6 de octubre de 2025

3237- EL GUARDIÁN DEL ANO.


Se ha hablado largo y tendido de lo adelantada que estaba la medicina en el Antiguo Egipto. No es que hubiera, como en nuestro tiempo, un ejército de médicos y enfermeras a disposición de la gente corriente, pero sí para los faraones, sacerdotes y altos cargos de la nobleza de aquellos tiempos. Para la realeza y sus más allegados, sí había un ejército de médicos especializados que atendían al faraón y a los principales mandatarios en cada una de sus posibles indisposiciones. No debemos extrañarnos tanto puesto que, en la actualidad, también los médicos suelen especializarse en cada una de las partes del cuerpo y sus enfermedades. Pues bien, por hablar del más curioso de los especialistas, estaba "el Guardián del ano", un experto conocedor en salud rectal e intestinal.


Aparte de ser conocedor de diferentes maneras de tratar las dolencias que pudieran surgir, o simplemente con el fin de evitarlas, el Guardián del ano, o sus ayudantes y enfermeras, acostumbraban a llevar a cabo una limpieza rigurosa del mismo introduciendo agua tibia con sal a través de una larga caña de oro por medio del soplado de la misma. Después de llevar a cabo esta escrupulosa limpieza, venía el consiguiente examen de la zona, a fin de tratar un posible problema de hemorroides, inflamación, hongos o un simple estreñimiento. El título de este especialista era "Meru Pehut" y cabe decir que era muy apreciado, hasta el punto de que el faraón le otorgaba el título  de 'Guardián Real del Ano' del Faraón. 


El asunto nada tenía de frívolo, pues la salud del faraón era algo vital para la supervivencia del reino y que tenía que estar siempre a punto para poder defender el reino de los muchos enemigos que acechaban en todo momento. Naturalmente decenas de especialistas vigilaban continuamente el más mínimo signo de malestar del rey a fin de atender cualquier problema y antes de el mismo pudiera empeorar. En lo que se refiere al Guardián Real del Ano cabe decir que en aquellos tiempos eran muchos los problemas digestivos, provocados por comidas y bebidas sin refinado alguno. Los más frecuentes eran gases, diarreas o estreñimientos y las consiguientes hemorroides. Todo tenía que ser revisado y tratado convenientemente.


Sin los actuales conocimientos en microbiología, los tratamientos más habituales era la introducción de sustancias purgantes y consiguiente limpieza de intestinos. En el Papiro Ebers, del 8º año del reinado de Amenhoteb I (1517 a.C.) se puede comprobar lo adelantado de la medicina en aquellos tiempos del Egipto Antiguo. En caso de indigestiones uno de los tratamientos era la introducción de líquidos purgantes en el intestinopara facilitar la evacuación del empacho consiguiente. El hecho de bombear líquidos purgantes en el recto no era solamente una cuestión de enfermedad, sino también de prevención de infecciones causadas por las malas condiciones higiénicas.


La gente corriente no tenían remedios tan exclusivos, por lo que el remedio más usado para estos mismo problemas era el uso de cañas del Nilo para la introducción de remedios naturales a través del bombeo mediante bolsas de cuero o vejigas de animales. Esta práctica estaba inspirada por el Ibis, un pájaro sagrado para los egipcios que se limpiaba introduciéndose agua del río con su largo pico. Por si alguién tenía dudas sobre los remedios naturales de este animal, se decía que Osiris, uno de los dioses más importantes para los egipcios, recomendó a los sacerdotes del Templo esta práctica de "limpieza interior". Naturalmente, tener a disposición de todo el mundo un Guardián del Ano era de todo punto impensable.

RAFAEL FABREGAT

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