El gobierno provisional de Pedro Sánchez no tiene vergüenza ni perdón de Dios y entre la multitud de cosas que debería hacer para atender las necesidades del pueblo y ganarse el sueldo que cobran, elige "distraer" nuestra atención con la solemne tontería de la Memoria Histórica. Sí amigos, después de 80 años de la contienda, el PSOE de Sánchez reivindica las tropelías del franquismo sanguinario, pero no las que los republicanos llevaron a cabo con sacerdotes, monjas y seguidores de la fe cristiana. Las "13 rosas", motivo del homenaje existieron, claro que sí, pero lo que no nos cuentan son las muchas espinas de las que tales rosas eran portadoras. Que Sánchez y su gabinete tengan conocimientos sobrados para poder gobernar el país, no impide que sea un imbécil ya que, si tan listo fuera, sabría de sobras que en aquellos turbulentos años hubo de todo y en ambas partes. Los asesinos no tienen partido, sino que son asesinos a secas.
Hurgar en la historia de las atrocidades perpetradas por uno de los bandos de la guerra civil, es hacer el energúmeno.
Que las guerras son sanguinarias lo sabemos todos y más cuando son civiles. Buenos y malos los hay siempre en todas partes y cargar las culpas a un solo bando es, como digo, colgarse la medalla de la imbecilidad y hacer un flaco favor a la Historia.
Aquellos años, en los que la gente ignoraba la mayor parte de los manejos políticos, quedaron atrás. Afortunadamente la prensa de hoy tiene medios suficientes para captar la noticia rápidamente allí donde se produzca. Las libertades que disfrutamos también favorecen que ésta sea rápidamente divulgada, bien por los medios afines al causante o por los de la prensa contraria, pero (casi) siempre los hechos suelen salir a la luz. Que así sea para siempre.
El presidente del "gobierno en funciones" nos contaba el pasado lunes que 80 años atrás trece mujeres (13 rosas) murieron en Madrid por defender la democracia y la libertad y nos recordaba en este homenaje que "olvidarlas sería su segunda muerte". Estamos de acuerdo, pero el "presidente en funciones" se olvidaba de otro hecho importante y también merecedor de recuerdo por parte de la sociedad. Estos meses también son aniversario del asesinato de 4.184 sacerdotes, 2.365 frailes y 283 monjas, a manos de miembros de la II República, todos ellos socialistas, republicanos y anarquistas. Aunque no creamos en las cosas de la iglesia, debe reconocerse que tropelías hubo en los dos bandos, motivo por el cual, haríamos bien en dejarnos de celebraciones. Después nos quejamos si en Euskadi vitorean a sus presos...
Las trece "rosas" pertenecían a las Juventudes Socialistas Unificadas y ese es el motivo de tan fausto homenaje por parte de los actuales mandatarios, también socialistas del PSOE. La política funciona de esta manera. No se trata de que estas mujeres fueran mejores o peores, pero esta organización dirigía cinco cárceles madrileñas (checas) dedicadas a "reformar" a quienes, según ellas, no tenían los suficientes conocimientos social-democráticos, pues su meta era implantar en España el régimen Stalinista. A diferencia de lo que ellas hacían en las "checas", se las condenó tras un juicio. La sentencia fue paralizada para pasarla a un grado inferior pero, ya terminada la guerra, esas trece mujeres asesinaron al comandante Isaac Gabaldón, a su hija de 16 años y a su chófer. Claro que, para ellas, la niña no era rosa o flor ninguna, puesto que era hija de un comandante fascista. ¿Merecía morir por eso?.
Las trece, rosas o cardos, perpetraron el asesinato hasta el último detalle y así lo declararon en el juicio. Gente sanguinaria la hubo entonces y la hay ahora, en todas partes. Así pues olvidar no, pero en silencio. Ójala no tengamos que volver a las andadas, para darnos cuenta de que asesinos los hay en todo momento y sin causa aparente alguna. Lo son porque así nacieron y viven agazapados esperando su oportunidad. La mayoría de los españoles que vivimos la Democracia de hoy, no hemos conocido la guerra y nuestra lucha no es recordar vejaciones pasadas, sino vivir en libertad, sin abusar de ella en nuestro beneficio. Los malos tiempos pasados deben recordarse de forma ecuánime y sin odio, al solo objeto de evitar que tales acontecimientos vuelvan a repetirse. Esa debe ser nuestra meta y la de nuestros hijos, pero más aún la de nuestros dirigentes.
RAFAEL FABREGAT
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