27 de agosto de 2019

2844- LOS INDESEABLES.

Los verdugos eran temidos por todos los criminales de su época. Eso era justamente así porque, aunque no lo parezca, su oficio no era matar sino causar miedo o al menos respeto entre quienes se ganaban la vida haciendo daño a los demás. La mayoría de los verdugos eran o habían sido carniceros de profesión y por ello expertos en anatomía. Su profesión, altamente pagada, se llevó a cabo durante toda la Edad Media y hasta finales de la II Guerra Mundial. Hablar de estos personajes evoca de inmediato la imagen de un encapuchado blandiendo un hacha enorme y ataviado con una vestimenta de color negro, salpicada con la sangre de los condenados a muerte. Claro que cuando la pena era la muerte a bastonazos...

Aún así al verdugo se le podía exigir la muerte del reo sin sobrepasar los tres golpes. Sin embargo esto no fue siempre así. Los profesionales de la muerte eran normalmente gente normal y corriente, bien preparada y con la sana intención de causar al reo el menor sufrimiento posible. Claro que todos tenemos días malos y para ellos esta cuestión se convertía en una mala puntería que obligaba a dar varios golpes de hacha o garrote, hasta acabar con la vida del desgraciado al que había que liquidar. En casos de flagrante destrozo, quizás por haber bebido en demasía, el público estaba autorizado a recriminarles y hasta lanzarles piedras o cualquier cosa a su alcance.

En los casos de mala praxis, las autoridades podían retenerle el sueldo al verdugo, despedirle e incluso encarcelarle. Esto garantizaba que el trabajo se realizase de la mejor manera posible y que el verdugo fuera, más que demonio, un inevitable ángel de la muerte. A cambio el sueldo era especialmente elevado a fin de que, aquellos que lo desempeñaban eficazmente, no abandonasen su tarea. Uno de los mejores especialistas de Madrid en este oficio se quejaba de que la gente rehuyese su contacto, diciendo que no era él quien los mataba, sino la ley. La muerte en público era una manera de causar miedo entre la población, para que las normas se respetasen.

A raíz de este desprestigio, que les obligaba incluso a vivir apartados de la sociedad, se puso en práctica lo de cubrir su cara a fin de que pudieran vivir con normalidad.
Ya que las ejecuciones funcionaban como una forma de "teatro moral", había que preservar la identidad del verdugo (actor principal) para evitar represalias.
Hasta entonces vivían ricos, pero como apestados. No se les permitía pisar la iglesia ni tocar el género que compraban, motivo por el cual tenían que llevar una varita para señalar aquello que querían comprar. Incluso algunos colegios no permitían el acceso a sus hijos. Todos eludían su trato.
La máscara no fue pues para causar más miedo, sino para preservar su identidad. Toda este negatividad con respecto a su figura hizo que, a pesar de sus elevadas retribuciones, la gente no hiciera cola para ser verdugo.

Tan difícil era cubrir el puesto que muchas veces tras elegir un posible candidato, muchas veces delincuente, la justicia tenía que presionarle, casi amenazarle, para que lo aceptase. Como se ha dicho antes, primaba el hecho de que en algún momento de su vida hubiera ejercido la profesión de carnicero, a fin de conocer la anatomía. Con el paso del tiempo esta profesión alcanzó cierto prestigio y a heredarse de padres a hijos, un momento del siglo XVII en el que ya se les había protegido su identidad y se le había dado al personaje la categoría de funcionario público. Tanto se profesionalizó que había que pasar pruebas, partiendo calabazas y decapitando varios animales, antes de concederles el puesto de verdugo. ¡Qué cosas...!

RAFAEL FABREGAT

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