22 de agosto de 2019

2840- PINCELADAS IBÉRICAS.

La cuestión es bastante conocida, pero no por todos, motivo éste que nos lleva a recordarla aquí y ahora. 
Exceptuando a los cazadores-recolectores de la Prehistoria, los Iberos fueron el primer pueblo que, como tal, llegó a nuestra península en la antigüedad y le dio nombre a la misma. Procedían del Caúcaso y eran descendientes del Reino de Iberia, ubicado en tierras del este y sudeste de Georgia. También se le llamaba Reino de Kartil, por haber sido gobernados por el mítico Kartlos. Según Heródoto los Sasper, sus descendientes, fueron artífices de la consolidación de las diferentes tribus de la zona. La tribu principal era la de los mesheta (mtskheta) que pusieron nombre a su capital. Fue bajo el gobierno persa de la dinastía Aqueménida que llamaron Arrian-Kartil a su primer asentamiento. Ya más tarde, fuentes medievales hablan de un tal Azo y su gente, haciendo incapié en que Azo era un general de Alejandro Magno que asesinó a la dinastía local y conquistó aquellas tierras. 

Azo fue expulsado por Phanawaz I de Iberia pero, la continua rivalidad de Persia y Bizancio por el Caúcaso, hizo que las tribus georgianas perdieran importancia y a partir de ese momento el rey de Iberia ostentara su cargo solamente de forma testimonial, mientras el país era administrado por los persas. La primera referencia de la ubicación de los Iberos en la España actual viene de Avieno, historiador y poeta latino del siglo IV a.C. que los cita en su obra "Ora marítima". A la llegada de los griegos a nuestro territorio, buena parte de la Georgia actual estaba constituida por el Reino de Iberia y ese fue el motivo de que los griegos denominaran Iberia a nuestra península al encontrar a pobladores con idénticas costumbres y mismo idioma. Los iberos se asentaron en todos los cauces que desembocaban en el Mediterráneo, incluyendo el Ródano. Esquilo, el más antiguo de los autores de la tragedia griega clásica, escribía que "...el Ródano corre por las tierras de Iberia", aunque a la llegada de los romanos Iberia ya finalizaba en los Pirineos.

En diferentes lugares de Georgia hay restos de ciudades trogloditas que dan constancia de la estancia de los Iberos en ellas. Auténticos laberintos de piedra caliza excavados en la roca, muchas veces comunicadas entre sí y con muchos huecos excavados en las paredes para almacenar agua, vino y otros diferentes alimentos. También un sistema de canales para hacer llegar el agua desde grandes depósitos excavados en lo alto. Numerosos estudios nos cuentan que los Iberos ya debieron habitar estos lugares 4.000 años atrás, momento en que en el lugar que más tarde llevaría el nombre de Península Ibérica, nadie los conocía ni les esperaba. Por causas que se desconocen aquellas gentes partieron un día hacia occidente y poblaron buena parte de las orillas mediterráneas y especialmente Italia, Francia y España.

Se considera probable que su llegada fuera en busca de la riqueza mineral que aquí ya trabajaban los Tartesos. Las ciudades ibéricas de Georgia eran importante mercado de la Ruta de la Seda y posteriormente los monjes cristianos construyeron allí grandes monasterios. Es del siglo IX una pequeña iglesia de ladrillo que sobrevivió a los mongoles liderados por Hulago, nieto de Gengis Kan que, en el siglo XIII invadió aquel territorio. Los cinco mil monjes que ocupaban el territorio fueron masacrados en su totalidad pero aquella iglesia fue respetada y todavía existe a día de hoy. Hay constancia de que, así como los nómadas se movían permanentemente en busca de pastos, los Iberos hacían lo propio en busca de metales. Numerosos arqueólogos coinciden en que los Iberos fueron quienes trajeron los conocimientos de la fundición en el periodo neolítico a estas tierras.

Chicas georgianas que, por su aspecto, bien podrían ser españolas.
En Georgia persiste una cierta simpatía hacia todo lo español y especialmente a lo vasco, ya que están convencidos de que efectivamente somos descendientes de un tronco común. Viviendo endogámicamente en las montañas, los iberos no llegaron a romanizarse ni a mezclarse con otros pueblos y culturas, preservando la pureza de sus lenguas, siete de las cuales se hablaban antiguamente en Euskal-Herría. Decir en aquellas tierras georgianas que eres español es ganarte su simpatía y agasajos, más aún si dices ser vasco, pues te tratan como parte de una familia lejana. También sus tradiciones y rasgos étnicos son similares, así como su aspecto físico, muy similar al nuestro. En los bares de la ciudad de Tiflis no es nada extraño encontrarse fotografías de la Real Sociedad o del Atlétic de Bilbao colgando de las paredes.

RAFAEL FABREGAT

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