4 de agosto de 2019

2823- NO ES LO MISMO, PERO...

No. No es lo mismo viajar que ser turista. Viajar va mucho más allá, pero todos ganan. No es que para ser viajero haya que ir con mochila y zapatillas de running, no. Ser viajero es una actitud  frente a lo que encuentras en tu viaje, por lo cual también puedes serlo viajando con maleta y pernoctando en hoteles de cuatro o cinco estrellas. El turista va a ver, mientras que el viajero va a aprender. El turista se fotografía frente a lo que ve, para demostrar a sus amigos que ha estado en ese lugar y el viajero fotografía el lugar para aprender y recordar lo que ha visto.

Cuando vuelve, el turista ha visto cosas nuevas, que no está nada mal, pero el viajero a aprendido cosas nuevas, con lo cual ha enriquecido su mente y su espíritu. Esas son diferencias fundamentales, pero hay otras. El turista es fácil de reconocer. Todos visitan los mismos lugares, normalmente tras un guía que, como sufrido pastor del rebaño, los lleva de aquí para allá sin mayores consecuencias. El viajero, aunque vaya en ese mismo grupo, porque le es obligatorio, aprovecha cualquier minuto de tiempo libre para incidir en los temas expuestos o que le hayan llamado poderosamente la atención y sobre los que el guía quizás haya pasado de largo. Al final del viaje los turistas todos tienen las mismas fotos mientras que las de los viajeros difieren, según los gustos de cada cual. Repito que esto no hace al viajero mejor o peor que al turista. Solo es una actitud y todas son buenas si hay el debido respeto.

El turista, ávido también de ver cosas nuevas, mira con interés el entorno de las cosas, mientras que el viajero se interesa de los detalles y de su incidencia en la historia y de cuanto ve. Para él viajar no es solamente pasarlo bien, sino enriquecerse de las vivencias de las gentes y de los pueblos que visita. El viajero no solo mira, sino que explora en lo posible todo lo novedoso que encuentra a su paso durante el viaje. El campo no solamente es un paisaje, sino los cultivos y las circunstancias que los provocan, dígase el clima de la región o las necesidades del mercado del país de que se trate. El viajero fotografía lugares y circunstancias de su interés y no solamente los sitios populares a los que acude. No mira solamente lo popular, sino los rincones ocultos, el fondo de las cosas.

Para el viajero, lo fundamental es el respeto a lo autóctono. Le gusta acercarse a los locales y a sus costumbres. Viaja para aprender y no para burlarse de aquello que pueda encontrar raro o chocante. El que tiene delante es otro país y otras costumbres y conocerlas es para él lo fundamental. Se viaja para conocer, para aprender, no para juzgar. Es lo que nos permite también conocernos a nosotros mismos y enriquecernos. El turista viaja para ver cosas nuevas, hacerse la foto y volver a casa para contarlo a amigos y conocidos, mientras que el viajero pasa de todo eso. Va a saber algo más de la vida y del mundo, empapándose de cuanto le rodea. Ser un ciudadano del mundo es aprender cosas nuevas e incorporarlas a tu vida, guardando en tu retina momentos mágicos e irrepetibles...

En todo caso el turista no es que sea inferior al viajero. A la hora de viajar, ser activo o pasivo y hacerlo con mochila o el hoteles de la máxima categoría es algo que nada tiene que ver. Lo hagas como lo hagas, viajar siempre es enriquecedor. No hay buenos ni malos viajeros, sino viajeros a secas. Cada cual hace con su vida lo que estima conveniente y todos somos importantes y prescindibles. No hay pues supremacía de unos sobre los otros. Nada de cuanto se pone delante de nuestra retina es de nuestra propiedad. Somos una simple ficha en una partida de dominó y, aunque es cierto que de lo que hagamos depende el resultado final, también lo es que el más mínimo roce puede hacer caer las fichas y anular la partida. Aunque sea un deporte de moda, juzgar a una persona no la define a ella, te define a ti. Ser viajero o turista no importa tanto. En esta partida, la de viajar, todos ganan...

RAFAEL FABREGAT

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