Pecado mortal es todo aquel acto que transgrede (a sabiendas del infractor) la Ley de Dios y las enseñanzas de Jesucristo, además de aquellos actos u omisiones que causan daño a los demás. En definitiva, son pecados serios, graves. Claro que ¿quien determina lo que es grave y lo que no lo es?. Según las reglas de la Iglesia Católica, también el celibato es una obligación para todos los miembros del clero y su transgresión es uno de esos pecados mortales de especial gravedad, pues rompe el juramento hecho en el momento de ser ordenados.
¡Ay que risa, con eso de los pecados carnales a cargo del clero!. Como todos sabemos, el celibato jamás ha sido respetado por los miembros de la Iglesia Católica. No es un pecado reciente, achacable a la modernidad, pues desde los más antiguos Papas y hasta el más bajo cargo de la Iglesia, todos usaron y abusaron del propio cuerpo y de todos los ajenos que se prestaron a ello. A los miembros de la Iglesia les pican las mismas cosas que a los demás, con la ventaja a su favor de que, hasta pocas décadas atrás y justamente por la supremacía que tenían sobre el pueblo llano, tenían a su alcance mayor cantidad y calidad para escoger y por supuesto de ambos sexos, especialmente niños. Lo de mantener el celibato no ocurre ni ha ocurrido jamás y eso desde el más alto dignatario al más simple sacristán que, naturalmente, este último no tiene tal obligación.
En sus más de 2.000 años de historia y hasta el día de hoy, el voto de castidad jamás ha sido mantenido por los miembros de la Iglesia. Si alguien tiene dudas, ahí está la "Historia de los Papas" y ahí está también el comportamiento de sus cardenales, obispos y sacerdotes, de ciudad o de pueblo, cuya trayectoria ha sido siempre conocida por sus feligreses.
--Dios solo quiere que seamos felices -dicen los insolentes en su defensa.
Nadie cree que Jesucristo prohibiera a sus seguidores la práctica del sexo, pero las normas son las normas y están para cumplirlas. No haberlas creado, pues no había tal necesidad. Ellos, desde luego, no tienen miedo a pecar por esta causa. Total, con confesarse ya está todo solucionado, aunque nadie cree que tales pecados sean confesados. ¿Para qué, si quien te confiesa es tanto o más pecador que tú mismo?.
El pecado grave, se convierte en mortal cuando se violan los Mandamientos de la Ley de Dios y los de la Santa Madre Iglesia, con pleno conocimiento y deliberado consentimiento... Nadie de nosotros queremos ir al Infierno. ¿Para qué?. Menudo aburrimiento, todo repleto de curas, obispos, cardenales y papas... Porque, claro, todo lo mejorcito de ambos sexos, que ha pasado por encima de sus mullidos colchones, estará en el Cielo. Debe entenderse que esta gente no se habrá acostado con ellos por lo guapos que son, sino para evitar alguna represalia, para mejorar sus lastimosas situaciones personales o por simple necesidad económica. En todos los casos quienes ceden por necesidad merecen sin duda el perdón de Dios, no así los que aprovechan su debilidad para meterlos entre sus sábanas. Para ellos pues el pecado mortal y las llamas del Infierno.
RAFAEL FABREGAT
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