimetrales, lo cual fue sin duda motivo de su perfecta conservación.
Aún hoy, más de sesenta años después y por su diferente tonalidad, se ve claramente el nivel hasta el que la ermita estaba enterrada bajo lodo y bolo de río.
Cinco años después y durante un periodo superior a los tres siglos (1071-1399) el Santo Grial viaja a San Juan de la Peña de la mano del obispo Pedro de Jaca que, renunciando a su cargo retorna al monasterio de origen llevando la reliquia consigo.
Los obispos de Jaca tratan de recuperar el Cáliz pero los monjes de San Juan de la Peña, apoyados por el rey de Aragón y el propio Papa se quedaron con su propiedad al pasar el monasterio a depender de la Santa Sede.
Esa fue la artimaña papal para dar valor y relevancia a su pertenencia a este nuevo enclave monacal.
En 1399 y a petición del rey de Aragón Martín I el Humano, que pidió tenerlo en la capilla de su palacio en la Aljafería en Zaragoza, el prior Fray Bernardo le entrega al rey el Santo Grial.
La reliquia viajaría con la corte de Aragón a Barcelona siendo encontrada a la muerte del rey en la Capilla Real, según inventario del año 1410 y hasta el 1424 cuando Alfonso V trasladó su Corte Real a la ciudad y Reino de Valencia. Como de costumbre la reliquia fue colocada en la Capilla Real pero en 1437 sería donada por el rey al Cabildo Catedralicio como prenda para un préstamo de 40.000 ducados de oro para sufragar sus guerras contra Italia. Hasta ahora, a excepción de algún pequeño paréntesis por motivos excepcionales, la reliquia ha estado siempre expuesta en la Catedral de Valencia.
Hay que decir, no obstante, que solamente se considera Santo Grial al cuenco superior, tallado en piedra de Calcedonia (Palestina) y datada por los arqueólogos hacia el siglo I de nuestra era. El pie, las asas y el conjunto que los une es muy posterior. Eso sin contar que el 3 de Abril de 1744 el Cáliz se cayó de las manos del canónigo Vicente Frijola, durante un servicio de Semana Santa y el conjunto se partió en dos. El maestro platero Luis Vicent lo reparó aquella misma tarde e inscribió el acto mediante notario. Sin embargo el disgusto del canónigo fue de tales dimensiones que enfermó y murió días después.
Imagino que mi hija y sus familia no habrán realizado un recorrido tan extenso como el que se refleja en esta entrada al Blog, pero seguro que serán muchos los lugares visitados.
Felices vacaciones.
RAFAEL FABREGAT
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