Las patatas. Nadie parece darles la importancia que merecen, pero son las protagonistas de alejar el hambre de Europa y del mundo. Si se cita a Europa en primer lugar, es por la sencilla razón de que hasta que los descubridores del continente americano no las trajeran, a mediados del siglo XVI, el resto del mundo no las conocía. Puede que los aventureros que iban hasta el Nuevo Mundo buscaran con más ahinco el oro y la plata de aquellas tierras, pero nada tan importante trajeron como la patata y el tomate. El oro y la plata satisfacen a unos pocos, mientras que la patata satisfizo a todos. Sin embargo, la patata tuvo un recibimiento más bien tibio. Su aspecto estravagante no la popularizó con la rapidez que dicho tubérculo merece.
El viejo mundo no era tampoco la panacea, pues todos sabemos que ese bienestar era grande para quienes gobernaban, pero los pobres sufrían todos tipo de avatares y miserias.
Volviendo al tema de nuestra protagonista, en el día de hoy, hay que decir que es un cultivo más productivo que otros tubérculos e incluso que los cereales como el trigo, a pesar de la popularidad de éste, también eterna. Otra ventaja de la patata, es su facilidad de adaptación a los diferentes climas. Eso sin contar su poder calórico, que permitió alimentar a más gente con menos tierra. De hecho la demografía europea experimentó un gran crecimiento en el siglo XVIII y fue por la sencilla razón de que la comida no faltaba.
Ya llegados al siglo XX, las muchas guerras sufridas fueron posibles gracias a la patata hervida o en puré. Un alimento con muchas proteínas, vitaminas y minerales esenciales ya que, incluso con una pequeña cantidad de producto y siempre a precios muy asequibles, se mantenía a la tropa en perfectas condiciones para la lucha. Respecto al escaso interés a su llegada a Europa en el siglo XVI, hay que explicar que la mercancía de aquel entonces no era la patata amarilla y sin imperfecciones que actualmente se nos ofrece. Su piel era rugosa y fea, lo que hizo que muchos la tacharon de venenosa, como sucedió con el tomate. Ahora, sin embargo, son alimentos esenciales y presentes en los mejores restaurantes del mundo. El tibio recibimiento, citado al principio de este escrito, fue prontamente anulado por ricos y pobres.
Lo cierto es que, con su expansión, desterró para siempre el hambre del mundo. Tanta fue la devoción a este tubérculo que, a finales del siglo XVIII y por la hambruna producida por las malas cosechas, Maria Antonieta se ponía flores de patata en sus tocados, aunque este gesto puede que fuera una operación de marketing llevada a cabo por la parte médica y farmacéutica. Los expertos de la época, presionados también por los gobernantes, pronto divulgaron sus maravillosas propiedades y su versatilidad para ser cocinadas: Cocidas, fritas, asadas... En todas las formas de cocinado se apreció rápidamente un resultado sabroso, por lo que se ganó la entrada permanente en todas las cocinas de nuestras casas.
En España ¿hay algo más típico que la tortilla de patatas?.
Rafael Fabregat Condill
No hay comentarios:
Publicar un comentario