Palacio de Pedro I el Grande. |
Indudablemente, aunque hay importantes diferencias, todos son impresionantes. Lo que pasa es que, por muy bien conservados que estén, no pueden mostrarnos con exactitud la vida que en ellos llevaban sus habitantes. Lujos impensables para el pueblo llano, eso sí, pero también incomodidades de todo tipo y no pocas restricciones debido a lo anticuado de los servicios de que se disponía en aquellos tiempos. Todo un rey podía forrar sus habitaciones del más caro de los mármoles, maderas nobles de los más remotos bosques tropicales y hasta incluso de jade, ámbar u oro, pero faltaba la modernidad de las instalaciones.
Los visitantes, también personas de la nobleza nacional o extranjera, quedarían sin duda impresionados, sobrecogidos por tanta belleza y monumentalidad, pero si les entraban ganas de orinar no tenían a donde dirigirse. A la visita debían acudir con todas las "obligaciones" hechas, pero... A veces cualquier desarreglo intestinal daría al traste con todo y el susodicho visitante tendría que hacer un alto en la conversación para salir disparado hacia el jardín en busca de un seto tras el que cobijarse. ¿O no es así?. Sin duda que sí. El rey lo tenía más fácil puesto que, a la más mínima necesidad, los criados le traían el orinal o la silla de defecar y, sin cortarse un pelo, su majestad hacía sus necesidades sin tener que parar la conversación con uno de sus generales o la recepción de un embajador, incluso la visita de otro rey. Realizada la obligada "necesidad", no esos mismos criados, sino un noble encargado de tal eventualidad, le limpiaba el culo al rey y aquí no ha pasado nada.
En tierras británicas se llamaba "Groom of the Stool" y, contrariamente a lo que podamos pensar, era un oficio muy codiciado en la Casa Real. Ahora, ya en el siglo XXI, el mundo está plagado de "lameculos" pero el trasero se lo limpia cada cual. Eso sin contar que tenemos WC que te lavan el culo y hasta te lo secan, una modernidad que en aquellos era impensable. Aquello de que "nada es como antes" es, en este caso, totalmente cierto. El Palacio de Versalles, muy próximo a París, ya tenía entonces 700 habitaciones, 352 chimeneas, más de 2500 ventanas y 67 escaleras. Contaba (y cuenta) con 800 hectáreas de parques y jardines, más de 200.000 árboles, 20 Km. de caminos interiores y 11 hectáreas techadas. Para mantener en un cierto orden todo aquello, llegaron a habitar en él hasta 20.000 personas. Pero la mayor barbaridad es que... ¡No tenía ni un solo cuarto de baño!.
Palacio de Versalles. París. |
Palacio de Catalina la Grande. Museo de l'Hermitage. |
HAPTON COURT. Palacio de Enrique VIII. |
De todas formas, el problema más grave de salud era la falta de opciones para eliminar los deshechos humanos en lugares tan ampliamente visitados y con tanto personal para atenderlos.
La orina y las heces estaban por todas partes -se cuenta en el libro "The Royal Art of Poison".
Muchos cortesanos no se molestaban en buscar un orinal y en cualquier rincón del palacio, escalera o rincón de chimenea, se bajaban los pantalones y hacían allí sus necesidades. Detrás de las puertas era uno de los lugares donde más se acumulaban los excrementos. Para los criados no era ninguna novedad pillar gente en esta actuación y, haciendo caso omiso, se disponían a recogerlo apenas el infractor se marchaba de allí. Claro que muchas veces no se detectaba al sujeto y heces y orina quedaban allí durante días hasta que el insoportable olor delataba su presencia.
VIENA. Palacio de Schonbrunn. |
RAFAEL FABREGAT
https://www.abc.es/historia/abci-deshechos-y-pestilencia-repugnante-verdad-higiene-palacios-siglo-201908130154_noticia.html
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