Sí amigos, entramos en la segunda quincena de Agosto. El tiempo corre a pasos agigantados y el día menos pensado estaremos en preparativos para la caza del tordo, aquí llamada Parany. Contrariamente a lo que creen sus detractores no se trata de una caza masiva y no selectiva, sino de una excusa para reunirse cientos de amigos alrededor de un fuego en el que asar (ahí está el sacrilegio y el asesinato masivo que los defensores de la naturaleza no condenan) miles de kilos de chuletas, pollos, conejos, tocino, morcillas y longanizas.
Pobres animales que cada día nos alimentan con sus asesinadas carnes y que ningún ecologista defiende, porque ellos también comen. Al parecer los corderos, cerdos, conejos y pollos son menos animales que los silvestres y no merecedores de lástima. Solo los tordos, pájaro invasivo y masivo en sus lugares de origen, como lo es el maldito estornino que acaba con las cosechas de frutales y olivos.
Pero, ¡bah! a esta gente les importan poco las mermas que los animales ocasionan a las ya flojas y malpagadas cosechas de los sufridos agricultores. A nadie engañan, todos sabemos que el ecologismo es una rama más del asqueroso árbol de la política, variedad no vegetal de la que ójala llegue el día que se pueda prescindir. ¡Cuanto chupóptero y cuanto golfo que viven como auténticos maharajás sin trabajar!. De manifestación en manifestación, todos para uno y uno para todos, viviendo del trabajo de los demás y para colmo de desgracias, jodiendo al trabajador productivo, al único que aporta a la olla común de la que todos comemos.
Los que tienen como oficio joder a los demás, amigos del tío del cuñado, hijos del padre y sobrino del hermano del que manda; esos cuyo trabajo es "atracar" al sufrido trabajador y mermar en todo lo posible su estrujada cartera, esos que vestidos como los ángeles de Charly y justamente por ser su trabajo, atienden las consignas que sus mandos les marcan cada día, especialmente las referidas a joder al prójimo aumentando la recaudación a través de multas inventadas para tal fin. Esos que cada día reciben la misma orden: ¡Espabilarse y traer multas que desde la Jefatura se quejan de las pocas que llegan de nuestra zona! Infracciones no faltan así que, ¡arreando!.
¿O es que a estas alturas de la película, aún se cree alguien que los hombres de Charly luchan y velan por nuestro bienestar? Pues no. Es un oficio, como otro cualquiera. Bueno, como otro cualquiera no. Es improductivo, represivo y más de cuatro veces inmoral; no para el simple número que, a fin de cuentas, no hace otra cosa que obedecer a quien le manda, pero sí para éste. ¿Y quien es el que manda, nos preguntamos todos? Pues la cosa es clara... Se coge el hilo al que va sujeto el número y se tira, y se tira, y se tira hasta llegar a la otra punta. Todos sabemos quien está en la punta del hilo y todos sabemos que aunque el que sujetase el hilo fuera otro, el resultado sería el mismo.
Y los ecologistas...! ¿De que viven los ecologistas? Nadie lo sabe, pero todos nos lo tememos. Como todos los que no producen... ¡viven del trabajo de los demás! Para algunos, la política y las manifiestaciones y protestas son su trabajo, su forma de vida como para el agricultor lo es plantar tomates o patatas. La única diferencia es que los tomates y las patatas se comen y las protestas joden y, casualmente, en este caso joden al agricultor que 15/20 días al año, va por la noche a cazar tordos.
Todos sabemos que las manifestaciones son actos políticos; una rama más de la política de determinados partidos, que de esta forma se hacen ver y oir a través de sus acólitos, algunas veces (las menos) inocentes colaboradores amantes de aquello que se propugna. Mayoritariamente los asistentes justifican el sueldo que cobran a fin de mes o chupan cámara y trabajo gracias a las amistades que su adhesión a la causa conlleva; armando ruido por la calles haciendo la cama a los politiquillos, zánganos todos del sistema, lacra del modelo de sociedad que "disfrutamos", los currantes de siempre. Muy pronto se quitarán definitivamente la careta y les veremos directa y descaradamente como auténticos políticos con partido propio. Y cuando el trabajador, mayoritariamente rural, después de meses de duro trabajo en un campo sin rentabilidad, con la excusa de cazar dos docenas de tordos decide pasar unas noches en el susodicho parany (en finca de su propiedad) y en la grata compañía de sus familiares y/o amigos resulta que es un delincuente, poco menos que un asesino. Naturalmente, también en el ecologismo habrá excepciones y en esas manifestaciones habrá algunos buenazos, amantes de la naturaleza y de los animales que la pueblan, pero... ¿también de los que caen a tiro de escopeta? Porque yo, esa manifestación, no la he visto todavía.
El parany, según tengo entendido puesto que no soy cazador, es una forma de caza ancestral en la Comunidad Valenciana y algunas zonas limítrofes, heredada de nuestros antepasados, selectiva si el que la practica es como tiene que ser y que se practica con toda legalidad en otros paises europeos. Respaldada por la mayoría de los representantes del Parlamento Valenciano que, dicho sea de paso, tiene transferidas todas las competencias en materia de caza. ¿Donde está el problema entonces?
Ignorantes (con estudios) o sinvergüenzas; que esos ecologistas-políticos que jamás veremos en un incendio forestal, o en una replantación de pinos, elijan el adjetivo que consideren más adecuado a sus actuaciones. Yo amo la naturaleza y no he ido jamás a manifestación alguna. ¡Ni a favor, ni en contra de nada! ¿Acaso soy Dios, para decirle a nadie lo que tiene o no tiene que hacer?.
En cuanto a los sufridos vigilantes del SEPRONA, por mucho que sean ellos los que finalmente ponen las denuncias y a los que he vilipendiado un poquito en un párrafo anterior, hacen su trabajo que es el de obedecer las órdenes recibidas de sus mandos. Aún así, conscientes del abuso de poder que se ceba en els paranyers, que tienen en esta caza sus únicos días de solaz anual y que se ejercita dentro del perímetro de su propiedad, pasan de largo para evitar la multa correspondiente. Con esta suave actuación, los agentes no hacen otra cosa que demostrar su apoyo a un sector que, a todas luces, es visible que no merece la presión recibida por un gobierno débil y sin personalidad que, haciendo orejas a todo cuanto se le dice, no hace otra cosa que fastidiar a todos sin solucionar nada.
En el año 2.002, último que se pudo cazar con la correspondiente licencia, solo en la provincia de Castellón había un total de 2.408 paranys legalizados. Con esa cifra queda patente la masiva afición que hay en esta zona a este tipo de caza. La asociación de paranyers de la Comunitat Valenciana, Catalunya y Aragón, más de doce mil solo en la provincia de Castellón, siguen esperando de las autoridades y grupos ecologistas (éstos últimos tan "entregados" a este y otros temas todos del mismo calado, como paralizar la carretera Cabanes-Oropesa, que lleva a la Font de Miravet) acuerdos que permitan la legalización de esta modalidad de caza y su práctica sin miedos y con ausencia de furtivos, que son los únicos que posiblemente la practican de forma no selectiva y por lo tanto al margen de la ley.
Para finalizar, quien escribe reitera que no es cazador, ni de esta ni de cualquiera otra modalidad, pero sí asistente (esporádico) a alguna de estas cenas en las que (además) se caza.
Por cierto... ¡normalmente muy poco!
EL ÚLTIMO CONDILL
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